Dmitri Dmitrievich Shostakovich (San Petersburgo, 1906-Moscú, 1975) no tuvo mucha suerte con el contexto histórico y político que le tocó vivir en su querida Rusia primero, y pronto Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Nicolai Malko
Pero sí tuvo la dicha y el honor de coincidir en el tiempo con una serie de descomunales intérpretes que estrenaron, propagaron y dignificaron (y algunos de los cuales fueron dedicatarios de algunas de sus obras) en vida del compositor sus pentagramas, desviviéndose por difundirlos y defendiéndolos con pasión en sus cada vez más frecuentes salidas de la URSS con el advenimiento del Deshielo.
Y que fueron, todo sea dicho, unos auténticos privilegiados por vincular para siempre su nombre con el del gran compositor ruso-soviético.
Aleksandr Gauk
Algunos de ellos, como Nicolai Malko (Vinnytsia, 1883-Sydney, 1961) y Aleksandr Gauk (Odesa, 1893-Moscú, 1963) estuvieron muy vinculados al compositor, especialmente a finales de los años 20. Malko estrenó la obra que daría a conocer a Shostakovich en el mundo entero: la Sinfonía nº1 en fa menor, Op.10 (12.05.1926), así como la Sinfonía nº2 en Si bemol mayor, «Octubre», Op.14 (05.11.1927) y le encargaría a modo de apuesta la simpática pieza Tahiti-trot, Op.16 (orquestación del célebre tema Tea for two del musical No, no, Nanette).
Gauk llevaría a cabo los estrenos de la Sinfonía nº3 en Mi bemol mayor, «El 1º de mayo», Op.20 y de los ballets La edad de oro, Op.22 y El perno, Op.27. Pero de ninguno de ellos se conservan vídeos en los que podamos apreciar sus dotes interpretativas.
María Yudina
Lo mismo podemos decir de la mítica pianista María Yudina (Nével, 1899-Moscú, 1970), que tuvo amistad con Shostakovich pero de la que sólo disponemos de muestras fonográficas. Y también nos consta que era una gran admiradora de la música de Shostakovich, por quien dio la cara en numerosas ocasiones. «Una composición realmente heroica. Y si algunos camaradas no se percatan, peor para ellos. Nosotros, los activistas musicales, borraremos sus críticas al hacer accesibe esta obra (se refiere a los 24 preludios y fugas, Op.87) al público. Gracias a Dios, sus juicios tan ligeros y tan negativos, se marchitarán en el tiempo«, declararía ante la Unión de Compositores en 1952.
O del pianista moscovita Lev Oborin (Moscú, 1907- Moscú, 1974) que acometería el estreno de algunas de las obras tempranas del compositor, como la Suite para dos pianos en fa sostenido menor, Op.6 y el Trío para piano, violín y violoncello nº1, Op.8. Oborin había resultado vencedor del prestigioso Concurso de piano Chopin de Varsovia en su edición de 1927, en la que curiosamente había participado el propio Shostakovich, obteniendo una mención honorífica.
Lev Oborin
También es el mismo caso del Cuarteto Beethoven, agrupación camerística formada por Dmitri Tsyganov, Vasili Shirinsky (violines), Vadim Borissovsky (viola) y Sergei Shirinsky (violoncello), que fueron dedicatarios de los Cuartetos nº11, 12, 13 y 14 respectivamente, y que se encargaría del estreno nada más y nada menos que de trece de los quince cuartetos para cuerda de Shostakovich, pero de los que apenas existen testimonios en la red.
Hay otros grandes especialistas «occidentales» de su música que también mantuvieron estrechas relaciones profesionales con Shostakovich (Toscanini, Stokowski, Mitropoulos, Bernstein, Ormandy, Cluytens…) o intérpretes actuales que son expertos en su música (Temirkanov, Ashkenazy, Kremer, Argerich, Vengerov, Guerguiev…) que no tuvieron la fortuna de frecuentar tan intensamente, ni como los anteriores ni como los que detallaremos a continuación, una relación profesional o de amistad con el autor de La nariz en vida pero que han programado y grabado sus obras con fervor inquebrantable. A unos y a otros les dedicaremos próximas entradas del blog.
Dmitri Shostakovich (piano) junto a los miembros del Cuarteto Beethoven
Nos detendremos en este post principalmente en los intérpretes rusos y soviéticos que o bien fueron directamente dedicatarios de las composiciones de Shostakovich o bien llevaron a cabo los estrenos de distintas de sus obras.
Repasemos cronológicamente por fecha de nacimiento a los campeonísimos de la música de Dmitri Shostakovich de los que sí disponemos de buena y variada documentación audiovisual en internet:
Yevgueni Mravinsky (San Petersburgo, 1903-Leningrado, 1988)
Si hay un director de orquesta identificado con la figura de Shostakovich, ese es Mravinsky, el gran señor de la dirección soviética del siglo XX y artífice de los estrenos de un buen número de partituras del compositor: Sinfonía nº5 en re menor, Op.47 (21.11.1937), Sinfonía nº6 en si menor, Op.54 (05.11.1939), Sinfonía nº8 en do menor, Op.65 (04.11.1943 y dedicatario), Sinfonía nº9 en Mi bemol mayor, Op.70 (03.11.1945), Sinfonía nº10 en mi menor, Op.93 (17.12.1953), Concierto para violín nº1 en la menor, Op.77 (29.10.1955), Concierto para violoncello nº1 en Mi bemol mayor, Op.107 (04.10.1959) y la Sinfonía nº12 en re menor, «El año 1917», Op.112 (01.10.1961).
En uno de los momentos críticos de la carrera de Shostakovich, tras el Decreto Zhdanov de febrero de 1948, Mravinsky se posicionó en favor del compositor. Así en diciembre de ese año, en plena época del interdicto de ejecutar obras suyas, el director programó con la Filarmónica de Leningrado saltándose la prohibición la Sinfonía nº5. En febrero de 1949 el siniestro burócrata y mediocre compositor Tikhon Khrennikov (1913-2007), Secretario General de la Unión de Compositores Soviéticos desde 1948 hasta 1991, publicaría una diatriba en la publicación especializada Sovetskaja Muzyka (el órgano editorial fundado en 1933) en la que arremetía contra Mravinsky calificándole de «obstinado e impenitente paladín de los ídolos formalistas«.
Sin embargo el idilio y la casi exclusividad de Mravinsky a la hora de tener el honor de llevar al atril por primera vez los monumentos sinfónicos de Shostakovich, iniciada en 1937, duró «sólo» hasta 1962, cuando aún quedaban pendientes de salir de la pluma del compositor un buen número de obras maestras. Según relató el gran director alemán Kurt Sanderling (1912-2011, precisamente asistente de Mravinsky en la Filarmónica de Leningrado en el periodo 1942-60) al musicólogo José Luis Pérez de Arteaga (y corroborado por Rostropovich), la ruptura de relaciones entre Shostakovich y Mravinsky se produjo en 1962 cuando el director rechazó estrenar, por motivos políticos y étnicos, la Sinfonía nº13, en si bemol menor, «Babi Yar», Op.113, lo que le supuso una gran decepción al compositor, que ya no volvería a reconciliarse con Mravinsky.
El distanciamiento se originó por lo delicado de los poemas empleados en la sinfonía, a cargo del enfant terrible de la poesía soviética aperturista del momento post-stalinista (etapa histórica y política conocida como El Deshielo), Yevgueni Yevtushenko (Zuma, 1932). Shostakovich escogió para su obra maestra sinfónica, cinco poemas del autor siberiano, y como principal que daba título a la sinfonía el titulado Babi Yar, que narraba la matanza en un barranco de ese nombre en las proximidades de Kiev de más de treinta y cinco mil judíos a cargo de las tropas alemanas los días 29 y 30 de septiembre de 1941 (continuando los fusilamientos hasta el mes de octubre y contabilizándose finalmente los muertos en cerca de cien mil). El poema, publicado el 19 de septiembre de 1961 en Literaturnaya Gazeta, ponía el dedo en la llaga del pertinaz antisemitismo que siempre hubo en Rusia, donde más que de genocidio y exterminio de judíos, se presentó este caso como de atrocidades contra ciudadanos soviéticos, a la vez que Yevtushenko acusaba a su propio gobierno de persecución sistemática del pueblo judío.
Los teléfonos echaron humo cuando el Aparato conoció las intenciones de Shostakovich de poner en música los conflictivos poemas de Yevtushenko, quien fue invitado a suavizar algunos de los versos. Los meritorios de rigor del comité central de agitación y propaganda ya habían empezado a moverse: se acusó al poeta de distorsionar la verdad sobre las víctimas del nazismo y que no sólo habían muerto judíos, como versaba el texto de Yevtushenko, sino también población rusa. La cuestión se convirtió en una especie de «patata caliente» con tal de que la premiere no se llevara a cabo: los intérpretes que iban a estrenar la pieza, temerosos de los censores del Gobierno, fueron presionados uno a uno y forzados a excusarse de manera peregrina (hasta tres renunciaron: Boris Gmyrya, Alexander Vedernikov -«No voy a cantarla, soy un ciudadano» se excusó ante Galina, quien le había propuesto para sustituir al anterior- y Victor Nechipalo); sólo Vitaly Gromadsky, recién graduado en el conservatorio y cantante suplente, aceptó el engorro…(aunque el musicólogo José Luis Pérez de Arteaga sostiene que fue finalmente otro bajo, que sería el quinto, el que llevó a cabo el incómodo estreno, Marc Reshetin, quien participaría junto con Galina Vishnevskaya en el segundo estreno de la nº14, el 06.10.1969). La situación era la típica de una dictadura: los censores temerosos de los dirigentes del Partido y el Partido temeroso de Kruschev. Quedaba por llegar el detonante para la ruptura entre compositor y director: el propio Mravinsky llamó al teatro donde iba a tener lugar el estreno para avisar que no podría dirigir la sinfonía, sin que se atreviera a hablar con Shostakovich, que estaba presente en la sala, y al que no se dignó darle una sincera explicación. En lo musical, nuestro autor se negó a alterar ni una sola nota de sus pentagramas. Y en cuanto a sus relaciones con Mravinsky, tomó nota y ya nunca le perdonó.
No existe monumento en Babi Yar;
sólo la agria ladera. Y tengo miedo.
Hoy me siento un judío en el desierto
que de Egipto escapó. Me crucifican
y mis manos conservan los estigmas.
Me parece ser Dreyfus, condenado,
al que juzgan, escupen, encarcelan;
pero de pie resiste la calumnia
y el grito filisteo. Con la punta
de sus sombrillas en mi rostro vejan
mi indefensión mujeres que se acercan
con vestidos de encaje de Bruselas.
O también soy un niño en Bielostok.
De pronto estalla el «pogromo».
La sangre derramada cubre el suelo.
Los que huelen a vodka y a cebolla
salen de la taberna y gritan todos:
«Mata judíos: salvarás a Rusia».
Un tendero se ensaña con mi madre.
Otro hombre me patea. En vano rezo
plegarias que se pierden en la nada.
Me siento dentro
de la piel de Anna Frank que es transparente
como un ramo de abril.
No hacen falta palabras. Siento amor
y sólo necesito que uno a otra
nos miremos de frente.
Separados del cielo y el follaje.
Solamente podemos abrazarnos
en este cuarto a oscuras.
Quiero besarte una vez más, acércate.
Ya vienen. Nada temas: el rumor
es de la primavera que se anuncia
y del témpano roto en el deshielo.
Y en torno a Babi Yar suena la hierba
que ha crecido salvaje desde entonces.
Los árboles nos juzgan. Todo grita
pero el grito está hecho de silencio.
Al descubrirme observo mi cabello.
También ha encanecido. También grito
por los miles de muertos inocentes
masacrados aquí. En cada anciano
y en cada niño al que mataron muero.
Pueblo ruso, mi pueblo: te conozco.
Tú no odias ni razas ni naciones.
Manos viles trataron de infamarte
al usurpar tu nombre y al llamarse
«Unión del Pueblo Ruso». No perdono.
Que La Internacional llene los aires
cuando el último
antisemita yazga bajo la tierra.
No soy judío. Como si lo fuera,
me odian todos aquéllos.
Por su odio
soy y seré un verdadero ruso. (Traducción de Heberto Padilla)
El enjuto y austero director peterburgués siguió no obstante programando obras de Dmitri Shostakovich con asiduidad y fidelidad no correspondida y registrándolas en discos del mítico sello Melodiya. Así en Madrid fuimos testigos de una inolvidable versión de la Sinfonía nº5 del compositor con motivo de los fastos…del Mundial de Fútbol España 1982 de infausto recuerdo desde el punto de vista deportivo.
David Oistrakh (Odesa, 1908-Amsterdam, 1974)
Otro de los campeones de la música de Shostakovich, para siempre vinculado su nombre al del compositor, es el violinista ucraniano David Oistrakh,
en especial por haber sido el dedicatario y haber llevado a cabo el estreno de una de las obras maestras de todos los tiempos compuesta para este instrumento solista: el Concierto para violín y orquesta nº1 en la menor, Op.77 (29.10.1955), la pieza que Shostakovich había compuesto en una difícil etapa de su vida (en 1948, durante el nefasto Decreto Zhdanov con todo lo que ello significó y limitó la labor de composición del autor) y que había reservado para tiempos mejores. También tuvo el honor de participar en otras obras señeras de Shostakovich: Concierto violín y orquesta nº2 en do sostenido menor, Op.129 (13.09.1967 y dedicatario), 7 poemas sobre Alexander Blok, Op.127 (28.10.1967) y la Sonata para violín y piano, Op.134 (03.05.1969 y dedicatario).
Al respecto de dos de estas composiciones para el violinista de Odesa, hay que traer a colación una entrañable anécdota. Con su modestia y timidez habitual, Shostakovich había escrito a Oistrakh: «Querido Dodik: acabo de terminar un nuevo Concierto para violín y orquesta y al escribirlo, pensé en usted. Me sentiría muy feliz si aceptara tocar esta obra, tanto que no encontraría palabras para expresarlo. Es ésta una obra que querría dedicarle con motivo de su 60 cumpleaños«. El problema era que en ese año 1967 Oistrakh cumplía… 59 años. El violinista se armó de valor y sacó del error a Shostakovich, quien al año siguiente agració a Oistrakh, corrigiendo su equivocación de calendario, con un nuevo regalo a modo de «disculpa» para su «verdadero 60 cumpleaños»: la crepuscular Sonata para violín y piano.
En Galina, las virulentas y fascinantes memorias de la soprano Galina Vishnevskaya encontramos una narración que le hizo David Oistrakh sobre los años del Gran Terror stalinista: «Mi mujer y yo vivimos la época de 1937, cuando noche tras noche, cada habitante de Moscú temía ser arrestado. En nuestro edificio, sólo nuestro apartamento y el de enfrente sobrevivieron a las detenciones. Los demás inquilinos fueron llevados a Dios sabe dónde. Todas las noches esperábamos lo peor y preparábamos un poco de ropa abrigada y algo de comida previendo el momento inevitable. Una noche escuchamos que un automóvil estacionaba frente al edificio. ¿A quién buscaban? Oímos que se cerraba con violencia el portal y que el ascensor subía. Se detuvo en nuestro piso. Escuchamos pasos y esperamos con terror. Transcurrió una eternidad. Luego escuchamos que llamaban a la puerta de enfrente. En aquel momento supe que yo nunca sería un luchador…«. Lo que sí fue David Oistrakh -el miedo es libre- fue un excepcional violinista de técnica prodigiosa, para algunos el mejor del siglo XX y uno de los campeonísimos de la música de Shostakovich.
Kirill Kondrashin (Moscú, 1914-Amsterdam, 1981)
Uno de los grandes de la batuta, Kondrashin tiene en su haber el estreno de algunas de las incontestables obras maestras de la época de plenitud del compositor, elevado ya (una vez superado el stalinismo) a gloria nacional: la Sinfonía nº4 en do menor, Op.43 (retirada apresuradamente de los atriles cuando iba a ser estrenada en diciembre de 1936 por efectos de la devastadora campaña contra el músico iniciada a partir del editorial del Pravda «Caos en lugar de música» de 28.01.1936 y llevada a la sala de conciertos por primera vez el 30.12.1961), la esencial Sinfonía nº13 «Babi Yar» (18.12.1962), la cantata para bajo, coro y orquesta La ejecución de Stepan Razin, Op.119 (sobre unos críticos poemas de Yevtushenko con los crímenes zaristas, extrapolable a la tiranía comunista y estrenada el 28.12.1964) y el Concierto violín nº2 (dedicado a David Oistrakh y estrenado el 13.09.1967).
También ha relatado Kondrashin alguna significativa y triste anécdota sobre la presión a que él fue igualmente sometido por las autoridades para que la representación de la Babi Yar se frustrara y que, como Mravinsky, renunciara al estreno: durante el ensayo general previo al estreno, al finalizar el primer movimiento, Kondrashin recibió una llamada del camarada Georgi Popov, a la sazón Ministro de Cultura. “¿No existe una razón médica por la cual no puedas dirigir esta obra en el estreno, no te sientes mal?”. «No camarada…estoy perfecto, me siento bien, gracias«, le contestó el director. Kirill Kondrashin se convertiría en el apóstol discográfico de la Sinfonía «Babi Yar», registrándola hasta en tres ocasiones: 1962 (Filarmónica de Moscú, Vitaly Gromadsky como bajo), 1967 (la misma orquesta y Artur Eisen como solista) y 1980 (con la Orquesta de la Radio de Baviera y John Shirley-Quirk en la parte vocal). Mstislav Rostropovich salió de gira a USA a los pocos días del asunto Babi Yar y entregó la partitura a Eugene Ormandy, quien la estrenaría y grabaría en occidente con la Orquesta de Filadelfia.
Kondrashin, que atesoraba todo tipo de premios oficiales estatales (Premio Stalin, Artista del Pueblo de la URSS, Artista Emérito de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, Gran Orden de la Bandera Roja del Trabajo…), se exilió aprovechando una gira en diciembre de 1978 por los Países Bajos, donde pidió asilo político y fue nombrado principal director invitado de la prestigiosa Concertgebouw Orchestra de Amsterdam (con la que realizó numerosas grabaciones discográficas para el sello Phillips) a la que comandó hasta su lamentable fallecimiento, de ataque al corazón mientras dirigía la Sinfonía nº1 de Mahler.
Sviatoslav Richter (Zhytomyr, 1915-Moscú,1997)
El ucraniano Sviatoslav Richter es uno de los grandes intérpretes de la escuela pianística rusa, de la que salieron mitos como Heinrich Neuhaus (1888-1964), Vladimir Horowitz (1903-1989), Emil Gilels (1916-1985) y Vladimir Ashkenazy (1937), entre otros.
Llevó a cabo, junto a Oistrakh, el estreno de la Sonata para violín y piano, Op.134 (03.05.1969, aunque en sus memorias compendiadas por Bruno Monsaingeon, –Notebooks and Conversations, 2001- afirmara que no era una obra muy de su gusto) y a menudo se incorporó al Cuarteto Borodin para interpretar una de las obras de cámara más populares de Shostakovich, el Quinteto en sol menor para piano y cuerdas, Op.57 de 1940.
Como curiosidad, la esposa del pianista, la soprano Nina Dorliak (1908-1998) también fue una notable intérprete de Shostakovich, participando en el estreno del ciclo de canciones De la poesía popular judía, Op.79 de 1948, cuya premiere no se llevó a cabo (por razones de censura motivada por el Decreto Zhdanov y la campaña antijudía de esos años) hasta el 15 de enero de 1955, ya en plena etapa del Deshielo post-stalinista.
Richter asimismo propagó y registró la obra maestra de Shostakovich para el teclado: los 24 preludios y fugas, Op.87, que también han sido llevados al disco por pianistas de la talla de Keith Jarrett, Vladimir Ashkenazy, Olli Mustonen e incluso a cargo del mismísimo Dmitri Shostakovich.
Pero esta composición estará para siempre vinculada a la siguiente campeonísima de su música.
Tatiana Nikolayeva (Bryansk, 1924-San Francisco, 1993)
Nikolayeva fue la pianista que tuvo el honor de estrenar la magna obra para piano del compositor ruso: los 24 preludios y fugas, Op.87 (28.12.1952). Ambos se habían conocido en 1950 en Leipzig, durante el Concurso de Piano Bach que iniciaba su andadura ese año en que se conmemoraba el 200 aniversario de la muerte del compositor alemán. Durante la competición coincidieron una joven concursante, Nikolayeva de 26 años con Shostakovich que era miembro del jurado. La ganadora de aquella primera edición del certamen fue la propia Nikolayeva que en sus propias palabras, ganó otro segundo primer premio: la amistad a partir de entonces de Dmitri Shostakovich.
Fruto de aquella amistad durante el certamen, surgió en el autor la necesidad de componer, a la manera de El clave bien temperado de Bach, un ciclo de preludios y fugas que recorriera las 24 tonalidades de la escala cromática para ampliar el repertorio de este tipo de obra que nadie había osado continuar a partir del músico alemán. Y quién mejor que la reciente vencedora del prestigioso concurso para que fuera la destinataria de la obra y llevara a cabo su estreno. Desde entonces, los 24 preludios y fugas han estado unidos indisolublemente a la carrera profesional de la pianista rusa, que los llevó en dos ocasiones al disco. Y la obra nació por inspiración de ella y…desgraciadamente con ella murió: Tatiana Nikolayeva falleció mientras interpretaba precisamente el Op.87 de Shostakovich durante un recital que se celebraba en San Francisco, el 13 de noviembre de 1993.
Rudolf Barshai (Labinsk, 1924-Basilea, 2010)
Participó como director en el estreno, junto a la soprano Margarita Miroshnikova y el bajo Yevgeny Vladimirov de la Sinfonía nº14, Op.135 (29.09.1969, dedicada a Benjamin Britten, quien la estrenaría fuera de la URSS el 14.06.1970 junto a los mismos solistas vocales. A propósito de la recíproca relación de enriquecimiento creativo mutuo que se dispensaron los dos compositores, conviene señalar que Britten, gran conocedor de la Sinfonía nº14, emplea el motivo inicial de su cuarto movimiento –Trois grands lys, trois grands lys/sur ma tombe sans croix de Le suicide de Apollinaire- en la inquietante y repetitiva cantinela del personaje de la vendedora de fresas -presagio de la muerte- en su ópera Muerte en Venecia de 1973) el introspectivo, oscuro y autobiográfico ciclo de once canciones (número sin duda cabalístico para Shostakovich: otras de sus relevantes obras vocales cuentan curiosamente con el mismo número de movimientos: el ciclo De la poesía popular judía, Op.79 de 1948 y la Suite sobre poemas de Miguel Ángel Buonarotti, Op.145 de 1974) para solistas y orquesta de cámara sobre poesías de Apollinaire, García Lorca, Küchelbecker y Rilke y que tienen como temática común la muerte. Pero la muerte a destiempo: temprana o no natural.
Pero quizá la faceta más conocida de Barshai sea la de adaptador de varias obras cuartetísticas de Shostakovich (sus números 3, 4 y 10) para otras combinaciones instrumentales, pero especialmente por su Sinfonía de Cámara, Op. 110a (transcripción de su decisivo Cuarteto nº8, Op.110 de 1960). Barshai, que completó la adaptación en 1964, narró cómo fue el proceso al respecto: «Fue un encargo de una agrupación de cámara de Leipzig. De inmediato pedí permiso a Shostakovich para la transcripción. «¿Por qué no? ¡Adelante!», me dijo. Así que me puse a trabajar y con bastante rapidez. Y le hice llegar al compositor los resultados. Era una época en la que él estaba enfermo. Su mujer Irina me hizo llegar de vuelta al conservatorio la partitura, y me comentó «Dmitri Dmitrievich dice que todo está como debería estar», lo cual fue el máximo cumplido para mí. Cuando años más tarde me dirigí a él para indicarle que yo tenía en mente orquestar algunos de sus otros cuartetos, me dijo «Estoy de acuerdo». «Entonces ¿puedo empezar con el proyecto?». «Claro que sí, ¿por qué no?» Por desgracia concluí las orquestaciones cuando Shostakovich ya había fallecido y yo ya me había instalado en Occidente«.
A raíz del trabajo de la Sinfonía de Cámara, Barshai se ganó la confianza de Shostakovich, que quedó encantado con el efecto instrumental y recurrió a él para consultarle cuestiones relativas a la reducción de la orquestación de algunas de sus obras siguientes, como la espectral Sinfonía nº14 de 1969 que no es sino una sinfonía para orquesta de cámara con solistas vocales (Barshai cuenta que en una ocasión Shostakovich, que en esa época se encontraba enfermo, le dijo en broma: «Si no pudiera acabar la sinfonía, os pediría a ti y a Weinberg -1919-1996, gran compositor polaco-ruso y confidente del autor- que la acabárais por mí«).
Así narra Barshai su experiencia: «Un día Shostakovich me convocó en su casa. Al llegar me dijo que había compuesto una pieza sinfónica para orquesta de cámara y me preguntó sobre el número exacto de violines y violoncellos con que contaba mi agrupación y que si era posible añadir dos contrabajos y tres percusionistas. Le contesté que perfectamente podríamos añadir a las cuerdas instrumentos de viento y percusión…Cuando estuvo terminada su partitura empezamos la preparación del estreno. Shostakovich asistía a todos los ensayos y se sentaba detrás mío. Cuando llegamos al segundo movimiento, Malagueña, de gran riqueza inventiva, hay un momento de extremo contraste entre unos instrumentos que tocan de manera enérgica y vehemente en sobreagudo y otros en tesitura baja. De repente sentí unas fuertes palmadas en mi hombro. Me volví y era Shostakovich que se había acercado por mi espalda: «Continúa, continúa…Dios mío…no tenía ni idea de que pudiera sonar tan fantástico…perdona, continúa, continúa…». Él era así de espontáneo«.
Barshai, que en 1977 había huído de la URSS y se había establecido en Suiza, también jugó un papel importante en la película Testimony (Tony Palmer, 1988), siendo el director elegido para la interpretación de las piezas orquestales que se incluyen en la banda sonora de la película basada en las memorias atribuídas a Shostakovich y recopiladas por Solomon Volkov (1944). Como curiosidad, en un momento del largometraje, para ilustrar la convulsa época del estreno de la Quinta Sinfonía, la narración fílmica adquiere tintes documentales y diegéticos y vemos al propio Barshai dirigiendo la obra.
Leonid Kogan (Dnipropetrovsk, 1924-Moscú, 1982)
Si bien el violinista ucraniano nunca fue recipiendario de ninguna dedicatoria de Shostakovich ni participó en ningún estreno de su música (de hecho fue el gran rival de David Oistrakh y siempre estuvo eclipsado por la enorme figura del también ucraniano violinista), fue uno de los intérpretes que más propagaron el fantástico Concierto para violín y orquesta nº1 en la menor, Op.77 del compositor.
Galina Vishnevskaya (Leningrado, 1926-Moscú, 2012)
«Hubo un hombre cuya amistad iluminó mi existencia y cuyas cualidades espirituales alumbraron mi alma de una vez y para siempre. Fue Dmitri Dmitrievich Shostakovich, figura titánica y profundamente trágica del mundo artístico en la URSS. Me conmuevo al recordar los doce años de nuestra amistad entrañable; años durante los cuales mi vida y la de Slava (como llamaban familiarmente a Rostropovich sus amigos y allegados) y toda nuestra creatividad estuvieron estrechamente ligadas a la suya«. En estos términos es como se refiere la soprano dramática a Shostakovich la primera vez que lo cita en su indispensable y recomendable libro de memorias Galina. Toda una emotiva declaración de intenciones de lo que sentían tanto ella como su marido por el genial compositor.
Vishnevskaya fue dedicataria y llevó a cabo el estreno de tres composiciones vocales de Shostakovich: Sátiras, Op.109 (22.02.1961) a partir de poemas de Sasha Cherny: «Lo compuse para ti con la esperanza de que no te negaras a cantarlo. Si no te opones, desearía dedicarte esta obra«, refiere la soprano en sus memorias que le comentó respetuosa y tímidamente Shostakovich.
Cronológicamente la siguiente obra dedicada y estrenada por Galina fue Cantos y danzas de la muerte (12.11.1962). La gran soprano lo relata así: «Recibí un paquete. El remitente era Shostakovich. Abrí el paquete: contenía el manuscrito de la versión orquestal de las Canciones y danzas de la muerte de Mussorgsky. En la primera página decía «Dedico esta orquestación a Galina Pavlovna Vishnevskaya. D. Shostakovich». Sentí que valía la pena vivir. Quizá si Dmitri Dmitrievich no me hubiera oído cantar la obra original en mi concierto no la hubiera orquestado nunca. De todos modos, bajo la influencia de aquella composición, ese año apareció su Sinfonía nº13, La ejecución de Stepan Razin y finalmente la Sinfonía nº14«. Y es que la relevancia de esta orquestación del ciclo vocal de Mussorgsky originalmente compuesto para piano es decisiva para el lenguaje musical seco y austero y el enfoque pesimista de gran parte de la producción de Shostakovich a partir del año 1962, que es cuando da lo mejor de su catálogo.
El tercer ciclo de canciones que Shostakovich dedicó a Vishnevskaya, que asímismo lo estrenaría, fueron los desgarrados 7 poemas sobre Alexander Blok, Op.127 (28.10.1967). En sus memorias, Galina narra así la historia de la dedicatoria: «En verano de 1967 Shostakovich me invitó a su dacha y ejecutó para mí un ciclo de canciones basado en poemas de Alexander Blok: si no tienes inconveniente Galya, te dedicaré esta obra«. El poeta simbolista Alexander Blok (1880-1921), que había abrazado con entusiasmo el Comunismo en los albores de la Revolución, moriría desilusionado con el nuevo régimen y sin autorización gubernamental para viajar a Finlandia donde le hubieran podido tratar sus dolencias. Poco antes de su muerte había escrito: «Se le priva al poeta de paz y libertad. No de la paz exterior, sino de la paz de la creación. No de la libertad pueril, sino de su libertad de creación, de su libertad íntima. Y el poeta muere, pues ya no puede respirar. La vida ha perdido su sentido«. Un desengañado más, como tantos otros…
Galina hubiera llevado a cabo el estreno de una cuarta composición de Shostakovich, la decisiva Sinfonía nº14, sin embargo, como relata Rudolf Barshai (el director que tuvo el honor de estrenar esta absoluta obra maestra), la soprano se encontraba ocupada con otros compromisos adquiridos que la impedían disponer de tiempo para estudiar la partitura, recayendo finalmente el honor de la premiere en la soprano Margarita Miroshnikova.
La biografía de Galina Vishnevskaya dedicada por la cantante al autor de este blog. Colección particular de Rafael Valentín-Pastrana
En 1974 Vishnevskaya y Rostropovich habían emigrado a Occidente, perdido ambos la ciudadanía soviética y tenían prohibido regresar a su país. Tuvieron conocimiento de la muerte de Shostakovich, el 9 de agosto de 1975, mientras participaban en el Festival de Tanglewood (Massachusetts): «Hasta el último momento las autoridades soviéticas se mostraron crueles e insensibles. Yo había grabado unos fragmentos cantados de la Sinfonía nº14 (Shostakovich solía escuchar esa versión con frecuencia). Sus hijos quisieron que se escuchara en el funeral cívico, pero las autoridades se negaron terminantemente. No pudieron resistir la oportunidad de ensañarse con él una vez más. Nunca vi a Dmitri Dmitrievich muerto y no pude darle un último beso… Quizá por ello siempre pienso en él como si estuviera vivo«.
Mstislav Rostropovich (Bakú, 1927-Moscú 2007)
Quizá sea el violoncellista azerbayano Mstislav Rostropovich el más insigne ejemplo de intérprete campeonísimo de la música de Shostakovich: de hecho está vinculado a media docena de composiciones suyas: Concierto para violoncello y orquesta nº1 en mi Bemol Mayor, Op.107 (04.10.1959, dedicatario y partícipe del estreno), el ciclo de canciones Sátiras, dedicado a su esposa Galina Vishnevskaya, a la que acompañó al piano en su estreno el 22.02.1961. Rostropovich tomó la batuta para participar junto a su mujer en el estreno de la decisiva orquestación del ciclo de canciones de Mussorgsky Cantos y danzas de la muerte (12.11.1962). Otras dos obras para el instrumento de cuerdas le dedicó Shostakovich al genial intérprete, que procedería a su estreno: la orquestación del Concierto violoncello de Schumann (05.10.1963, numerado como Op.125) y el inmediatamente posterior espléndido y crepuscular Concierto para violoncello y orquesta nº2 en Sol Mayor, Op.126 (25.09.1966). Por último Rostropovich tomó parte del estreno de los 7 poemas sobre Alexander Blok, Op.127, interpretando el violoncello (28.10.1967).
Rostropovich ha sido hasta el último día de su vida el gran embajador de la música de Shostakovich. Y no sólo como destinatario de las obras anteriormente citadas, especialmente por los dos conciertos para violoncello, que interpretó por todo el mundo y registró en repetidas ocasiones. Sino por su labor menos conocida de director de orquesta, a la que poco a poco fue dedicando más tiempo por problemas en las articulaciones en los dedos que le impedían acariciar las cuerdas de su instrumentos cómo sólo él sabía.
Esta labor de Slava no sólo fue de programar y dirigir obras sinfónicas de Shostakovich con las mejores orquestas del planeta, sino sobre todo registrar ediciones críticas que a partir de entonces se convertirían en versiones de referencia (la Lady Macbeth de Mtsensk grabada para el sello Emi en 1979 y protagonizada por Galina Vishnevsakaya fue determinante para redescubrir al mundo esta colosal ópera negra) e incluso exhumar obras de cuya existencia sólo se sabía por rumores («Rayok. Manual de aprendizaje: la lucha de la tendencia Realista en Música contra la tendencia Formalista en Música“, registro de 1990 para el sello Erato que aún conserva un halo de misterio de cómo y cuándo llegó la mítica y cotizada partitura a manos del violoncellista y por qué esperó hasta quince años después de la muerte del compositor para su publicación y grabación).
En las memorias de Vishnevskaya podemos leer el emotivo momento en que Rostropovich se despide de Shostakovich en 1974 en vísperas de la salida de la URSS junto a su mujer Galina. El compositor, ante la sugerencia del violoncellista de que abandonara con ellos el país, le dijo entre lágrimas: «Slava, amo demasiado esta tierra. ¿Qué iba a hacer yo en otra parte?«.
Yevgueni Svetlanov (Moscú, 1928-Moscú 2002)
Entre los adalides de la batuta que acostumbraban con las orquestas soviéticas a interpretar durante sus giras por el extranjero la música de Shostakovich se encuentra otro mito de la dirección: Yevgueni Svetlanov, que visitó España en repetidas ocasiones y que estrenó junto a Rostropovich el Concierto para violoncello y orquesta nº2 en Sol Mayor, Op.126 (25.09.1966).
En 1979 Svetlanov fue nombrado principal director invitado de la Orquesta Sinfónica de Londres, director musical de la Orquesta Residencia de La Haya, puesto que ocupó desde 1992 a 2000 y colaborador asiduo de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Suecia durante el periodo 1997 -1999. Con toda esta actividad fuera de Rusia los pentagramas de Shostakovich que programó con asiduidad facilitaron que las audiencias occidentales se familiarizaran con su música.
Gennady Rozhdestvensky (Moscú, 1931-Moscú, 2018)
Si exceptuamos a Rostropovich, el campeonísimo que más ha contribuido al descubrimiento y difusión de la música de Shostakovich ha sido ese peculiar pero grandísimo director que es Gennady Rozhdestvensky, que llevaría a cabo el estreno de la trascripción para orquesta de cámara del ciclo de canciones inicialmente compuesto en 1948 De la poesía popular judía, Op.79A (19.02.1964) y, sobre todo del reestreno de la ópera La nariz, Op.15 (agosto de 1974), basada en uno de los Cuentos petersburgueses de Nikolai Gogol.
Las vicisitudes que sufrió esta fascinante ópera surrealista son ya conocidas: tras sus primeras representaciones después del estreno inicial el 18 de enero de 1930, la ópera fue masacrada y acusada de formalista –término sinónimo de contrario a los gustos del pueblo- por la RAPM (Asociación Rusa de los Músicos Proletarios) que pasa en aquellos años post-revolucionarios a someter a sus dictados toda obra musical, combatiendo las tendencias progresistas de sus miembros con el objetivo de extender las estructuras del poder comunista a la vida cultural soviética. Los puristas de la Revolución atacaron con saña y rencor esta genial composición por desviarse del camino que pronto desembocaría en intromisión y control en el trabajo de los creadores soviéticos, que provocaría en esos años sonados exilios en todas las ramas artísticas, y la ópera cayó en el olvido. Así sentenció la RAPM a La nariz: «La obra es irrelevante para los estudiantes, los trabajadores metalúrgicos y textiles. Si no acepta la falsedad de tal camino, Shostakovich se encontrará inevitablemente en un callejón sin salida«.
Rozhdestvensky encontró un manuscrito de La nariz en el Teatro Bolshoi en 1974, supuestamente la última copia en la Unión Soviética tras la retirada de la obra cuatro décadas antes. Y procedió a organizar su representación con la Ópera de Cámara de Moscú, de las últimas a las que asistió un ya decrépito Shostakovich, que fue grabada en vídeo y registrada en disco, convirtiéndose en un acontecimiento que mereció todo tipo de premios y galardones discográficos y que descubrió al mundo una faceta nueva del compositor como activo miembro de la vanguardia musical del momento.
Rozhdestvensky llevó también a cabo la reedición o exhumación de muchas obras olvidadas o arrinconadas de Shostakovich, realizando una serie de grabaciones para el sello discográfico Melodiya bajo el epígrafe «De los manuscritos de diferentes años» entre las que se destacan las ediciones críticas y al completo de sus tres ballets (La edad de oro, El perno, El arroyo luminoso), la música incidental para la obra teatral La chinche de Meyerhold, óperas inconclusas u orquestadas para otros como El gran relámpago o El violín de Roschild, obras sinfónicas de juventud, bandas sonoras para el cine que se daban por perdidas, etc.
Rozhdestvensky ha sido un director que se ha prodigado mucho en España. Incluso en uno de los numerosos periodos convulsos en la dirección titular de la Orquesta Nacional de España, se especuló (tras dos conciertos inolvidables como director invitado en que bordó interpretaciones de Manuel de Falla y Roberto Gerhard) con que el director moscovita pudiera aterrizar definitivamente en España para comandar de un modo estable y con regularidad la primera agrupación española. Sin embargo el rumor se diluyó para desgracia del panorama musical madrileño, que se tuvo que conformar con los conciertos extraordinarios organizados normalmente por el ciclo Ibermúsica que solía contar como director invitado con Gennady Rozhdestvensky. Su avanzada edad le ha alejado de los atriles españoles, pero para los que no hayan tenido la oportunidad de asistir al impagable espectáculo de ver nunca de frente a Rozhdestvensky y contemplar cómo disfruta activamente de la música que dirige, les recomiendo atender a los milagrosos tres minutos del vídeo anterior en que el director mima y mece con devoción y concentración absoluta a la orquesta en el mágico y evanescente final de la Sinfonía nº4 en do menor, Op.43 de Shostakovich.
Yevgueni Nesterenko (Moscú, 1938 – Viena, 2021)
El bajo ruso fue uno de los más frecuentes colaboradores de Shostakovich en su decisiva última etapa creativa (la que comienza con el Op.113 y que va hasta la última obra de su catálogo). Esta relación dio lugar a cinco estrenos, comenzando con las 5 romanzas sobre textos de la revista Krokodil, Op.121 (28.05.1966). El autor parte de unos textos de la revista humorística tratando anécdotas de un modo surrealista y con segunda lectura de crítica al férreo y absurdo sistema: un conductor de autobús, un novio en busca de esposa, un forofo del fútbol, una mujer lujuriosa (aquí parece que Irina Supinskaya, la esposa de Shostakovich, se molestó al sentir que en esta romanza -Irina y el pastor- se aludía a ella…) y una barra de pan recién salida del horno. La obra se estrenó con el compositor al piano, última de sus apariciones públicas como intérprete ya que esa misma noche tras el concierto, Shostakovich sufriría su primer ataque al corazón. De esta obra Boris Tishchenko (1939-2010), alumno del compositor, llevó a cabo una versión orquestal.
La siguiente obra estrenada por Nesterenko continúa en la línea de la obra precedente en cuanto a ajuste de cuentas con el Estado. Se trata de una obra sorprendente, irrepetible, escrita en 1966 como introducción al Catálogo Completo de sus Obras compuestas hasta ese momento, que se editaba en la URSS a bombo y platillo. Shostakovich ya era una figura egregia en su país y podía recurrir a textos que avalaran su pensamiento sobre las cosas para definirse sobre cuestiones que hasta entonces sólo había podido insinuar a través de música pura, sin palabras de apoyo. Atrás quedaban los continuos roces y reprimendas del pasado (las llamadas al orden que había tenido con Stalin, con Zhdanov, el ideólogo del Realismo Socialista, con Kruschev…). El título, entre lo rimbombante y lo irónico, ya nos da una pista de por dónde va Shostakovich: “Prefacio a la edición completa de mis obras y unas breves reflexiones a propósito de este prefacio, Op.123“, cuyo estreno tendría lugar el 02.03.1966. Para su completo entendimiento, basta leer entre líneas el texto, una perfecta combinación de farragoso lenguaje oficialista del Partido, del que el autor de La nariz se regodea musicalmente con autocitas (cuando el bajo entona “Dmitri Shostakovich”, el músico coloca su firma musical de 4 notas, el célebre tema Re, Mi bemol, Do, Si, que en el sistema de notación musical alemán correspondería a las iniciales D-S-C-H de su nombre y apellido, que utiliza como autógrafo cuando quiere reafirmar su independencia como autor), sabiendo que es de lo poco exportable que le queda a la URSS y que todo el mundo le venera y respeta como figura intocable:
“Emborrono una página en un suspiro. La silbo, me escucho con sonido indiferente. Atormento con ella a los que me rodean. Después, ¡a la imprenta y al olvido!. Este prefacio podría ser escrito no sólo para la edición completa de mis obras, sino para la de otros muchos compositores, tanto soviéticos como extranjeros. En fin, aquí va la firma: Dmitri Shostakovich, artista nacional de la Unión Soviética, recipiendario de muchos otros títulos honorables, tales como Primer Secretario de la Unión de Compositores de la República Socialista de la Unión Soviética, titular asimismo de otros muchos e influyentes compromisos y obligaciones”.
Las otras obras de Shostakovich estrenadas por Nesterenko se concentran en apenas año y medio: 6 romanzas sobre poetas ingleses para bajo y orquesta, Op.140 (30.11.1973, que es una versión para orquesta de cámara -de nuevo el efecto Barshai…- del Op.62 de 1942), la Suite sobre poemas de Miguel Ángel, Op.145 (escrita inicialmente para piano y estrenada el 23.09.1974 y cuya versión para conjunto de cámara compuesta inmediatamente a continuación fue también dada a conocer por Nesterenko el 23.12.1974) y la penúltima composición de Shostakovich, sobre textos de Dostoievsky: 4 poemas del capitán Lebdiakin, Op.146 (06.04.1975).
Conviene detenerse, por su trascendencia, en la serie de once poemas de Miguel Ángel Buonarotti. El Op.145, según le confesó Shostakovich a su hijo Maxim, venía a ser en realidad, y en todo menos en la nomenclatura, su Sinfonía nº16 (de igual manera que Das lied von der erde/La canción de la tierra de su admirado Mahler no es sino su Sinfonía nº9, como modo de saltarse la maldición de las novenas…), en una suerte de relectura de su querida Sinfonía nº14, ciclo vocal que, no por casualidad, cuenta también con once textos.
Cada uno de los poemas de Miguel Ángel tiene algo que ver con la vida y obra del compositor a la manera de ajuste de cuentas contra el abuso de poder y reafirmación de su libertad individual frente a los intentos de limitar su creatividad como artista: Verdad, Amor, Separación, Cólera, Al exilio, Creatividad, Muerte, Inmortalidad…Es ésta la última canción del ciclo y de nuevo un homenaje a su querido Mahler y al evanescente final Der Abschied/La despedida de su «falsa» sinfonía…Conviene recordar la debilidad de Shostakovich hacia el sinfonista alemán, del que llegó a decir en sus últimos años: “Si alguien me dijera que me queda sólo una hora de vida, me gustaría escuchar el último movimiento de La canción de la tierra«. Final despreocupado y despojado de rencor, como a la manera de repaso hacia atrás sin ira y mirando a su infancia, con una melodía que parece sacada de una caja de música (y que recuerda a la coda final de su postrera obra sinfónica numerada como tal: la Sinfonía nº15), acompañada de unas significativas estrofas del genio del Renacimiento italiano aplicadas como propias por Shostakovich a su experiencia vital:
El destino me ha enviado al sueño eterno.
Pero no estoy muerto. Aunque enterrado en vida.
Vivo en vosotros…en los corazones
de la gente que me quiere. Porque no soy polvo
y el quebranto mortal ya no me puede tocar.
Maxim Shostakovich (Leningrado, 1938)
Maxim y Dmitri Shostakovich
El hijo de Shostakovich (cuya huída del país junto a su mujer y a su hijo el 12 de abril de 1981 fue uno de las noticias más sonadas del momento, abriendo telediarios incluso en una España que en esos años apenas programaba media docena de las más de ciento cincuenta obras catalogadas del autor de Lady Macbeth) ha desarrollado lógicamente una gran labor de divulgación de la obra de su padre. En los inicios de su carrera, como pianista, fue dedicatario del Concertino para 2 pianos en la menor, Op. 94, compuesto por Shostakovich como regalo de cumpleaños para su hijo, que lo estrenaría junto a la pianista Alexia Maloletkova el 20.01.1954 y del Concierto para piano y orquesta nº2 en Fa mayor, Op.102 (igualmente a él dedicada y estrenada por Maxim al piano el 10.05.1957).
Y ya desde finales de los 60, Maxim Shostakovich contribuyó a la causa como director de orquesta especializado en la música de su progenitor, destacando los estrenos de la orquestación de la ópera del pupilo de su padre de los tiempos pre-bélicos del Conservatorio de Leningrado Veniamin Fleischmann (1913-1941) El violín de Roschild (24.04.1968, dirigiendo al Estudio de Ópera de Cámara Experimental) así como las premieres de su Sinfonía nº15 en La mayor, Op.141 (08.01.1972) y de la versión orquestal de la Suite sobre poemas de Miguel Ángel, Op.145A (23.12.1974).
Cuarteto Borodin (1945)
Libreto del cd de Emi dedicado a los Cuartetos nº 5 y 15 de Shostakovich, con la firma autógrafa de los cuatro componentes del Cuarteto Borodin. Colección de Rafael Valentín-Pastrana
La agrupación camerística fundada por Mikhail Kopelman, Andrei Abramenkov (violines), Dmitri Shebalin (viola) y Valentin Berlinsky (violoncello) ha sido (a pesar de no ser la destinataria de ninguna de las joyas que Shostakovich compuso para el género cuartetístico, prácticamente dedicadas y estrenadas en exclusiva por el Cuarteto Beethoven), la gran intérprete del ciclo del compositor, propagándolo por el mundo (en Madrid hemos tenido la inmensa suerte y la experiencia inolvidable de paladear hasta tres veces desde 1991 la integral cuartetística de Shostakovich a cargo del Cuarteto Borodin) y registrándolo para el disco en versiones de referencia y de gran calidad de sonido, algo que se echaba de menos en las grabaciones del Beethoven para el sello Melodiya.
En definitiva, unos descomunales y míticos intérpretes (casi todos ellos ya desgraciadamente desaparecidos) que dedicaron gran parte de su carrera musical a difundir fuera de las férreas fronteras soviéticas la obra de este inmenso compositor y gracias a los cuales muchos aficionados pudimos descubrir, profundizar, estudiar y amar la música de Dmitri Shostakovich.
Rafael Valentín-Pastrana
Este post está dedicado a @MCruzWesolowski mujer culta, siempre cordial, atenta y dispuesta a leer y compartir las entradas de este blog.
Bibliografía:
– Rafael Valentín-Pastrana: Las treinta y cuatro bandas sonoras de Dmitri Shostakovich. Eltema8.wordpress.com, 2014.
– Carlos Prieto: Dmitri Shostakovich. Genio y drama. Fondo de Cultura Económica. México, 2013.
– Rafael Valentín-Pastrana: Las veintiuna óperas de Dmitri Shostakovich. Eltema8.wordpress.com, 2013.
– Ricardo Bello: Shostakovich, Babi Yar y Yevtushenko. Revistamontero.com, 2013.
– José Luis Pérez de Arteaga: Shostakovich. Música de cámara. Fundación March. Madrid, 2003.
– Henry van der Groep: Una entrevista con Rudolf Barshai. DSCH Journal, 2002.
– José Luis Pérez de Arteaga: La música de cámara de Dmitri Shostakovich. VI Liceo de Cámara. Fundación Caja de Madrid, 1997.
– Galina Vishnevskaya: Galina. Versión española: Lilian Schmidt. Javier Vergara Editor. Buenos Aires, 1985.