Las representaciones de La nariz en el Teatro Real durante el mes de marzo se complementan con la interpretación, en función única en el Teatro Rojas del Círculo de Bellas Artes, de otra obra escénica de Shostakovich, de género inclasificable (ópera, pantomima, humorada, cantata…): Rayok que, aunque los organizadores sigan insistiendo en ello desde que presentaron la temporada 2022-23, no es la primera vez que se interpreta en Madrid ya que esta pieza ya se había programado en el Teatro de Madrid (en la Vaguada, que está en la capital de España) el 28 de enero de 1993 por la mítica compañía Teatro de Ópera de Cámara de Moscú, dirigida en lo escénico por Boris Pokrovsky (1912-2009), la misma que había exhumado la ópera de Shostakovich según el cuento de Gógol en 1974 tras caer en desgracia desde 1930. Bienvenida sea, en cualquier caso, una nueva representación en España, esta vez por todo lo alto, de una de las más sorprendentes óperas de todos los tiempos.
El 10 de febrero de 1948 y tras tres sesiones en la Unión de Compositores, se promulga el Decreto Zhdanov (Sobre la ópera «La gran amistad» rezaba el encabezado de la Resolución del PCUS, tomando como pretexto la irrelevante ópera del georgiano Vano Muradeli) que denunciaba la deriva formalista que estaban adquiriendo en la URSS las artes en general y la música en particular, ejemplificando esta vez no sólo en Shostakovich (como este músico había tenido «el honor» en 1936, con el editorial del Pravda dedicado en exclusiva a censurar su ópera Lady Macbeth), sino también en lo más selecto de los compositores soviéticos del momento (Prokofiev, Khachaturian, Shebalin, Miaskovsky y Popov), que quedaron estigmatizados y de nuevo publicándolo en el periódico único con una tirada de millones de ejemplares para escarnio de los señalados y adoctrinamiento de las masas.
Con el Decreto quedaban establecidas las directrices de lo que se vino en llamar Realismo Socialista, cuyo concepto había aparecido por primera vez en el órgano oficial de la Unión de Compositores Soviéticos, la publicación Sovietskaya muzyka, en enero de 1933: «La principal atención del compositor soviético debe concentrarse en los victoriosos y progresistas principios de la realidad, en todo lo que es heroico, brillante y bello. Esto es lo que distingue al mundo espiritual del hombre soviético y tiene que tomar forma mediante imágenes musicales llenas de belleza y fuerza. El realismo socialista demanda una implacable lucha contra las direcciones modernistas que eliminan el elemento popular y que son típicas de la decadencia del arte burgués contemporáneo, una implacable lucha contra la subordinación y el servilismo ante la cultura burguesa moderna». Y ahora, en 1948, se trataba de marcar con precisión las directrices que debían seguir los compositores, de manera que abandonaran las veleidades individualistas y que se prescindiera de las formas abstractas puramente musicales (sonatas, cuartetos, sinfonías… de ahí el empleo del término formalismo) para, en su lugar, imponer obras de contenido realista sobre temáticas propagandísticas, magnificando los grandes logros y realizaciones soviéticas y recuperando el folclore tradicional de las repúblicas socialistas populares, empleando para ello formatos menos abstractos y más asequibles para el pueblo (oratorios, ballets, himnos, marchas, bandas sonoras para el cine…).
En el Decreto Zhdanov se acusaba a determinados compositores de haber perdido el contacto con el pueblo y de escribir músicas equivocadas y pensadas para agradar los decadentes gustos burgueses de Europa y Estados Unidos de América. La Resolución publicada (que señalaba a la URSS como «verdadero custodio de la cultura musical de la Humanidad, igual que lo es en todos los demás campos»…) recomendaba a los autores estar vigilantes ya que «la influencia burguesa extranjera intentaría introducir el punto de vista capitalista en el pensamiento de algunos intelectuales soviéticos para crear proyectos frívolos y absurdos con los que cambiar los tesoros de la cultura musical soviética por los lamentables despojos del arte moderno burgués». De esta humillante e intolerable injerencia en la actividad creativa cargará para siempre con “los honores” el comisario Andrei Zhdanov (1896-1948), tristemente famoso a partir de entonces y pese a su inmediata muerte el mismo año de su infausto interdicto. Y aunque la Historia ya siempre le recordará por ello y sólo por ello, el verdadero ideólogo de esta aberrante intromisión en la libertad de los artistas no fue otro que el Líder y Maestro de la Patria Rusa, Josif Stalin, por cierto consuegro de Zhdanov. Eso sí, Stalin recurrió, para exonerarse y salir indemne del arbitrario disparate a un comité de expertos (hoy en día al dictador comunista le han salido alumnos aventajados… y no sólo en su país) formado por los musicólogos Pavel Apostolov, Boris Yarustovski y Boris Asafiev (el mismo Asafiev que en los años veinte había dado a conocer en la URSS las composiciones más transgresoras de las vanguardias europeas del momento y que precisamente había bendecido el estreno de La nariz de Shostakovich), que actuaron como amanuenses para darle al ignominioso Decreto una apariencia de credibilidad y que así el cobarde tirano se lavara las manos.
Malos tiempos, en definitiva, para que Shostakovich se saliera del redil. Sin embargo el compositor toma buena nota y en desternillante estilo (por pomposo y trasnochado, imitando los farragosos discursos oficiales, con sus latiguillos, lugares comunes, circunloquios y dogmas de manual obsoleto) se despacha a gusto con la mediocridad cultural imperante en el Partido Comunista componiendo Rayok (también conocida por su título completo Antiformalisticheskiy Rayok, cuya traducción vendría a ser Paraíso Anti-formalista, en su acepción de zona alta y de precios populares de un teatro), al que añade el rimbombante subtítulo de «Manual de aprendizaje: la lucha de la tendencia Realista en Música contra la tendencia Formalista en Música», una insólita obra a camino entre la ópera bufa, la pantomima musical y la cantata satírica (pese a la seriedad del asunto y del momento) de apenas veinte minutos de duración.
La primera parte de la obra parece que fue compuesta de inmediato, en 1948: Shostakovich, en su calidad de acusado, reconstruye las surrealistas intervenciones que se dieron en aquellas tres siniestras sesiones del Comité Central del Partido Comunista reunido en la sede de la Unión de Compositores (en las que también se dieron lamentables delaciones entre músicos e intentos desesperados de algunos de ellos de salir como fuera de la lista negra, cosa que al parecer consiguió Dmitri Kabalevsky a última hora a costa de su colega Gavriil Popov; aquí encajaría muy bien el chiste de los escritores satíricos Ilf y Petrov: «Los compositores se denuncian unos a otros en papel pautado») y en que los músicos fueron tratados como párvulos. Tras aquellas reuniones Shostakovich, en solitario y en silencio, como si fuera para sí mismo, le da un primer tratamiento como ópera al libreto de Rayok, que guarda en un cajón -el miedo es libre- sin registrarla ni asignarle número de opus, pero albergando la esperanza de que lleguen tiempos más propicios para terminarla y darla a conocer. Y una década después (en 1957 y con la ayuda para los textos, según allegados del compositor, de su amigo el musicólogo Lev Lebedinsky), es cuando Shostakovich se decidió a dar la forma final a su peculiar sátira, viendo que tras morir Stalin relativamente ya había pasado el peligro. Efectivamente al poco tiempo los compositores denunciados por el Decreto Zhdanov fueron oficialmente rehabilitados por otra Resolución del Partido, mediante Decreto de 28 de mayo de 1958 (Sobre la corrección de errores en la apreciación de las óperas «La gran amistad», «Bogdan Khmelnitsky» y «Desde el fondo de mi corazón»), en pleno proceso de Deshielo durante el mandato de Nikita Jrushchov, si bien con las habituales ambigüedades dialécticas del Comunismo: por un lado se reconoció algún error, pero por otro se insistió en que la Resolución de 1948 había jugado un papel positivo en el desarrollo de la cultura soviética y que el formalismo había sido correctamente condenado. Sólo en 1988 y de la mano de Mstislav Rostropovich, fiel guardián del secreto del maestro, salió a la luz (con halo de misterio aún no del todo desvelado) Rayok, esta inaudita e irrepetible ópera breve de Shostakovich, única en su género y estructurada en tres partes que se corresponden con los tres discursos de los jerarcas comunistas:
La versión que se representó de Rayok fue la original, de dura y seca austeridad y compuesta para piano (con el lujo de contar con Judith Jáuregui), cuatro bajos (en esta ocasión el bajo polaco Alexander Teliga, magnífico tanto en lo vocal como en lo interpretativo, se hizo cargo de los cuatro papeles) y coro (el titular del Teatro Real, que tan bien concerta Andrés Máspero). Para completar la función, la pianista donostiarra interpretó otras dos obras de Shostakovich para el teclado: Aforismos, Op.13 y el Cuaderno para niños, Op.69. Dos composiciones de etapas creativas muy diferentes: la primera de 1927, formada por diez concisas piezas, casi a la manera de Anton Webern, escrita cuando el compositor se alineaba con las vanguardias musicales del momento y vivía una época de absoluta libertad creativa bajo el paraguas del aperturismo tras la Revolución de Octubre promovido por el comisario de cultura Anatoli Lunacharski; la segunda de 1945, siete intrascendentes ejercicios para alumnos de piano (entre ellos Galina, la hija del compositor y dedicatoria del álbum), compuestos en plena 2ª Guerra Mundial y cuando Dmitri Shostakovich ya tenía asumido que, para sobrevivir, tenía que amoldarse a los requerimientos puntuales de las autoridades políticas. Más o menos el mismo control al que ahora se somete a los creadores, que se ven obligados a escribir, componer, pintar, dirigir o producir adaptándose a la agenda de la dictadura globalista del pensamiento único que todo lo controla.
Rafael Valentín-Pastrana
Bibliografía:
– Santiago Martín Bermúdez: Una obra oculta, un pequeño desquite. Círculo de Bellas Artes / Teatro Real. Madrid, 2023.
– Rafael Valentín-Pastrana: ¿Quién se llevó la nariz de Shostakovich? Los comunistas se la robaron. http://www.eltema8.com, 2023.
– Juan Manuel Viana: Shostakovich y la censura soviética. Fundación Juan March. Madrid, 2023.
– Rafael Valentín-Pastrana: Shostakovich y Britten: la historia de una gran amistad bajo el telón de la Guerra Fría. http://www.eltema8.com, 2019.
– Rafael Valentín-Pastrana: Shostakovich y Yevtushenko. http://www.eltema8.com, 2017.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los camaradas de Dmitri Shostakovich. http://www.eltema8.com, 2015.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los campeonísimos de la música de Dmitri Shostakovich. http://www.eltema8.com, 2014.
– Rafael Valentín-Pastrana: Las treinta y cuatro bandas sonoras de Dmitri Shostakovich. http://www.eltema8.com, 2014.
– Rafael Valentín-Pastrana: Las veintiuna óperas de Dmitri Shostakovich. http://www.eltema8.com, 2013.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición en el siglo XX (1): Dmitri Shostakovich. http://www.eltema8.com, 2012.
– Testimonio. Las memorias de Dmitri Shostakovich relatadas a y editadas por Solomon Volkov. Versión española: José Luis Pérez de Arteaga. Editorial Aguilar Maior. Madrid, 1991.
– Galina Vishnevskaya: Galina. Versión española: Lilian Schmidt. Javier Vergara Editor. Buenos Aires, 1985.
Nota: Las imágenes incluidas en este post de las representaciones y/o ensayos de Rayok son © Círculo de Bellas Artes / Teatro Real. Madrid / Miguel Balbuena, 2023.