
Victor Hugo (1802-1885) es, aparte de uno de los dramaturgos más importantes de la historia, uno de los más mortíferos divulgadores de la «leyenda negra» hispanófoba, prestándose con varias de sus obras a la depurada operación de darle a un bulo o a un rumor una capa de barniz cultural para devolverlos enriquecidos con su envoltorio literario y aptos para difundir la aversión hacia el imperio español. Así, de entre sus casi ochenta piezas tratadas musicalmente, tenemos como ejemplos sus obras Hernani (1830, adaptada por Verdi en 1844), Ruy Blas (1838, convertida en ópera por Filippo Marchetti en 1869) o Torquemada (1882, transformada en pieza lírica por Nino Rota en 1943). Pero también Victor Hugo se fijó, cosa rara en un francés, en las miserias de su país natal: Le roi s’amuse / El rey se divierte presentaba al intocable (salvo para los tercios españoles que le apresaron y llevaron ante Carlos I) Francisco I como un amoral, un depravado y un mujeriego. A la recientemente instaurada dinastía de los Orleans la temática no le hizo demasiada gracia y la obra fue fulminantemente retirada del cartel al día siguiente de su estreno en 1832. Prohibición que duró en suelo francés cincuenta años.

Pero Giuseppe Verdi (1813-1901), tras «años de galeras» buscando dar con la tecla, se percató de que de ahí se podía sacar una ópera, la cambió al título de La maledizione y la adaptó con la ayuda de su libretista Francesco Maria Piave, pero el gobernador militar austriaco la rechazó por «la repugnante inmoralidad y la obscena trivialidad del libreto». Los autores modifican entonces el título a Rigoletto (que pasa ahora a ser el nombre del bufón, Triboulet en el original de Victor Hugo), trasladan la acción a Mantua, y cambian al rey francés por un duque renacentista italiano, que es el que ahora se divierte («Il duca qui pur si diverte!») para eludir la censura. Como resultado tenemos la que, para muchos, es la mejor ópera de la historia de la música, «uno de los artefactos teatrales más poderosos y populares de todos los tiempos», como señala Joan Matabosch en las notas al programa de mano, la consagración de Verdi y su posicionamiento como intocable y el más importante operista italiano desde su estreno en el teatro La Fenice de Venecia el 11 de marzo de 1851 y durante cincuenta años, hasta el mismo día del fallecimiento del compositor en 1901.

A partir del milagroso Rigoletto, Giuseppe Verdi compone sucesivamente Il Trovatore (1852) y La Traviata (1853), otras dos sublimes joyas de este género: la perfecta trilogía operística que por sí sola bastaría para que el de Busseto, sin necesidad de haber escrito nada más, figurara entre los mejores compositores de la historia de la música. Y llega ahora Rigoletto al Teatro Real en coproducción con la ABAO Bilbao Ópera, el Teatro de la Maestranza de Sevilla y The Israeli Opera de Tel-Aviv. Al igual que se ha podido comprobar en producciones musicales recientes como el Don Giovanni de Claus Guth o Las golondrinas de Mario del Monaco, de nuevo un director de escena (en esta ocasión Miguel del Arco en su primera experiencia operística tras una exitosa carrera teatral) convierte a los cantantes (y a los bailarines con confusas coreografías) en un vehículo para transmitir al espectador sus consignas creativas e ideológicas y forzándoles (en un complicado equilibrismo) a que las prioricen sobre el canto y la acción que les marca la partitura y el libreto. Y así el público, como los cantantes, se distancian del producto final.

Lo más destacable en lo positivo fueron la iluminación del siempre acertado Juan Gómez-Cornejo y el coro (novedosamente empleado por Verdi, que trata al séquito de cortesanos como un personaje individual más) que ahora dirige José Luis Basso. En la dirección de orquesta Nicola Luisotti estuvo como siempre atento a concertar a los cantantes para que se les escuche correctamente, y entre los que sobresalieron, dentro del segundo reparto, Xabier Anduaga (el Duque de Mantua), cada vez más asentado gracias a corregir lógicos excesos de juventud y modular ahora más su poderoso torrente de voz y Julie Fuchs (Gilda), que recientemente había destacado en la presentación madrileña de Arabella de Richard Strauss.

Rigoletto es un continuo fluir de momentos memorables: el dúo entre el bufón y el sicario Sparafucile, el reproche y la plegaria de Rigoletto a los cortesanos, el reencuentro de padre e hija tras su rapto, la ira y la venganza desatadas de un padre mancillado en su honor al que su hija intenta en vano frenar, el cuarteto de los cuartetos (perfeccionando Verdi escarceos previos de sus antecesores Rossini, Bellini y Donizetti en la técnica de presentar a los personajes principales expresando en la misma acción sus sentimientos por su cuenta y al margen de los demás), la serenata a lo lejos del tenor mientras el aterrado barítono empieza a olerse lo peor… Pero detengámonos en el primoroso final. Como comprobamos la temporada pasada en Nabucco, Verdi había desaprovechado situaciones dramáticas que hubieran enriquecido la ópera. Así en la escena final «Su me… morente… esanime…» Verdi, bisoño aún, perdió la oportunidad de que Abigaille muriera en brazos de su padre e interactuara con él. Pero en la conclusión de Rigoletto Verdi acierta dramáticamente y consigue conmover al público con uno de los momentos dramáticos cumbre del género: el dúo final «Lassù in cielo vicina alla madre / Allá en el cielo, cerca de mi madre» cuando, en una estremecedora secuencia paterno-filial en la que el tiempo parece suspenderse, el bufón Rigoletto (“cómplice y víctima del libertinaje de su amo y a la vez protector y verdugo de su hija», como señala Matabosch) acoge en sus brazos el último aliento de su blanca (Blanche en el original de Victor Hugo) hija Gilda.
Rafael Valentín-Pastrana
Este post está dedicado a mi hija Mercedes, que ha tenido la inmensa suerte de comprobar en estas representaciones del Teatro Real el porqué su padre le insistía en que Rigoletto de Verdi es la mejor ópera de todos los tiempos. Qué afortunada ella y quién pudiera volver a ver por primera vez Rigoletto.
Videobibliografía:
– José Luis Téllez: Rigoletto. Teatro Real. Madrid, 2023.
– Joan Matabosch: Cuando Verdi nos sigue interrogando, expresando, incomodando. Teatro Real. Madrid, 2023.
– Laia Falcón: No pesas nada. No tienes nada. No eres nada. Teatro Real. Madrid, 2023.
– Rafael Valentín-Pastrana: La maté porque se reía. www.eltema8.com, 2023.
– Rafael Valentín-Pastrana: Anatomía musical de la «leyenda negra». http://www.eltema8.com, 2022.
– Rafael Valentín-Pastrana: Si me sepultan vivo en una pirámide, que sea sonando el dúo final de “Aida”. www.eltema8.com, 2022.
– Rafael Valentín-Pastrana: Italia y Verdi resurgen con «Nabucco». www.eltema8.com, 2022.
– Rafael Valentín-Pastrana: El rey (Borbón) se divierte: zarzuela y «leyenda negra». www.eltema8.com, 2021.
– Rafael Valentín-Pastrana: Don Juan se echa al monte. www.eltema8.com, 2020.
– Rafael Valentín-Pastrana: ¡Vedete il palco funesto! www.eltema8.com, 2019.
– Rafael Valentín-Pastrana: «Don Carlo» de Verdi o todos contra Felipe II: ¿imperiofobia…imperiofilia?. www.eltema8.com, 2019.
– Rafael Valentín-Pastrana: Trove, trove el trovador. www.eltema8.com, 2019.
– Rafael Valentín-Pastrana: ¡Falstaff inmenso, enorme Falstaff!. www.eltema8.com, 2019.
– Rafael Valentín-Pastrana: Lucía y los hombres. www.eltema8.com, 2018.
– http://www.kareol.es/obras/rigoletto/rigoletto.htm
Nota: Las imágenes incluidas en este post de la representación y ensayos de Rigoletto son © Teatro Real / Javier del Real. Madrid, 2023.


