Si hay que reconocer que un compositor de Tarragona es el autor de la mejor ópera (La dueña) y de la mejor obra sinfónico-vocal (La peste) escritas por un compositor español en todo el siglo XX, se dice y no pasa nada. Y ese músico se llama Roberto Gerhard (Valls, 1896-Cambridge, 1970), un español universal que, transcurridos más de cincuenta años desde su fallecimiento, sigue sin ser inexplicablemente valorado en su justa medida. Y gran culpa de ello la tienen, como de casi todo, la política y los políticos. Mientras los organismos culturales dependientes de la comunidad autónoma de Cataluña y sus terminales mediáticas siguen con sus juegos identitarios buscándole las íes latinas y las cedillas a las obras del músico tarraconense para utilizarle para su causa, de nuevo han tenido que ser una institución privada con sede en Madrid (la Fundación Juan March) y un instituto público dependiente del Ministerio de Cultura de España (el I.N.A.E.M.), también ubicado en Madrid, los que, programando una de las obras maestras del compositor de Valls, The plague / La peste (cantata escrita en inglés para narrador, coro y orquesta a partir de la célebre novela de Albert Camus) dentro del ciclo Poéticas encontradas, les saquen a las autoridades regionales las castañas del fuego.
Eñe de castaña como eñe de dueña, y no es una broma: el musicólogo Santiago Martín cuenta una curiosa anécdota al respecto en su estudio sobre la ópera de Gerhard The Duenna / La dueña «así, en castellano y con esa eñe que tanto irrita a algunos paisanos del compositor, según me señala un amigo catalán, una eñe que irrita casi más que los omnipresentes ritmos hispanos de la propia ópera». Pues igual con La peste, a la que, en vez de reivindicar como obra universal del patrimonio musical español, y unir todos sus fuerzas y sinergias por el bien artístico común, los comisarios supremacistas a sueldo de todos los españoles se empeñan en ignorar cuando no en apropiarse de ella. Y no es la única víctima: con Jaime Pahissa y con Felipe Pedrell, otros compositores utilizados políticamente por el nacionalismo catalán, hemos asistido últimamente a graves patinazos por parte de las autoridades e instituciones de aquella región, que se han quedado a verlas venir, mientras el Teatro de la Zarzuela y el Teatro Real exhumaban del olvido en Madrid sus respectivas óperas Marianela y La Celestina.
El concierto se había iniciado con la interpretación de la Fantasía española para clarinete y orquesta, Op.17 de Julián Bautista (1901-1961), otro más de los músicos de esta generación injustamente olvidados, que formó parte del grupo de compositores españoles que el 29 de noviembre de 1930 se había presentado al público en la Residencia de Estudiantes de Madrid con el objetivo de compartir sus inquietudes artísticas y defender sus postulados creativos. Este grupo, conocido posteriormente para la musicología como Grupo de la República, Grupo de los Ocho o Grupo de Madrid (a la manera del Group de les Six francés, de la década de los 20), estaba formado por Juan José Mantecón (1895-1964), Salvador Bacarisse (1898-1963), Fernando Remacha (1898-1984), Rosa García Ascot (1902-2002), Rodolfo Halffter (1900-1987), Ernesto Halffter (1905-1989), Gustavo Pittaluga (1906-1975) y el citado Julián Bautista. Como resume la catedrática Eva Moreda, «Esta generación es la primera que emplea conscientemente la música del pasado como motor de renovación: los valores de arcaísmo, pureza y sobriedad que ven en la música popular, en los vihuelistas o en la música para teclado de Scarlatti o del Padre Soler los espolean en su rebelión contra los excesos del romanticismo y el nacionalismo». Compuesta en 1946 durante su exilio en Buenos Aires tras pasar por Francia y Bélgica huyendo de la Guerra Civil, la añoranza a España está presente en toda la Fantasía, como si el compositor quisiera hacer méritos para regresar a su patria natal, y así se pudo comprobar desde la presencia inicial de la pandereta y el repiqueteo de castañuelas, pasando por las evocaciones de la Iberia de Albéniz y la presencia de los perfumes de la noche de la Iberia de Debussy, hasta las ralentizaciones finales a ritmo de jota herederas del Sombrero de tres picos de Manuel de Falla, que compartió exilio en Argentina con Julián Bautista. La parte solista de lúdica y amable pieza concertante corrió a cargo del clarinetista Enrique Pérez Piquer, acompañado por la Orquesta Nacional de España dirigida por Jordi Francés.
Y llegó el plato fuerte de la sesión. Tras la entrada de las tropas de Franco en Barcelona, Gerhard (que se había significado políticamente tras la fundación, en 1931, de la Asociación de Compositores Independientes de Cataluña –integrada, entre otros, por Manuel Blancafort, Eduardo Toldrá o Federico Mompou- y especialmente tras su nombramiento como asesor musical del Ministerio de Cultura del gobierno autónomo de Cataluña) se vio obligado a abandonar Barcelona a finales de 1938. Superadas las dificultades de unos primeros años alimenticios en Francia y Reino Unido, en los que adapta música popular española y zarzuelas de Barbieri, Chueca o Fernández Caballero, Gerhard se instala en Cambridge, consigue trabajo estable en los estudios radiofónicos de la BBC y alcanza pronto jerarquía en el panorama musical británico por su inmenso talento, logrando concluir en 1947 La dueña y que se programe en 1949 en versión radiofónica. Una partitura en la que, dentro de un lenguaje musical que mira cara a cara a la vanguardia del momento, se sucede un apabullante despliegue de serenatas, seguidillas, habaneras, sevillanas, jotas, zapateados, soleares, pasodobles, saetas, pasacalles, polos murcianos y canciones populares como emotivo, sentido y reconciliador homenaje sin rencores a España desde la nostalgia de su exilio británico.
La relación entre Gerhard y Camus fue relativamente fructífera y dio lugar a tres composiciones musicales. A principio de los años 50 Gerhard inició la escritura del libreto para una ópera basada en la novela de Camus L’étranger / El extranjero (1942), llegando a obtener la aprobación del propio autor. Pero Gerhard no logra encontrar financiación y descarta el proyecto como ópera, aunque finalmente aprovecha la música como acompañamiento para una adaptación radiofónica de la BBC en 1954. La segunda vez que Gerhard escoge una obra de Camus es tras su trágica muerte en accidente de coche: en 1961 compone Calígula, sobre la pieza teatral del argelino-francés, para cinta magnética y destinada a otra producción de la BBC. Y en 1963 Gerhard acomete, a partir de la traducción al inglés de Stuart Gilbert, la composición de La peste, basada en la novela existencialista que Camus escribió en 1947. Tras aprobar el proyecto el intendente William Glock y el director de la Orquesta Sinfónica de la BBC, el húngaro Antal Dorati (que desde que se conocieron en 1938 a propósito del encargo del ballet La noche de San Juan, escrito para los Ballets Russes de Monte-Carlo, sería uno de los apóstoles de la música del compositor de Valls) será el que la estrene en el Royal Albert Hall. Así lo narraría Joaquim Homs, compositor y amigo (y anfitrión en su casa de Blanes, en la Costa Brava, durante las frecuentes visitas veraniegas de Gerhard a partir de 1948) y testigo del estreno: «El día 1 de abril de 1964 tuvo lugar el estreno mundial de La peste en Londres, al cual tuve el honor de asistir junto a tres amigos de Barcelona (…). La obra nos impresionó profundamente. El choque que provoca en el lector la narración de Camus, queda magnificada musicalmente en dos sentidos. De una parte, por el extraordinario relieve sonoro que la orquesta y el coro adquieren en relación con la voz impersonal del narrador y, en segundo lugar, por el intenso efecto comunicativo que se deriva de concentrar todo el dramatismo y la significación de los eventos en un espacio de tiempo restringido… Para expresar en los 42 minutos que dura la cantata el sentido esencial de la narración, Gerhard concentra la multiplicidad de personajes que intervienen en dos únicos protagonistas: el narrador que explica la historia y el comportamiento de aquellos, y el coro que personifica al pueblo castigado por la peste. El tono impersonalmente neutral en que está escrita la narración de Camus justifica de pleno el tratamiento que le da Gerhard. El melodrama, según él, no ha de ser nunca tratado melodramáticamente. La voz del narrador, de tono y ritmo indeterminado, es considerada en la obra como un elemento casi musical que se ha de conjuntar con otros más determinados, en una organización sonora que los engloba a todos… La cantata consta de nueve secciones basadas en los acontecimientos más significativos de la narración. Las intervenciones corales y del narrador se alternan con el apoyo de la orquesta, que configura el curso general de la composición y que profundizan en el sentido y mensaje de la obra de Camus». Esto conecta con la catalogación que hace el musicólogo Malcom MacDonald de la obra, para quien «el papel principal que Gerhard otorgó a la voz hablada hace que La peste no sea exactamente una cantata, sino, en el sentido estrictamente genérico, un melodrama».
Gerhard resumiría, en las notas al programa del estreno londinense, su punto de vista sobre la novela de Camus: «En apariencia, la historia trata de un brote de peste que supuestamente ocurrió en Orán en la década de 1940. Pero mientras el carácter objetivo, casi documental, de la narrativa tiene como finalidad hacernos creer en la realidad de estos hechos imaginarios, poco a poco nos vamos dando cuenta, de forma sutil aunque indefectiblemente, que la peste nos concierne a todos. Nos creemos libres, pero nunca nadie será libre mientras siga habiendo pestes». Como señala MacDonald, aunque la historia tenga visos de realidad y Camus fuera natural de Orán, «los acontecimientos son simbólicos y sus repercusiones alcanzan otros aspectos de la condición humana (…). La peste, con todos sus detalles nauseabundos, es una metáfora de la fragilidad de la existencia humana (…). En este sentido es una historia de nuestro tiempo, de cualquier tiempo». Y Gerhard precisa aún más: «Es importante, sin embargo, que nuestra interpretación del aspecto simbólico de la obra sobrepase cualquier límite temporal o nacional». O sea, que Gerhard no concibe en clave autobiográfica La peste (con la salvedad del momento del confinamiento de la población, cuando el coro susurra repetidamente «Exilio…exilio…exilio») y que, por consiguiente, no trata ni de la guerra entre los españoles ni de reivindicaciones de lo catalán.
Con La peste Gerhard, liberado definitivamente de ataduras folclóricas nacionalistas, dará un salto exponencial de calidad, componiendo una obra hija de su tiempo y adoptando a partir de entonces un estilo y lenguaje propio e inconfundible. De una sonoridad apabullante y descarnada que transmite desasosiego y miedo, la relevancia de La peste con su impactante orquestación (que incluye el acordeón, instrumento muy utilizado por Gerhard en sus obras de plenitud creativa) y su innovador y radical empleo del coro, que canta (en inglés), pero que también habla, susurra, gime o grita, se aprecia en cómo influyó en composiciones trascendentales de autores incontestables de la vanguardia musical de la segunda mitad del siglo XX, como György Ligeti (Réquiem de 1965, Lux Æterna de 1966), Krzysztof Penderecki (La pasión según san Lucas, de 1965, Dies irae de 1967), Luciano Berio (Sinfonía, 1968) o Leonard Bernstein (Misa, 1971). Autores que bebieron para sus obras en momentos impactantes de La peste, como cuando los habitantes de Orán, exclaman aterrorizados «The’re coming out again! The rats! / ¡Las ratas! ¡Están saliendo de nuevo!».
Y a Roberto Gerhard, desde el exilio, le debe también mucho la vanguardia musical española que se quedó aquí tras la Guerra Civil: por ejemplo Cristóbal Halffter (1930-2021) se adentrará en 1967 en el género del oratorio-cantata, a partir de textos de Platón, con Symposium, en el que se detecta claramente la influencia de La peste. Obra que, pese a su polémico estreno en Madrid, terminará de posicionar al compositor madrileño como referente de la música española contemporánea durante el franquismo: al año siguiente Halffter recibirá un encargo de postín de la ONU para conmemorar el XX aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que cristalizará en la cantata sinfónica para soprano, barítono, seis recitadores, dos coros mixtos y orquesta con dos directores, Yes speak out, yes, también de resonancias gerhardianas, y que fue estrenada con gran expectación y fuertes medidas de seguridad en el Teatro Real de Madrid en 1969.
La andadura de La peste en España no ha sido fácil. Pero ni con Franco, ni en la Transición, ni gobernando las izquierdas en solitario. Hasta enero de 1992, veintiocho años después de su estreno, la cantata de Gerhard no tuvo su primera representación madrileña, en su versión francesa (la única versión que aprobó en vida el compositor, además de la original en inglés), con la Joven Orquesta y Coro Nacionales de España dirigidos por Edmon Colomer, con la actriz Geneviève Page en la narración. El mismo director la grabaría en disco en 1996 con la misma formación orquestal. Como escribiría en esas fechas el añorado José Luis Pérez de Arteaga con una mezcla de ilusión y escepticismo, «Parafraseando a Mahler, acaso podríamos decir: su tiempo (¡por fin!) ha llegado». Pero el tiempo de Gerhard, salvo algún concierto excepcional y aislado (básicamente gracias, de nuevo, a la madrileña Fundación March: los cuatro ballets de Gerhard repartidos en dos conciertos), siguió sin llegar. Otra gran ocasión perdida fue cuando se anunció para junio de 2019 la representación del oratorio en el Teatro Real en versión escénica. Parecía que era la oportunidad idónea para reivindicar definitivamente la causa gerhardiana con el poder ya ocupado por el sanchismo gobernando con el apoyo de independentistas catalanes de todo signo. Pero llegó el momento y a pocas semanas del ilusionante estreno programado, La peste se cayó del cartel por sorpresa y sin explicación convincente por parte de los responsables del coliseo madrileño de las verdaderas razones de la cancelación. Y por fin en 2022, tras treinta años de ausencia, vuelve La peste a Madrid, en esta ocasión interpretada por la Orquesta y Coro Nacionales de España con Jordi Francés a la batuta y con narración en español del actor Alfonso Delgado. Como cantaría nostálgicamente el Gobernador de Don Gil de Alcalá de Penella, que también en este mes de mayo madrileño se ha repuesto con gran éxito en el Teatro de La Zarzuela: «¡Fue en Madrid!…(«¡Tierra maldita de todos los pecados!» aclara el Magistral)…¡Fue en Madrid!…¡Fue en Madrid!«…donde La peste de Roberto Gerhard se tuvo que volver a programar.
La peste está estructurada en nueve secciones: Orán, El estallido de la epidemia, La conmoción entre la población, El Comité de Salud, El cierre de las puertas de la ciudad, La muerte de una joven, Los entierros, La agonía de un niño, El final repentino de la epidemia. Más un epílogo que funciona como un (falso) final feliz. Esos títulos, u otros parecidos, nos resultan, desgraciadamente, muy familiares a todos desde marzo de 2020: los informes de los expertos, los cierres perimetrales, la desinformación, la utilización política, la confusión, la falta de medicamentos, la indefensión, los entierros sin la presencia de los familiares, el aplanado de la curva, los repuntes, el fin de las restricciones, la vuelta a la normalidad… Antal Dorati afirmaría durante la grabación discográfica de la obra en 1973: «La peste no es una pieza agradable, no halaga los sentidos del oyente, más bien al contrario: le perturba, le inquieta y le amonesta». La peste es, en acertadas palabras de MacDonald, «una especie de Pasión, la pasión de la humanidad en manos de unas fuerzas que estarán siempre fuera de su control». Como las que ahora están descontroladas y que padecemos en estos tiempos que nos ha tocado vivir. «Esto no es un cuento de ratas, sino de hombres. Es un cuento de nuestro tiempo. Pero no puede ser un cuento con un final victorioso, sino una derrota eterna», escribiría Roberto Gerhard. Por todo ello La peste es una obra necesaria y de plena actualidad que debería ser de obligada escucha tras las lamentables experiencias recientemente vividas y, sobre todo, porque es una descomunal composición que merecería ser programada continuamente por nuestras orquestas y directores e interpretada con orgullo por todo el mundo como una de las mejores composiciones españolas del siglo XX.
Rafael Valentín-Pastrana
Bibliografía:
– Elena Torres: Poéticas encontradas. La música española en el periodo de entreguerras (1918-1939) Compromiso versus evasión. © Fundación Juan March / Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música. Madrid, 2022.
– Rafael Valentín-Pastrana: «La dueña» o cómo el tarraconense Roberto Gerhard combatió desde su exilio inglés a la «leyenda negra»…y al nacionalismo catalán. http://www.eltema8.com, 2022.
– Rafael Valentín-Pastrana: «La noche de San Juan», un ballet para después de una guerra. http://www.eltema8.com, 2021.
– Rafael Valentín-Pastrana: España abre los ojos ante una gran ópera rescatada del olvido: «Marianela» de Jaime Pahissa. http://www.eltema8.com, 2020.
– Rafael Valentín-Pastrana: El «enigma Roberto Gerhard». http://www.eltema8.com, 2020.
– Santiago Martín: Introducción a «La dueña», ópera en tres actos de Roberto Gerhard. Teatro español en el exilio. Las puertas del drama nº52. El kiosco teatral, 2019.
– Eva Moreda: Bacarisse y el exilio. © Fundación Juan March. Madrid, 2017.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición en el siglo XX (13, 14 y 15): Los tres Halffter. http://www.eltema8.com, 2015.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición en el siglo XX (3): Roberto Gerhard. http://www.eltema8.com, 2012.
– Malcom MacDonald: «La peste» y «Ephitalamion». Traducción de Ramón Vilalta. Audivis, 1996.
– José Luis Pérez de Arteaga: «La peste». Orquesta y Coro Nacionales de España. Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música. Ministerio de Cultura. Madrid, 1992.
– Joaquim Homs: Roberto Gerhard i la seva obra. Traducción libre de Rafael Valentín-Pastrana. Biblioteca de Catalunya. Barcelona, 1991.
Nota: El título de este post es un homenaje a una magnífica obra orquestal, Das Gastmahl während der Pest, de la excelente compositora rusa Sofía Gubaidulina (1931) basada en el poema de Alexander Pushkin Festín en tiempos de la peste.