El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

Abrazo de amor y de muerte bajo la luz de la luna checa

Autor de obras maestras en todos los géneros que tocó (instrumental, camerístico, religioso, orquestal, vocal…), la verdadera vocación de Antonín Dvořák (1841-1904), según reconoció el propio compositor, era la ópera, género del que se ocupó en diez ocasiones repartidas en treinta y cinco años: Alfred (1870), Rey y carbonero (1871), Los amantes testarudos (1874), Vanda (1876), El campesino astuto (1878), Dimitrij (1882), El jacobino (1887), El diablo y Catalina (1899), Rusalka (1901) y Armida (1904).

Rusalka cuenta con un libreto de Jaroslav Kvapil, basado en Undine de Friedrich de la Motte Fouqué, que a su vez se inspira en el célebre relato de hadas de Hans Christian Andersen La sirenita (1837). Y constituye, junto a La novia vendida (1866) de Bedrich Smetana y Jenufa (1903) de Leoš Janáček, la ópera más representada del repertorio checo. La atmósfera de Rusalka es perfectamente acorde con el misticismo e impresionismo que dominaban el contexto cultural de fin de siglo y por eso podemos catalogarla cronológicamente como la primera ópera del siglo XX.

Estrenada en el Teatro Nacional de Praga el 31 de marzo de 1901, Rusalka regresa a España después de su primera representación, hace casi cien años, en el Teatro Real de Madrid el 15 de marzo de 1924 por la Compañía Nacional de Teatro Checo, que durante esas fechas realizó una gira por nuestro país. Las nuevas funciones son coproducción del coliseo madrileño con la Säschsische Staatsoper de Dresde, el Teatro Comunale de Bolonia, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia. La puesta en escena corre a cargo del alemán Christof Loy que, como en su anterior trabajo para el Teatro Real con Capriccio de Richard Strauss, vuelve a ambientar la acción en un entorno palaciego y teatral, burgués y decadente, desubicándola de los bosques y lagos centroeuropeos.

Un mundo, el de las leyendas de los seres de las aguas, las náyades, las ondinas, al que ya Dvořák le había dedicado su magnífico poema sinfónico en forma de rondó Vodník / El duende de las aguas, de 1896. Este papel determinante de la naturaleza en la música del bohemio Dvořák lo encontraremos también en otros de sus contemporáneos, como el alemán Alexander von Zemlinsky que recurre al mismo relato de Andersen para componer su fantasía orquestal La sirena (1903), o como en la ópera panteísta Příhody lišky bystroušky / La zorrita astuta (1924) de su compatriota moravo Janáček. La relación del hombre con la naturaleza es también el tema principal de Rusalka, una ninfa del lago, hija del implacable y frío Vodník, que se enamora de un príncipe y que, por decidir seguirle y abandonar su entorno cruzando la línea entre los dos mundos, tendrá que asumir por ello unas trágicas consecuencias. Rusalka deberá verter sangre de su infiel enamorado, que sucumbe a los encantos de una princesa extranjera en el fondo de la laguna bajo la luz de la luna si quiere volver a ser la que era. Pero ambos protagonistas renunciarán a sus acomodadas vidas en sus respectivas zonas de confort redimiéndose a través del amor.

Dos mundos se entrelazan en la ópera: el natural/fantástico de bosques, ríos y lagos y el humano/real de reinos y palacios. Para el primero Dvořák emplea una paleta tímbrica diáfana y delicada y una mayor riqueza armónica, mientras que para el segundo el compositor recurre a una instrumentación más clásica y a una estructura más convencional: el ballet del segundo acto (al que Christof Loy y el coreógrafo Klevis Elmazaj le confieren una presencia decisiva en la acción, convirtiéndolo en una agresiva bacanal que acentúa el distanciamiento entre la sirena que ignora los códigos de la pasión humana y el príncipe que, como humano, necesita dar rienda suelta a sus bajos instintos) sigue la moda francesa impuesta por la Grand Opéra. Las corrientes del panorama musical europeo de la época están igualmente presentes, pero recurriendo también el compositor a temas del folclore de su Bohemia natal. Pero en la partitura prevalece ante todo la influencia de las óperas de Richard Wagner, de cuya música Dvořák se había empapado a raíz de una serie de conciertos que Wagner llevó a cabo en distintas localidades de Chequia durante 1863: «Estaba loco por él. Recuerdo seguirlo mientras paseaba por las calles de Praga para tener la oportunidad de ver, de vez en cuando, la cara del gran hombrecito». Posteriormente, durante su etapa de director del Conservatorio Nacional de Música de Nueva York (1892-1895), Dvořák seguiría empapándose del magisterio wagneriano.

En Rusalka late por supuesto el influjo de los sonidos y ecos del bosque tan característicos del autor de la Tetralogía así como su armonía cromática y su estructura única y continua. Y especialmente Dvořák asume las teorías de Richard Wagner sobre el leitmotiv (el tema del anhelo de Rusalka invocando a la luna, el tema rítmico de los sortilegios de la hechicera Ježibaba, el tema del príncipe cazador a cargo de las trompas, el tema del destino, el tema de las aguas con sus ninfas -tres, como las hijas del Rin- a cargo de las arpas…). El dúo final es un perfecto ejemplo de todo ello (“Los últimos quince minutos más memorables de la historia de la ópera», en palabras del director de orquesta de las representaciones de Rusalka, el inglés Ivor Bolton, y razón no le falta), un estremecedor y sublime paseo de príncipe y ninfa por el amor y la muerte en el que el tiempo parece detenerse, uno de esos momentos que demuestran que la ópera es la más excelsa manifestación del arte y que sin duda debió hacer las delicias de los artistas surrealistas del momento por su arrebatado amor fou:

«¡Abrázame, ofréceme la paz!
¡Tus besos redimirán mis pecados!
¡Ahora muero feliz en tus brazos!»

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Videobibliografía:

– José Luis Téllez: Rusalka. Teatro Real. Madrid, 2020.

– Pablo L. Rodríguez: Dvořák, la ópera y el «gran hombrecito». Teatro Real. Madrid, 2020.

– Rafael Valentín-Pastrana: La cena está lista, señora condesa. http://www.eltema8.com, 2019.

– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición en el siglo XX (7): Leoš Janáček. http://www.eltema8.com, 2014.

– András Batta/Sigrid Neef: Ópera. Könemann Verlagsgesellschaft mbH. Colonia, 1999.

Nota 1: Este post, dedicado a Antonín Dvořák, constituye el número 43 de la serie dedicada a Los titanes de la composición en el siglo XX.

Nota 2: Las imágenes incluidas en este post de la representación y ensayos de Rusalka son © Teatro Real / Monika Rittershaus. Madrid, 2020.

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Esta entrada fue publicada en noviembre 25, 2020 por en Música y etiquetada con , , , , , , .

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