Al margen de alaracas y sin bombo ni platillo, el viernes 4 de noviembre de 2022 tuvo lugar en la sede de la Fundación BBVA, dentro de su ciclo musical Contrapunto, un acontecimiento, apenas recogido por los medios de comunicación, que hacía justicia al reciente fallecimiento de uno de los compositores más importantes de la vanguardia musical europea: el polaco Krzysztof Penderecki (Dębica, 1933 – Cracovia, 2020). El concierto, a cargo del magnífico cuarteto polaco Meccore, tuvo relevancia especial porque se interpretó por primera en España de manera conjunta la integral de cuartetos de cuerda de Penderecki: cuatro obras compuestas entre 1960 y 2016 que apenas suman cuarenta y cinco minutos de duración entre todas ellas pero que suponen un perfecto compendio de la trayectoria creativa de este compositor de decisiva influencia en el desarrollo de la música contemporánea.
Penderecki salta a la fama en 1960 con sus obras Treno por las víctimas de Hiroshima y Polymorphia, ambas para orquesta de cuerdas. Las obras suponen un shock para el mundo de la música y el compositor polaco pasa a ser un referente de la vanguardia musical europea del momento junto con el húngaro György Ligeti (1923-2006), otro compositor proveniente del Telón de Acero, con su obra Atmospheres de 1961. Hay que valorar que Polonia y Hungría eran, en aquellos años y al igual que otras repúblicas populares satélites de la URSS, países donde se imponía implacablemente la estética del Realismo Socialista marcada por el funesto Decreto Zhdanov de 10 de febrero de 1948 y así las férreas consignas que venían desde Moscú impregnaron todas las ramas creativas para controlar a los autores de Europa del este. Toda referencia al arte moderno, fue prohibida y cercenada: las músicas dodecafónicas, concretas o seriales eran consideradas experimentales y de influencia peligrosa para los buenos ciudadanos del mañana. Pero Polonia, en concreto, fue un milagroso bastión que se resistió al control comunista sobre la cultura en una época en la que toda disidencia se pagaba con la vida: Penderecki es, junto a Tadeusz Baird, Andrzej Panufnik, Witold Lutosławski, Henryk Gorecki y Wojciech Kilar, un ejemplo de la espectacular cosecha de compositores que ha aportado Polonia a la música contemporánea en un lamentable contexto de control y censura por parte del poder político.
Pero también Penderecki debe mucho de su popularidad al séptimo arte. Se había iniciado en el mundo de las bandas sonoras con una película emblemática: El manuscrito encontrado en Zaragoza (Wojciech Has, 1965), a partir de la célebre novela de Jan Potocki. En 1973 William Friedkin empleó fragmentos de Polymorphia en El exorcista y el cineasta Stanley Kubrick recurrió a varias composiciones del autor polaco en su largometraje El resplandor (1980), lo que contribuyó, por la enorme visibilidad que tuvieron ambas películas, a que unas músicas en principio dirigidas a una audiencia minoritaria y especializada terminaran alcanzando una masiva popularidad, como también lograron Richard Strauss, Bartok, Ligeti, Khachaturian o Shostakovich gracias a ser elegidos por el director estadounidense. En concreto Kubrick escogió para su película basada en la novela de Stephen King músicas de Polymorphia, El despertar de Jacob, Utrenja, De natura sonoris nº1 y De natura sonoris nº2, todas con el denominador común de resultar inquietantes y generar desazón. Años más tarde, en 2010, otro director norteamericano, Martin Scorsese (1942), amplió la fama de Penderecki entre el gran público al recurrir para su película Shutter Island a la passacaglia de la Sinfonía nº3, que el compositor polaco había escrito en 1995.
El ciclo cuartetístico de Penderecki arranca en 1960 con su Cuarteto nº1, estrenado y grabado por uno de los más prestigiosos conjuntos de cámara del momento, el Cuarteto LaSalle. En esta obra Penderecki lleva al extremo los recursos de los instrumentos de cuerda (que él, como violinista, conocía a la perfección): golpeo del puente con el arco, palmeo por parte de los intérpretes de la caja de resonancia de los instrumentos, etc. Y los timbres parecen proyectarse de un instrumento a otro formando un complejo andamiaje sonoro.
En el Cuarteto nº2 (1968) Penderecki siguió experimentando con las texturas sonoras, la indeterminación formal y jugando con los recursos de los instrumentos: silbidos de los intérpretes, cuerdas rasgadas, instrumentos deliberadamente desafinados, empleo de las técnicas «sul tasto» y «sul ponticello» y de los instrumentos como elementos percusivos… Son sonoridades, las presentes en los dos primeros cuartetos de Penderecki, insospechadas para lo que es el empleo tradicional de los instrumentos de cuerda, que son tocados, como en la obra en recuerdo de las víctimas de Hiroshima, de forma no convencional.
Tras cuarenta años sin dedicarse al cuarteto de cuerdas, Penderecki volvió al género en 2008, con el Cuarteto nº3, subtitulado «Páginas de un diario no escrito» y compuesto por encargo del Cuarteto de Shanghái. Pero ya es musicalmente otro Penderecki, que en 1997 había declarado: «Llevo décadas buscando y descubriendo nuevos sonidos. Al mismo tiempo he estudiado de cerca las formas, estilos y armonías de épocas pasadas. Me he adherido a ambos principios: mi producción creativa actual es una síntesis». Efectivamente Penderecki evoluciona desde la vanguardia radical cuya bandera había enarbolado en los años sesenta y setenta a una música más expresiva y asequible, en la que dominan los tempos marciales, la estructura de toccata, el empleo de los staccatos y cuya regresión estética fue mal aceptada por los sectores más progresistas del mundo musical. Un Penderecki «neorromántico» que provocó y generó, como recoge Mikel Chamizo en las notas al programa, «un gran impacto entre sus seguidores y un cisma en torno a la figura de Penderecki que perdura aún hoy». Entre nuestros críticos, Ismael Cabral se lo toma a la tremenda («Desgraciadamente hoy, no se puede creer en Penderecki»). mientras que para Arturo Reverter, Penderecki «buscaba inteligentemente la mirada complaciente del gran público, lo encontramos en casi toda su producción».
La última pieza del ciclo de Penderecki es el Cuarteto nº4 (2016), estrenado por el Cuarteto Belcea por coencargo del Centro Nacional de Difusión Musical de España, el Wigmore Hall de Londres, el Flagey de Bruselas y el Mickiewicz Institut de Varsovia, contando con el apoyo del Belcea Charitable Trust. En palabras del musicólogo Santiago Martín Bermúdez, el último cuarteto de Penderecki despliega «un discurso conciso, breve, denso, tenso, alusivo, rico en sugerencias, más también en frases que se desmienten a sí mismas porque se detienen o se desvían». El cuarteto, estructurado en dos partes contrastadas, desprende un marcado componente folclórico y algunos estudiosos, en referencia a la brevedad de la pieza (seis minutos en total), especulan con que el compositor dejó la obra inacabada.
El concierto se completó con el Cuarteto nº1 de Robert Schumann. Pero el homenaje que la Fundación BBVA dedicó a Krzysztof Penderecki, verdadero protagonista del programa, podía haber terminado perfectamente con la última obra para cuarteto de cuerdas compuesta por este titán de la composición cuyo legado abarcó sesenta años a lo largo de los siglos XX y XXI.
Rafael Valentín-Pastrana
Bibliografía:
– Mikel Chamizo: Integral de los cuartetos de cuerda de Krzysztof Penderecki. Fundación BBVA. Madrid, 2022.
– Ismael G. Cabral: Del todo a la nada: Krzysztof Penderecki. Mundo Clásico. Cambre, 2020.
– Arturo Reverter: Adiós a Krzysztof Penderecki, el eclecticismo camaleónico. El Español. Madrid, 2020.
– Rafael Valentín-Pastrana: Ligeti atrapado en la telaraña de Escher. http://www.eltema8.com, 2016.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición en el siglo XX (10): Andrzej Panufnik. http://www.eltema8.com, 2015.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición en el siglo XX (8): György Ligeti. http://www.eltema8.com, 2014.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición en el siglo XX (4): Witold Lutosławski. http://www.eltema8.com, 2013.