El Tema 8

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Los titanes de la composición en el siglo XX (58): Sergei Rachmaninov

La ópera El caballero avaro de Sergei Rachmaninov (Novgorod, 1873 – Beverly Hills, 1943), basada en una de las cuatro Pequeñas tragedias de Aleksandr Pushkin (las otras tres son Mozart y Salieri, Festín en tiempos de la peste y El convidado de piedra, todas ellas adaptadas musicalmente por Rimsky-Korsakov, Gubaidulina y Dargomyzhski respectivamente), llega a nosotros en coproducción entre la Fundación Juan March y el Teatro de La Zarzuela, dentro de la decimoquinta edición de su programa de Teatro Musical de Cámara (que aunque básicamente se ha dedicado a recuperar obras olvidadas del teatro lírico español, también ha programado piezas rusas, como Mavra de Stravinski, en 2016) y nos da la oportunidad de conocer una de las facetas menos conocidas de este titán de la música del siglo XX al que muchos encasillan despectivamente en el siglo XIX.

Y es que, a pesar de que prácticamente toda su producción se sitúa en el siglo XX (su obra más célebre, el prodigioso Concierto nº2 para piano y orquesta, es precisamente de 1901), Rachmaninov es considerado por parte de la crítica (por el público, que siempre le adoró, no) como un compositor anclado en el pasado, más un epígono del híper romántico Tchaikovsky que del visionario Stravinsky. Instalado en Estados Unidos huyendo en diciembre de 1917 de la Revolución Rusa (lo cual no está bien visto por parte de la poderosa y dominante musicología de izquierdas), su influencia en la música de aquel país, sobre todo en el género de las bandas sonoras cinematográficas es inmensa: Max Steiner, Franz Waxman, Roy Webb o David Raksin, que controlan la música para el celuloide durante la década de los cuarenta, beben en las extensas melodías y en las densidades orquestales de Rachmaninov.

Inmenso pianista aclamado mundialmente, entre su extenso catálogo para el teclado encontramos sonatas, estudios, variaciones, paráfrasis y dos series de preludios que contienen piezas frecuentemente interpretadas como propinas en las salas de concierto, así como un amplio corpus de lieder. Entre su producción destacan cuatro conciertos para piano y orquesta (1891, 1901, 1909 y 1926), más la magnífica Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934) y cinco grandes obras orquestales: tres sinfonías (1896, 1908 y 1936), el poema sinfónico La isla de los muertos (1909) y las Danzas sinfónicas (1940).

El caballero avaro (1904), situada entre Aleko (1892) y Francesca da Rimini (1905), es la segunda ópera de Rachmaninov, que dejaría en esbozo o inconclusas otras tres: Esmeralda, Salammbô y Monna Vanna. A lo largo de las tres escenas (En una torre, En un sótano, En un castillo) del acto único del cuento corto de Aleksandr Pushkin (1799-1837), desfilarán mostrando sus miserias los cinco personajes, todos ellos masculinos, de esta angustiosa y oscura ópera de Rachmaninov, de poco más de una hora de duración, en la que destaca el acto central, un impresionante y extenso monólogo de veinte minutos de duración a cargo del avaro barón (interpretado en el estreno de la ópera en 1906 por Georges Baklanoff, aunque el compositor tenía pensado contar para ese papel con el mítico Fiodor Chaliapin) y una espléndida combinación de la escuela tradicional de las tesituras graves (siguiendo el ejemplo de Mussorgsky) y de los cánticos ortodoxos rusos (a los que Rachmaninov dedicó varias de sus partituras: Liturgia de san Juan Crisóstomo, Las campanas, Las vísperas…).

Ihor Voievodin (izquierda, como el Barón) y Juan Antonio Sanabria (Albert, a la derecha) interpretando El caballero avaro

Desgraciadamente la ópera nos llegó en reducción pianística, por lo que no se pudo apreciar la orquestación wagneriana, ya desde la misma obertura, a la que hace referencia Marina Frolova en las notas al programa. Y es que Rachmaninov había quedado atrapado en las texturas instrumentales y cromáticas de Wagner tras asistir, durante la edición del Festival de Bayreuth de 1902, a las representaciones de El anillo del nibelungo y quizá por eso mucho del enfermizo anhelo por el oro está presente en El caballero avaro. Como aspecto a cuidar, el programa de mano incluía los textos originales en cirílico (cuando lo lógico hubiera sido facilitarlos en su transliteración al alfabeto latino, entendible para todos) y, eso sí, en una cuidada traducción al español a cargo de Amalia Serraller. Y una vez más se desaprovechó la reforma llevada a cabo en la sala de conciertos del auditorio de la Fundación March en verano de 2019 y que en su día se justificó para modernizar las instalaciones y mejorar las prestaciones de la sala, ampliando el escenario para poder dar cabida a conjuntos instrumentales. Eso sí, la puesta en escena, a cargo de Alfonso Romero, con escenografía de Carmen Castañón, vestuario de Gabriela Salaverri e iluminación de Félix Garma, pudo lucir en todo su esplendor.

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Bibliografía:

– Marta Rebón: Pushkin, el principio de todos los principios. Fundación Juan March, 2022.

– Alfonso Romero: Avaricia, del pecado capital a la crematomanía. Fundación Juan March, 2022.

– Marina Frolova: Un cuento sobre el sufrimiento humano. Fundación Juan March, 2022.

Nota: Las imágenes incluidas en este post del ensayo/representación de El caballero avaro son © Fundación Juan March / Teatro de La Zarzuela / Dolores Iglesias. Madrid, 2022.

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Esta entrada fue publicada en septiembre 26, 2022 por en Música y etiquetada con , , , , , , , , , .

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