El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

¡Ecco il magico liquore!

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Gaetano Donizetti (1797-1848) compuso no menos de setenta óperas desde Enrico di Borgogna de 1818 hasta Poliuto de 1848. Así fue de prolífico el músico de Bérgamo, que a partir de 1825 y hasta su fallecimiento promedia tres o cuatro obras escénicas al año, llegando incluso a componer y estrenar cinco óperas seguidas en 1840. Y rápido: L’elisir d’amore, que estos días programa el Teatro Real, fue compuesta en apenas dos semanas (aunque algunos estudiosos, como András Batta, sostienen que lejos de esa leyenda, la escritura de la pieza ocupó mes y medio…que tampoco está mal) y estrenada en Milán el 12 de mayo de 1832. Si bien no toda la música de esta ópera fue escrita en ese fulgurante plazo; precisamente la celebérrima aria “Una furtiva lagrima”, quintaesencia -junto a «Casta diva» de Norma de Bellini- del belcanto, no pertenecía originalmente al Elixir sino que se trataba de una canción previa original de Donizetti muy de su estima y que no paró hasta convencer de su inclusión al escéptico libretista Felice Romani que se negaba a incorporarla porque la consideraba anti-climática ya que ralentizaba la acción de la ópera. 

El genovés Felice Romani (1788-1865) escribió libretos de ópera (aparte de otros diez para Donizetti) para todo compositor de los dos primeros tercios del siglo XIX que se preciara de ser alguien en el género: Mercadante, Rossini, Verdi, Meyerbeer, Bellini, Nicolai o nuestros Manuel García (del cual en los últimos años la Fundación March ha recuperado sus óperas de salón Le cinesi y Il finto sordo) y Ramón Carnicer (un notable compositor leridano que merecería ser mejor conocido), entre otros. El libreto de L’elisir d’amore se basa en Le philtre (que a su vez procede de la leyenda bretaña del filtro de amor que unió los corazones de Tristán e Isolda para la eternidad), una ópera francesa preexistente de Eugène Scribe y Daniel Aubert que había subido a la escena el año anterior, en 1831, y a la que la obra de Donizetti condenó pronto e irremediablemente al olvido.

Elisir 6793xSi bien en las ediciones sucesivas de la partitura la acción se trasladó a una pequeña localidad italiana, parece que la historia original de L’elisir d’amore se sitúa a finales del siglo XVIII en alguna aldea sin especificar del País Vasco. Y la referencia al vino de la vecina Burdeos (que aunque no es un bálsamo milagroso, ejerce un efecto placebo liberador de pasiones que ayuda a que los personajes descubran sus íntimos sentimientos: como apunta la musicóloga Eva Sandoval, «en toda comedia romántica que se precie, el verdadero elixir que pone las cosas en su sitio son los celos»…bueno y también puede ser porque Nemorino heredaes una pista de que Romani, para los amores del cándido campesino Nemorino con la ladina terrateniente Adina, prometida al petulante sargento Belcore, se basó en la tradición vascuence. Y es que uno de los secretos de esta ópera es que se puede extrapolar a cualquier época y localización. «Los personajes de L’elisir resultan creíbles y simpáticos y, lo que es más notable, universales. La sencilla anécdota de amor campesino en la que basa el drama puede acontecer en cualquier tiempo e incluso en cualquier país; ambientada en un inverosímil País Vasco, L’elisir ha sido representada con frecuencia trasladando la acción a otros lugares e incluso otros tiempos, sin que la credibilidad de la historia se haya visto afectada» comenta el estudioso Lincoln R. Maiztegui. Como hace el director de escena Damiano Michieletto trasladando la acción a un chiringuito de una colorista y veraniega playa mediterránea trufada de figurantes interesados y superficiales donde predomina la diversión, la fiesta, la lujuría, el dinero y el amor. Y la idea (la producción es reposición del montaje de 2013) funciona a la perfección. 

En palabras de Eva Sandoval «el hábitat natural de Donizetti fue la tragedia romántica, tanto en los escenarios como en su propia trayectoria vital: el mal de la sífilis le arrebató a su mujer y a sus tres hijos y le provocó la muerte tras varios años de locura». Pero en L’elisir d’amore el compositor prescinde de argumentos históricos y dramáticos, cambia de registro y concibe su ópera bufa por excelencia junto a Don Pasquale (1842). En Elixir es innegable la influencia del todopoderoso Rossini y de su Barbero estrenado en 1816, como le pasó a partir de entonces a cualquier ópera cómica del siglo XIX: ahí están las irresistibles aliteraciones («Ei move i paralitici / spedisce gli apoplettici / gli asmatici, gli asfittici / gl’isterici, i diabetici / guarisce timpanitidi / e scrofole e rachitidi / e fino il mal di fegato / che in moda diventò»del aria de presentación «Udite, udite o rustici» del trilero Dulcamara vendiendo las bondades de su milagroso producto y que recuerda inevitablemente a la famosísima primera aparición de Fígaro exponiendo («Sono il factotum della citta») sus artes de valiosísimo chico-para-todo.

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Papel interpretado por el magnífico bajo-barítono uruguayo Erwin Schrott que borda escénicamente el personaje con una caracterización hilarante como traficante de todo tipo de sustancias y celestino en artes amatorias, haciendo justicia a «uno de los personajes más entrañables y logrados de la historia lírica universal. Este charlatán de feria descarado y vital, tan tramposo como lleno de humanidad, resulta mucho más creíble y vive mucho más intensamente en escena que la mayoría de los héroes del melodrama romántico. Dulcamara ha existido y existe desde siempre, y podrá vender su mágico elixir de amor a muchos incautos en cualquier pueblo o ciudad de nuestro mecanizado tiempo», como afirma Maiztegui.

Momentos como los dúos entre Nemorino y Dulcamara («Voglio dire»), Belcore y Nemorino («Venti scudi!»y Adina y Dulcamara («Quanto amore!»beben para su estructura y sobre todo en el uso del contratempo en las imitadísimas técnicas cómicas que Rossini había implementado en los inolvidables dúos entre el barbero sevillano, Rosina, el Doctor Bartolo, el profesor de música Don Basilio y el Conde de AlmavivaO como ese pletórico octosílabo «¡Ecco il magico liquore!» de Dulcamara primo hermano del exultante «¡Questa è febbre scarlattina!» de la comedia de Beaumarchais. No obstante, y como sostiene Joan Matabosch, «el marco es ciertamente “buffo” (…) pero el cuadro tiene ya todos los síntomas de lo romántico. No cuesta mucho encontrar en los arquetipos de la commedia dell’arte napolitana las raíces de esta galería de personajes de «L’elisir d’amore», por mucho que Donizetti finalmente los haya teñido de ese punto de gravedad y de sentimiento que presagia el mundo del romanticismo». 

El caso es que por lo que fuera (filtros, pócimas, brebajes, licores, elixires, pastillas azules…aunque especialmente por su inspiración y talento), L’elisir d’amore va como un tiro desde la romanza inicial de Nemorino nada más subir el telón «Quanto è bella, quanto è cara!» y hasta el jubiloso concertante de conjunto final, consiguiendo Donizetti la ópera cómica redonda y perfecta, cosa al alcance de muy pocos compositores de la historia: Mozart (Las bodas de Fígaro), Rossini (El barbero de Sevilla), Puccini (Gianni Schicchi)…

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Videobibliografía:

– José Luis Téllez: L’elisir d’amore. Teatro Real. Madrid, 2019.

– Eva Sandoval: Oda al vino. Teatro Real. Madrid, 2019.

– Joan Matabosch: Un marco bufo para un cuadro romántico. Teatro Real. Madrid, 2019.

– Rafael Valentín-Pastrana: El arte de hacerse el sordo. www.eltema8.com, 2019.

– Rafael Valentín-Pastrana: Lucía y los hombres. www.eltema8.com, 2018.

– Rafael Valentín-Pastrana: Le cinesi, una cosa rara de Manuel Garcíawww.eltema8.com, 2017.

– András Batta/Sigrid Neef: Ópera. Könemann Verlagsgesellschaft mbH. Colonia, 1999.

– Lincoln R. Maiztegui: Los grandes temas de la músicaCuatro óperas belcantistas. Salvat S.A. de Ediciones. Pamplona, 1983.

Nota: Las imágenes incluidas en este post de la representación y ensayos de L’elisir d’amore son © Teatro Real / Javier del Real. Madrid, 2019.

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