El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

De «Fausto»… hasta el ballet

Arranca la nueva temporada del Teatro Real de Madrid, la del Bicentenario de su inauguración, con una obra escénica de Charles Gounod (1818-1893), compositor que cultivó todos los géneros, pero que sobre todo debe su fama a dos óperas: Romeo et Juliette (1867) y la que nos ocupa, Faust (1859), una de las más asentadas óperas del repertorio, sobre el conocido mito del mismo nombre y con libreto debido a Jules Barbier y Michel Carré.

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El argumento de Faust es conocido de todos por la profusión de obras teatrales (Marlowe, Goethe, Lord Byron, Nikolas Lenau), novelas (Oscar Wilde, Thomas Mann), largometrajes (Faust de Murnau, Fausto 5.0 de Isidro Ortiz y La Fura dels Baus, cuyo fundador Àlex Ollé firma la espectacular dirección de escena en esta nueva producción del coliseo madrileño), sinfonías (Liszt), oratorios (Berlioz, Schumann) e incluso otras óperas (y notables, como Mefistofele de Arrigo Boito o Doktor Faust de Ferruccio Busoni) basadas directa o indirectamente en la leyenda del médico que, frustrado cuando está alcanzando la tercera edad por no haber vivido suficientemente la vida y haberse dedicado exclusivamente a su trabajo académico, vende su alma al diablo firmando con él un pacto indisoluble del que sólo se podrá liberar finalmente Fausto por la redención por amor que lleva a cabo la abnegada y sacrificada Margarita.

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Con ella, el compositor francés se adscribió a lo que se vino a llamar «Grand-Opéra» y que trataba de competir en el favor del público de la época con las creaciones que venían de Italia de la mano de Rossini, Bellini, Donizetti y Verdi. Para ello los autores que frecuentaron este género recurrían a mitos y argumentos históricos y con gran profusión y despliegue de elementos: orquestas nutridas, coros copiosos, decorados grandiosos, vestuarios opulentos  y piezas de relleno para el lucimiento del equipo de ballet. Hasta Rossini (Guillaume Tell) y Verdi (Don Carlos, traducida al italiano y estrenada años más tarde como Don Carlo, más interpretada y grabada que el original galo) terminaron sucumbiendo al modelo francés, muy bien remunerado para los compositores por otro lado, y cuyo más conspicuo y estajanovista representante fue Giacomo Meyerbeer (Les Huguenots, Robert le diable…). Charles Gounod siguió vinculado a la grandeur francesa y así compuso su última ópera Le tribut de Zamora (1881) sobre temática española sobre las guerras de Reconquista castellana contra los musulmanes durante el siglo XII, que bien merecería su reposición. 

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La ópera, que en su versión inicial combinaba partes cantadas y habladas, tuvo un éxito moderado y titubeante en sus primeras representaciones. Todavía en 1882 podía leerse en el Musical Standard londinense «Boito hace un esfuerzo para pintar el cielo; Berlioz el infierno; Wagner las regiones subterráneas, y Gounod el terremoto del Gólgota. En nuestra época la imitación material hace furor. ¿Qué intentarán después estos ineptos esforzados y presuntuosos? Monsieur Gounod probablemente piense que también su música es la música del futuro. ¿Dónde va a ir a parar la música? ¿Se halla en decadencia? ¿Se está echando a perder a toda velocidad? ¿Es acaso debido a que Gounod padece senilidad que sus principales características son el materialismo grosero y la grosería material?». Afortunadamente en 1883 Faust fue la ópera escogida para inaugurar el Metropolitan de Nueva York y a partir de entonces la obra empezó su imparable carrera internacional, instalándose en el repertorio fijo de los principales teatros hasta convertirse en la ópera francesa más popular y representada en todo el mundo junto a Carmen de Bizet.

Momentos para el recuerdo y memoria de todo amante de la música son la contundente aria de Mefistófeles del acto II (Le veau d’or), el contagioso vals del Acto II (Ainsi que la brise légère), la belcantista aria de Fausto del Acto III (Salut, demeure chaste et pure), la virtuosística y archiconocida «Aria de las joyas» de Margarita del Acto III (Ah! je ris de me voir si belle en ce miroir, la favorita de la inolvidable Castafiore del Tintín de Hergé), el verdiano coro de los soldados del Acto IV (Dèposons les armes. Gloire immortelle) o el ballet del Acto V (unificado con partes vocales y generalmente conocido como La noche de Walpurgis). 

Y es que, a pesar de sus excesos y convenciones, de Faust, como del cerdo, a lo largo de sus cinco actos se puede aprovechar de todo…

 

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

 

Bibliografía:

– Joan Matabosch: Faust y su alter ego. Teatro Real. Madrid, 2018.

– Nicolas Slonimsky: Repertorio de vituperios musicales. Penguin Random House Grupo Editorial. Taurus. Madrid, 2016.

Nota: Las imágenes incluidas en este post de la representación y ensayos de Faust son © Teatro Real/Javier del Real. Madrid, 2018.

Este post está escrito con el inolvidable recuerdo de los momentos compartidos con la apasionada melómana C.L. y dedicado a su memoria. 

 

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