El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

El arte de hacerse el sordo

 

Il finto sordo / El falso sordo, ópera de salón en dos actos con música de Manuel García (Sevilla, 1775 – París, 1832) a partir de la obra para la escena preexistente titulada Il sordo escrita en 1804 por Gaetano Rossi (1774-1885, autor de los libretos de La cambiale di matrimonio, Tancredi y Semiramide para Rossini) y con textos del propio García, llega a nosotros transcurridos casi ciento noventa años desde su estreno durante una velada parisina, en torno a 1831. Y la reposición de la obra se lleva a cabo de nuevo (tras la recuperación en 2017 de Le cinesi) gracias a la impagable labor musicológica de localización, exhumación, reedición crítica y adaptación a cargo de la Fundación Juan March, que coproduce esta vez con el Teatro de la Zarzuela y la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera, dentro de la décima edición de su programa de Teatro Musical de Cámara.

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¿Pero quién es este Manuel (del Pópulo Vicente Rodríguez Aguilar) García de nombre tan poco pegadizo y desgraciadamente apenas recordado hoy día? Pues fue una de las figuras más influyentes de la música europea (se estableció sucesivamente en París, Nápoles, Roma, Londres…) y americana (también dejó su impronta en Nueva York y México) del siglo XIX que tuvo a sus pies al mismísimo Gioachino Rossini (de quien interpretó el papel del Conde de Almaviva nada más y nada menos que en el apoteósico estreno de El barbero de Sevilla y cobrando por su actuación unos emolumentos del triple de cantidad que los del propio compositor…), llegándose a afirmar que el propio García sugirió melodías españolas y ayudó al operista italiano a componer los recitativos de su más célebre e inmortal obra. Manuel García fue además un pionero en la defensa de los derechos de los actores, bailarines, cantantes y músicos, llegándose a granjear por ello el recelo de los principales teatros de la época. Y también fue reputado profesor (sus métodos y técnicas de canto se siguen estudiando hoy día), aclamado tenor, fecundo compositor de óperas y tonadillas escénicas, avispado empresario teatral y orgulloso progenitor de dos hijas que siguieron su carrera de cantante y que encandilaron a todo el público teatral de la época: María Malibrán (1808-1836), Pauline Viardot (1821-1910, que también hizo sus pinitos como compositora, con obras como la ópera de cámara Cendrillon (1904), recuperada hace unas temporadas por este mismo ciclo de la Fundación March) y también de un destacado hijo: Manuel Patricio García (1805-1906, barítono que implantó el uso del laringoscopio para la pedagogía musical). 

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En el catálogo de Manuel García encontramos, aparte de música instrumental, tonadillas y canciones con acompañamiento de guitarra, una copiosa producción para la escena: El majo y la maja, Los ripios del Maestro Adán,  El criado fingido, Le Prince d’occasion, La mort du Tasse, Il Fazzoletto, El gitano por amor, Florestán, Los maridos solteros, La figlia dell’aria (también con libreto de Gaetano Rossi), Le Grand Lama, Don Quijote, etc. Su más recordada composición es el polo Yo que soy contrabandista” de la ópera El poeta calculista (1805), pieza citada por Víctor Hugo (Bug-Jargal, 1818), George Sand (Le Contrabandier, 1837) y Federico García Lorca (Mariana Pineda, 1925), que contribuyó poderosamente a propagar «lo español» a lo largo de la Europa de principios del siglo XIX por reunir esa canción todos los tópicos románticos habidos y por haber: folclorismo, exotismo, texto pasional, canto a la libertad individual, etc. Hasta tal punto que Franz Liszt, siempre raudo y dispuesto a empaparse de las músicas de moda que triunfaban en su época, compuso una de sus célebres y brillantes paráfrasis pianísticas, Rondeau fantastique sur un thême espagnol, ‘El Contrabandista‘ basándose en el tema de Manuel García. Cuentan que Héctor Berlioz la tarareaba a menudo. Y que las propias hijas de Manuel García, Malibrán y Viardot, incorporaron este aria cuando interpretaban la lección de canto de Rosina de El Barbero de Sevilla a modo de «morcilla». Jacques Offenbach estrenó en 1869 Les brigands, una hilarante opereta que se desarrolla en Granada y cuya trama está trufada de bandoleros, carabineros y contrabandistas. Incluso, ya adentrados en el siglo XX, encontramos reminiscencias del aria del contrabandista en El sombrero de tres picos de Manuel de Falla y en la ópera La Dueña del compositor tarraconense Roberto Gerhard.

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La génesis de Il finto sordo se enmarca en la constitución por parte de Manuel García del Cerce Musical de la rue Richelieu de París (conocida también como L’Ecole García) en 1822, concebido como un centro para la formación musical de sus alumnos de canto y en el que se organizaban espectáculos musicales para los que el propio García compuso entre 1830 y 1832 una serie de cinco óperas de cámara como prácticas de sus alumnos a la manera de entremés: I tre gobbi, Le cinesi, Un avvertimento ai gelosi, L’ isola disabitata y la que nos ocupa. En este caso Manuel García escribe tanto el texto en italiano como la música de esta ópera bufa para una disposición de seis voces (soprano, tenor, mezzosoprano y tres barítonos) con acompañamiento de piano. Como escribe Teresa Radomski, «La música de García está concebida como un vehículo para la improvisación, una destreza artística que consideraba indispensable y que esperaba, por tanto, que pusieran en práctica sus alumnos…Las óperas de salón se convertirían en el método de instrucción predilecto -además del más eficaz- para los alumnos de García».

El argumento de Il finto sordo, ejemplo de comedia bufa al uso, se desarrolla en un establecimiento hostelero de París (en la pieza original la acción transcurre en Milán, pero García la trasladó de modo inteligente a la ciudad en la que daba clases y tendría lugar el estreno para así ganarse el favor de público y cantantes) donde se va a celebrar la boda concertada entre la joven Carlotta y el viejo adinerado Pagnacca. En el evento irrumpe un militar enamorado de la joven, Capitano que, para embrollarlo todo, finge ser sordo. Tras los consabidos enredos y malentendidos propios de este género, el amor entre los jóvenes acabará imponiéndose sobre el interés económico: todo un alegato de la libertad de la mujer en su toma de decisiones. Para actualizar esta historia a tiempos más recientes, la puesta en escena de Paco Azorín, que sitúa la acción en la recepción de un hotel art déco de la década de los veinte, recurre a referencias a la commedia dell’arte (hay que tener en cuenta que la obra teatral de Rossi estaba inspirada en la comedia de Carlo Goldoni L’osteria della posta) y guiños al mundo del cine: ahí están las caídas, golpes y carreras del género slapstick, el juego de puertas de las comedias clásicas de Ernst Lubitsch o la simetría visual con estética colorista de El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014). 

441Musicalmente Il finto sordo muestra el dominio absoluto por parte de Manuel García de las técnicas de canto y de los recursos de los géneros operísticos, como no podía ser de otra manera estando compuesta la obra en la madurez de los últimos años de la vida del sevillano. En palabras de Paco Azorín, «Son piezas maravillosas, pequeñas joyas…son juguetes donde el autor hace gala de una libertad sin precedentes»Obviamente en la ópera se detectan influencias de otros compositores: de hecho Manuel García se caracterizaba por absorber los lenguajes musicales de su época. Así Andrés Moreno se refiere a la «eficaz fusión de raíces hispanas y del estilo clasicista» aprendido en las óperas de Mozart (el dúo entre el posadero Francuccio y la criada Lisetta desprende un sereno aroma al Così fan tutte), Giovanni Paisiello (1740-1816) y Domenico Cimarosa (1749-1801), autores todos ellos de quienes Manuel García interpretó numerosas obras durante su carrera de tenor. 

Lo primero que debe señalarse es que la ópera de García evita cualquier tipo de guiños a los arquetipos españolistas y que lo que impera claramente a lo largo de la hora y media de duración de la ópera es la influencia del todopoderoso Rossini, dominador absoluto del teatro musical europeo en la primera mitad del siglo XIX, presente ya desde el crescendo final de la obertura hasta los concertantes finales de cada acto. Mención especial se merecen la canzone de PagnaccaSe la donna vi dice di no / giusto allora vuol fare di sì» / «Si una mujer os dice que no / es que quiere decir que sí». Esperemos que Carmen Calvo no estuviera entre el público…), que recuerda al aria de Don Bartolo de Il barbiere di Siviglia, y el delirante terzetto del segundo acto, en el que el mesonero hace creer al burlado Pagnacca que para batirse en duelo le va a facilitar un arma mágica con la que vencerá con facilidad a Capitano invocando las endemoniadas e impronunciables palabras «Picci Mammaciccia». Pura aliteración y onomatopeya rossinianas como las de aquel otro memorable engaño de La italiana en Argel (1813) con la maliciosa trampa que le preparan al Bey Mustafá, haciéndole creer que debe dedicarse a imitar la buena vida de los Kaimakan e PappataciPero a pesar de la alargada sombra del maestro Rossini, no hay que perder de vista que la ópera de García Il Califfo di Bagdad se mantenía triunfalmente en cartel en Italia desde su estreno en Nápoles en 1813, tres años antes del cataclismo musical que supuso la irrupción del Barbero en 1816. O que Rossini llegó a decir que si García hubiera mantenido el nivel de La mort du Tasse, de 1821, en el resto de sus obras, habría llegado a ser el mejor operista de su época. 

464Sea por tanto bienvenida la feliz reposición, casi dos siglos después de su concepción, de esta deliciosa Il finto sordo. Se lo merece con justicia como continuación de la apuesta que se inició con Le cinesi hace unas temporadas y como consolidación de la necesaria labor de recuperación de otras muchas obras merecedoras de ser rescatadas del olvido del prolífico catálogo del sevillano Manuel García, apodado El fuego andaluz, una decisiva figura española de la interpretación musical y uno de los grandes demiurgos de la escena europea del siglo XIX que cualquier otro país aprovecharía con orgullo para reivindicar, promocionar y programar no a cuentagotas, sino un día sí y otro también. 

 

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

 

Bibliografía

– Andrés Moreno: Manuel García, compositor de ópera. © Fundación March / Teatro de La Zarzuela. Madrid, 2019.

– Teresa Radomski: Bel canto en el salón parisiense. Il finto sordo de Manuel García. © Fundación March / Teatro de La Zarzuela. Madrid, 2019.

– Paco Azorín: Hacerse el sordo. © Fundación March / Teatro de La Zarzuela. Madrid, 2019.

– Rafael Valentín-Pastrana: Le cinesi, una cosa rara de Manuel García. http://www.eltema8.com, 2017.

– Rafael Valentín-Pastrana: Otra recuperación de una ópera española olvidada del siglo XX: “El pelele” de Julio Gómez. http://www.eltema8.com, 2016.

– Rafael Valentín-Pastrana: La recuperación de una ópera española olvidada: Fantochines de Conrado del Campo. http://www.eltema8.com, 2015.

 

Nota: Las imágenes incluidas en este post de la representación y ensayos de Il finto sordo son © Fundación March / Dolores Iglesias. Madrid, 2019.

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