El Tema 8

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«La dueña» o cómo el tarraconense Roberto Gerhard combatió desde su exilió inglés a la «leyenda negra»… y al nacionalismo catalán

Durante el mes de abril de 2022 se ha reestrenado en el Teatro de La Zarzuela (con un discutible montaje y una cuestionable adaptación, pero eso es otra historia) una comedia lírica del gerundense Isaac Albéniz compuesta en 1892 durante su etapa de residencia en Londres pagada por un mecenas e imitando el modelo de la opereta que triunfaba en esos años en Gran Bretaña y que estaba comandada por Gilbert & Sullivan, pero para reírse de ellos: «El ópalo mágico», todo un torpedo disparado a la línea de flotación de la «Pérfida Albión» y digno de un frío quintacolumnista infiltrado en las entrañas del imperio victoriano. Décadas después otro compositor español también radicado en Inglaterra, pero por circunstancias opuestas a las de su colega y compatriota, el tarraconense Roberto Gerhard (Valls, 1896-Cambridge 1970), exiliado de la Guerra Civil, repitió la jugada combatiendo desde dentro la «leyenda negra» antiespañola con The Duenna / La dueña (1945-47), toda una orgullosa exhibición de españolidad plasmada en una ópera escrita en inglés y exhibida en Inglaterra, uno de los focos más perennes de la imperiofobia y del odio a España.

Roberto Gerhard (foto de Erich Auerbach/Getty Images tomada el 31/03/1964)

La dueña, con libreto del propio compositor, es una divertidísima ópera bufa basada en la obra teatral The Duenna del irlandés Richard Sheridan (1751-1816), que se enmarca en el lado «amable» (si es que lo hay) de la hispanofobia: ése en el que sus autores no hacen especialmente sangre, dado el tratamiento cómico y de enredo de sus argumentos, aunque tiren del inventario de tópicos negativos sobre los españoles propagados por la «leyenda negra». Así, y al igual que en Las bodas de Fígaro (1786) y Don Giovanni (1787) de Mozart o en las distintas versiones de El barbero de Sevilla a cargo de Paisiello (1782) y sobre todo de Rossini (1816), la acción de La dueña se desarrolla en la gloriosa Sevilla en pleno apogeo del Siglo de Oro, pero centrándose (típico del desprecio hacia el Imperio Español) en su vertiente picaresca: la ópera gira en torno a un noble hidalgo venido a menos (Don Jerónimo) empeñado en conceder la mano de su hija (Doña Luisa) a un nuevo rico de origen judío (Isaac Mendoza; aquí subyace lo que se conoce como el pecadillo de España, una insidia racista escupida desde Italia para aportar su granito de arena a la «leyenda negra»: la impureza ab initio de los españoles por su contaminación semita) para así obtener una suculenta dote que palíe sus quebradas finanzas. Y sin olvidar al ama de llaves, la dueña, que lo controla todo y que da nombre a la ópera. Sobre la misma obra de Sheridan y justo en los mismos años que Gerhard (en llamativo ejemplo de vidas paralelas a la manera de Plutarco, pero que nunca llegaron a encontrarse, ya que no existe constancia que el uno conociera en qué estaba trabajando el otro), el compositor ruso-ucraniano Sergei Prokofiev (1891-1953) escribiría la magnífica ópera Svad’by v monastyre / Bodas en el monasterio (1946).

En palabras del musicólogo Santiago Martín en un espléndido ensayo de 2019: «Ésta es la ópera. La dueña, de Roberto Gerhard, es sin duda la ópera más importante compuesta por un músico del exilio, y tal vez no se queda ahí. Es la ópera más importante de un compositor español en muchos años». Pero el caso es que la andadura de La dueña no fue un camino de rosas. Tras la entrada de las tropas de Franco en Barcelona, Gerhard (que se había significado políticamente por su nombramiento como Asesor Musical del Ministerio de Cultura del Gobierno de Cataluña) se vio obligado a exiliarse en 1940 al Reino Unido, aunque con frecuentes y tranquilos veraneos en Blanes, Costa Brava, que se iniciaron en 1948 (seguramente a ello ayudó que el compositor no volviera a meterse en política, como recomendaba Franco) invitado por el músico Joaquim Homs. Superadas las dificultades de unos primeros años alimenticios en los que adapta música popular española y zarzuelas de Barbieri, Chueca o Fernández Caballero, en 1947 Gerhard consigue terminar The Duenna y que se programe en 1949, pero en versión radiofónica en los estudios de la BBC, donde el compositor había logrado trabajo estable. En 1951 se representan fragmentos sueltos de la ópera en el marco del Festival de Darmstadt, meca de los movimientos musicales contemporáneos más experimentales y extremistas, pero no es bien entendida y es fríamente acogida. Desde entonces Gerhard proyecta revisar su obra, pero son décadas de dominio absoluto de las óperas de Benjamin Britten en las islas británicas (donde también otros renombrados compositores locales como William Walton, Michael Tippett, Arthur Bliss o Ralph Vaughan-Williams acumularon fracasos y sufrieron el incontestable dominio del autor de Peter Grimes) y finalmente The Duenna no logra volver a subir a la escena.

Muere Roberto Gerhard en 1970 y la España del tardofranquismo, como es natural, no manifiesta el más mínimo interés en rehabilitarle. Hubiera estado gracioso, la verdad: desde el fallecimiento del compositor se había tirado y se sigue tirando del comodín del franquismo para justificar la ausencia de su música en las programaciones de conciertos, pero la cruda realidad es que el reconocimiento de Gerhard desgraciadamente sigue siendo hoy día algo excepcional que sólo interesa a estudiosos, eruditos y melómanos recalcitrantes. Y eso que ocasiones ha habido de sobra desde 1975 para normalizarle. Pero tampoco nuestra flamante Democracia demostró mucho interés en recuperar La dueña. Tuvieron que transcurrir diecisiete años de la muerte del Generalísimo para que, el 21 de enero de 1992, cuando se incubaba la decadencia del felipismo, se llevara a cabo el estreno mundial de la versión escénica completa de La dueña en el Teatro de La Zarzuela de Madrid con Antoni Ros Marbá a la batuta y con puesta en escena de José Carlos Plaza. La repercusión es grande: la ópera es muy bien recibida, se retransmite por La2 de TVE y la casa discográfica Chandos procede a su grabación en cd. Pero, tras el oropel, todo queda relegado a un acto más de relleno para los fastos de aquel año 92 que tanta esperanza generó y que tan rápidamente se desmoronó. Y así continuamos en 2022 y eso que han transcurrido treinta años en blanco desde entonces: en 1996 se desaprovechó una efeméride perfecta en torno a Roberto Gerhard: el centenario de su nacimiento. Y en 2020, ya ocupado el poder por el sanchismo en connivencia precisamente con políticos separatistas que propugnan la independencia de la «nación pequeña del noreste» (Pep Guardiola dixit) se pasó de puntillas por otra fecha redonda: el cincuenta aniversario de su fallecimiento.

Esto enlaza con lo que el autor de este blog ha bautizado como «el enigma Gerhard», que consiste en tratar de descifrar por qué España no ha rescatado ni reivindicado como se merece a este descomunal compositor, autor por ejemplo del mejor ciclo sinfónico (cuatro numeradas, más la Sinfonía «Homenaje a Pedrell») escrito en el siglo XX por un español, aparte de numerosas obras maestras en todos los géneros: instrumental, vocal, camerístico, orquestal… Pero no sólo las distintas autoridades del estado han incurrido en dejadez, sino también las de la comunidad autónoma que se empeña en arrogarse la vida, obra e incluso el ideario de Roberto Gerhard: Cataluña. Pues el caso es que, hasta la fecha de hoy, ninguna de todas esas entidades y asociaciones ávidas de dinero público español que pululan en torno a las políticas identitarias y supremacistas catalanas ha asumido el compromiso de abanderar una nueva programación de La dueña. Al menos podían haber intentado traducir el libreto del propio Gerhard en inglés al catalán. Aunque casi mejor que no, viendo lo que fueron capaces de perpetrar con otra absoluta obra maestra de Gerhard, The plague / La peste (1964) que ha llegado a representarse en alguna ocasión en Barcelona, pero no en su versión original en inglés ni tampoco recurriendo al tenor literal de los textos de Albert Camus escritos en francés, sino en…catalán, que es como seguro que Gerhard no había concebido su descarnada obra. Roberto Gerhard tiene en común con Isaac Albéniz, Enrique Granados, Jaime Pahissa, Joaquim Homs o Xavier Montsalvatge el que son todos ellos magníficos compositores que sí, han nacido en provincias catalanas, pero que son españoles se quiera o no. Parafraseando al polémico periodista y azote del nacionalismo Arcadi Espada, la transparencia de lo administrativo es deslumbrante: todos estos músicos son españoles aunque no lo sintieran (o eso se nos quiera hacer creer) y forman parte también de la cultura española. Y aún sigue sin llegar el momento administrativo en que se les arrebate a todos ellos tal condición por no haber nacido en España ni vivir en ella y no formar parte, en consecuencia, de la cultura española.

Volviendo a La dueña, quizá a los políticos catalanes, tan reivindicativos de su etnia, de su lengua y de las fronteras de su territorio, el que la ópera esté ambientada en Sevilla les estropea el relato que han fabricado artificialmente de un Gerhard exhibido como apóstol de la causa independentista y víctima del fascismo por el simple hecho de ser catalán (según Santiago Martín «Con el tiempo, y con el exilio, Gerhard cambia por completo. Abomina de los nacionalismos»). Y tampoco les conviene a los responsables del proceso separatista el promocionar una partitura en la que, dentro de un lenguaje musical de plena vanguardia, se sucede un apabullante despliegue de serenatas, seguidillas, habaneras, sevillanas, jotas, zapateados, soleares, pasodobles, saetas, pasacalles, polos murcianos y canciones populares españolas (“¡Ole con ole, ole con ole, ole con ole!” repite gozoso el coro una y otra vez en el exultante y reconciliador -desde el exilio- final de la ópera)… Por no hablar, y no es una broma, de la porción de culpa que le corresponde a la letra más emblemática del alfabeto español. Santiago Martín cuenta una impagable anécdota al respecto en su estudio sobre La dueña «(así, en castellano y con esa eñe que tanto irrita a algunos paisanos del compositor, según me señala un amigo catalán, una eñe que irrita casi más que los omnipresentes ritmos hispanos de la propia ópera»). Y remata atinadamente: «¿Creen ustedes que las instituciones catalanas tienen alguna prisa por recuperar al mayor compositor español del siglo XX junto con Manuel de Falla? No, no la tienen».

La dueña muestra, en definitiva, el compromiso de Roberto Gerhard en combatir la «leyenda negra» por partida doble: la auto asumida de manera derrotista y masoquista dentro de España y la incubada fuera de España por intereses geopolíticos. Y es que Gerhard no sólo tiene que lidiar (por cierto, amaba la tauromaquia: ahí está su sobrecogedor Lamento por la muerte de un torero de 1959, sentido homenaje a su compañero de generación Federico García Lorca adaptando al inglés la célebre Elegía a Ignacio Sánchez Mejías) desde el más allá con los nacionalistas catalanes que pretenden adueñarse de su legado, sino también con el intento de apropiárselo por parte de su país de adopción, que le concedió una buena cantidad de reconocimientos y honores al final de su vida por haberse acogido en 1960 a la doble nacionalidad…y que también se tomó la libertad de incluirle sin consultarle como compositor británico en el prestigioso Diccionario Grove de la Música y los Músicos, como ya habían hecho con Händel, Haydn y Mendelssohn (todo está inventado en cuanto a triquiñuelas nacionalistas). Frente a ello, y a pesar del trauma del exilio, en la obra de Roberto Gerhard siempre estuvieron presentes la nostalgia y el recuerdo positivo y sin rencores hacia su tierra natal: en plena época de madurez creativa, conseguida la Cátedra de Composición por la Universidad de Cambridge y con toda la vanguardia musical mundial rendida finalmente a sus pies, hizo tocar las palmas a los instrumentistas en su Concierto para ocho, como honrosa declaración de españolidad hasta los últimos días de su vida.

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Bibliografía:

– Rafael Valentín-Pastrana: «El ópalo mágico», el zasca de Albéniz al imperio británico en toda la cara. http://www.eltema8.com, 2022.

– Rafael Valentín-Pastrana: La «leyenda negra» en la ópera (…y en la zarzuela)http://www.eltema8.com, 2021.

– Rafael Valentín-Pastrana: «La noche de San Juan», un ballet para después de una guerrahttp://www.eltema8.com, 2021.

– Rafael Valentín-Pastrana: España abre los ojos ante una gran ópera rescatada del olvido. «Marianela» de Jaime Pahissahttp://www.eltema8.com, 2020.

– Rafael Valentín-Pastrana: La «leyenda negra» en la óperahttp://www.eltema8.com, 2020.

– Rafael Valentín-Pastrana: El «enigma Roberto Gerhard»http://www.eltema8.com, 2020.

– Santiago Martín: Introducción a «La dueña», ópera en tres actos de Roberto Gerhard. Teatro español en el exilio. Las puertas del drama nº52. El kiosco teatral, 2019.

– Arcadi Espada: Contra Catalunya. Editorial Ariel. Planeta S.A. Barcelona, 1997 y 2018.

– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición en el siglo XX (3): Roberto Gerhardhttp://www.eltema8.com, 2012.

Nota: Las imágenes de las representaciones y/o ensayos de The Duenna La dueña incluidas en este post y facilitadas por Juan Marchán, son © Teatro de La Zarzuela / Chicho y Vicente Pachón, 1992.

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