El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

La «Siberia» de la Yoncheva: quien paga, manda

Umberto Giordano (1867-1948), autor de Siberia, se adscribe al verismo, corriente operística italiana característica del tránsito del siglo XIX al XX y cuyos miembros más representativos son Ruggiero Leoncavallo (1857-1919), Pietro Mascagni (1863-1945), Francisco Cilea (1866-1950) y, sobre todo, Giacomo Puccini (1858-1924), que trasciende el movimiento y se convierte en el más grande operista italiano a partir de Verdi. Giordano destacó con sus dos óperas consecutivas Andrea Chénier (1896) y Fedora (1898), las que más han perdurado en el repertorio. Siberia es su siguiente ópera pero, aunque al parecer recibió los elogios de compositores como Fauré o Massenet, nunca terminó de cuajar. De hecho las presentes dos funciones suponen el estreno de la obra en España. Desde su ópera Il re (1929), Giordano colgó las botas en un silencio de diecinueve años que recuerda a la enigmática reclusión, curiosamente en torno a ese mismo periodo de tiempo, de Jean Sibelius (que se conoce como «el silencio de Järvenpää», localidad cercana a Helsinki en la que residía) desde 1926 hasta su fallecimiento en 1957 sin apenas componer.

El libreto de Siberia (1903), a cargo de Luigi Illica (1857-1919, autor también de los textos de Andrea Chénier) se basa libremente en Recuerdos en la casa de los muertos (1862) de Fedor Dostoievski y en Resurrección (1899) de León Tolstoi. Por tanto Giordano vuelve a escoger una temática rusa, como en Fedora. La trama de Siberia también recuerda al mundo descrito por otro autor naturalista ruso, Nikolai Leskov en su novela Lady Macbeth de Mtsensk (1865), convertida en 1932 por Dmitri Shostakovich en magnífica ópera. La Siberia de Illica y Giordano es, como la describe su protagonista Stephana en un momento de la ópera, «tierra santa de lágrimas y amor». Efectivamente los amantes son trasladados a Siberia: él, condenado a trabajos forzados; ella para acompañar a su amado y redimirse de sus pecados. Pero allí en la mina todo resulta demasiado light: los convictos cantan, organizan obras de teatro, tocan la balalaika… Aún quedaban tres décadas para que aquellos campos de trabajo se transformaran, por obra y gracia de la NKVD comunista, en los mortíferos gulags.

Como destaca Fernando Fraga en las notas al programa, «Siberia tiene todo el interés y muchos de los ingredientes de una ópera tradicional a la italiana: tenor y barítono aman a la misma mujer soprano, mujer de vida un tanto discutible y que por amor busca regenerarse. Una “resurrección” moral conseguida a costa de su vida que pierde, como corresponde, en brazos del amante y a causa de las malas artes del pérfido barítono». Musicalmente Siberia contiene no muchos, pero algún momento de inspiración, como el aria de Vassili (un desacertado Murat Karahan) del segundo acto cuyo tema funciona de leitmotiv: no en vano los operistas veristas siguieron los postulados wagnerianos y optaron por dar continuidad al discurso musical de principio a fin prescindiendo de los tradicionales números musicales sueltos. La misma técnica emplea Giordano con el tercero en discordia, el villano Gleby (un correcto George Petean), cuya matinata a modo de serenata sonará también a lo largo de la ópera. Sin olvidarse de la continua presencia del célebre tema popular ruso de los remeros del Volga. Poco más a destacar de esta muestra de verismo a la siberiana.

Pero todo en la ópera pivota en torno a la soprano búlgara Sonya Yoncheva, a quien se debe la «resurrección» de Siberia. Ella es la que se propuso rescatar esta ópera del olvido y grabarla y programarla por los teatros del mundo y a ello se ha puesto con armas y bagajes haciendo tándem con su marido el venezolano Domingo Hindoyan. En este sentido la relación sentimental y profesional recuerda a otras parejas soprano-director del pasado (Joan Sutherland-Richard Bonynge) y del presente (Elīna Garanča-Karel Mark Chichon). Yoncheva hace y deshace a su antojo: se mueve por el escenario (aunque la ópera sea en versión de concierto) con aires de suficiencia y permitiéndose el lujo de cambiar de vestuario y lucirlo con presuntuosidad; en algún momento poco le faltó para arrebatarle la batuta al director, empuñarla ella y arrancarse a dirigir; se rodea de un pintoresco y discutible elenco vocal, pareciera que para no hacerle sombra y que la miran con el respeto que le tiene el empleado al jefe y, en el caso del tenor y el barítono protagonistas, más que con arrobo y pasión, con cara de pánico. Se nota demasiado que la soprano es, aparte de la protagonista femenina (tendente en demasía al recurso de lo gutural para transmitir desgarro), la promotora y la productora del espectáculo. La Siberia de la Yoncheva, de limitado interés musical (por algo ciertas obras no logran mantenerse, con toda justicia, en el repertorio) y que se hace larga a pesar de sus escasos cien minutos de duración, es, en definitiva, un excelente ejemplo de aquel sabio refrán popular que dice: «quien paga al gaitero, elige la tonada».

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Bibliografía:

– Fernando Fraga: Giordano vuelve a Rusia. Teatro Real. Madrid, 2022.

– Rafael Valentín-Pastrana: ¡Qué helada manecillahttp://www.eltema8.com, 2021.

– Rafael Valentín-Pastrana: Éste es el beso de Toscahttp://www.eltema8.com, 2021.

– Rafael Valentín-Pastrana: Turandot: «Qui il maestro finí»http://www.eltema8.com, 2018.

Nota 1: Este post, dedicado a Umberto Giordano, constituye el número 55 de la serie dedicada a Los titanes de la composición del siglo XX.

Nota 2: Las imágenes incluidas en este post de la representación y/o ensayos de Siberia son © Teatro Real / Javier del Real. Madrid, 2022.

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Esta entrada fue publicada en May 9, 2022 por en Música y etiquetada con , , , , , , , , , , , , .

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