El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

Lavapiés está que arde

El barberillo de Lavapiés, consolidada como una de las joyas del teatro lírico español desde su aclamado estreno el 19 de diciembre de 1874, precisamente en el Teatro de la Zarzuela, vuelve al coliseo madrileño en reposición de la exitosa producción de 2019, con la entusiasta dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra, la minimalista y claustrofóbica (como las enmarañadas calles del barrio de Lavapiés) dirección de escena de Alfredo Sanzol, el vistoso tipicismo del vestuario de Alejandro Andújar, la espectacular iluminación, jugando con efectos de niebla, humo y fuego, de Pedro Yagüe y la brillante coreografía de Antonio Ruz. Uno de los patriarcas de la música nacionalista española, Felipe Pedrell, del que este año se cumple el centenario de su fallecimiento, resumió acertadamente el cariño que el aficionado a la zarzuela tiene por el compositor Francisco Asenjo Barbieri (1823-1894), de quien ya se anuncia para la temporada que viene la programación de otra de sus zarzuelas más apreciadas, Pan y toros (1864): «Pocos hombres habrá en España tan populares: pocos en Madrid tan queridos por el público».

De Barbieri es conocida su labor de cronista de la ópera del momento y la de estudioso de la música pretérita española, editando la revisión del Cancionero de Palacio. Aparte fue promotor de la edificación del Teatro de la Zarzuela, académico de Bellas Artes, pionero en la legislación sobre los derechos de autor y miembro de la Real Academia Española, defendiendo hasta sus últimos días que los alumnos de los conservatorios del territorio nacional se formaran prioritariamente con conocimientos en la música española y no básicamente en la italiana, alemana (Barbieri atacó duramente el excesivo influjo de Wagner entre nuestros compositores) y francesa. En definitiva, Francisco Asenjo Barbieri propuso una revolución contra la música extranjera como necesaria vía de escape para dignificar la música española y dotarla de una personalidad propia. Y está claro que lo consiguió.

Como título inicial, el libretista Luis Mariano de Larra (1823-1894, hijo del afamado periodista y escritor romántico) propone a Barbieri («Paco», para el escritor) Lavapiés y las Vistillas, desarrollándose la acción a principios del siglo XIX, durante el reinado de Carlos IV. Al compositor no le convence ni una cosa ni otra. La ubicación se traslada entonces a marzo de 1766, durante la época de motines y conspiraciones para deponer al marqués de Grimaldi, el ministro italianizante del rey Carlos III y sustituirle por el español conde de Floridablanca. Lo que son las cosas, la zarzuela (que estuvo a punto de cancelarse) se estrena en vísperas de otro pronunciamiento militar: el del general Martínez Campos en Sagunto el 29 de diciembre de 1874, cuando Cánovas del Castillo preparaba la restauración de la dinastía borbónica en la figura de Alfonso XII. En cuanto al título, también son rechazadas otras opciones: La marquesita, La duquesita… Finalmente Barbieri le daría a su libretista la solución sobre el título de la zarzuela: «¿Podría ser un barbero de barrio, tradición de rapabarbas con su vigüela al hombro y las navajas en el bolsillo; Fígaro callejero y entrometido?». Claramente el modelo de El barberillo de Lavapiés es el Fígaro del Barbero de Sevilla de Gioachino Rossini: no hay que olvidar que el compositor italiano y Barbieri fueron estrechos amigos y que compartieron, aparte de su pasión por la música, otras debilidades: los viajes, la buena vida, la comida, la bebida…

Pero, por encima de esas intrigas políticas, es el mundo castizo y popular, representado por la pareja de la costurera Paloma y el barbero Lamparilla (que, pese a la evidente atracción que sienten el uno por el otro, dejan provisionalmente de lado sus devaneos amorosos por el noble empeño de salvar a España) el que se termina imponiendo al encorsetado mundo palaciego dominado por las intrigas de la nobleza (centradas en la otra pareja de la obra, los aristócratas e insípidos Marquesita Estrella y don Luis de Haro, a los que se caracteriza con una música menos españolizante, más al estilo operístico al uso europeo: ahí está el evidente aroma verdiano del dúo entre la pareja de nobles «La mujer que quiere a un hombre / y le jura amor por Dios»). Todo ello gracias al inspiradísimo libreto de Luis Mariano de Larra repleto de ocurrencias y de lenguaje de la calle, rabiosamente actual en lo político y trufado de frases de galanteo con descarado doble sentido. Y así lo reconoció el libretista: se trataba de fabricar una letra «más picante y de corte más nuevo». Todo ubicado en un entorno de declarado y militante madrileñismo («Madrileño neto», llegó a definirse Barbieri): ahí están perfectamente localizadas en el libreto las calles de la Paloma, Toledo y Ave María, la plaza de Herradores, la iglesia de San Lorenzo, la romería de San Eugenio en El Pardo, el arroyo Abroñigal…

Por supuesto que hay en la zarzuela de Barbieri referencias a Il barbiere di Siviglia de Rossini y Sterbini, como el Coro de la Guardia Valona de ronda y sobre todo el aria de presentación del pícaro madrileño: «Lamparilla soy / Lamparilla fui / yo soy el barbero / mejor de Madrid» que sería equivalente al «Figaro qua, Figaro là / Figaro su, Figaro giù / sono il factotum della città» del Barbero rossiniano. Pero sobre todo a Barbieri hay que agradecerle su irresistible torrente musical popular a base de coplas, seguidillas, jotas, rondallas, boleros, zapateados, cuplés, pasacalles, caleseras, etc. con momentos tan inolvidables como el chispeante preludio, la mencionada Cavatina de Lamparilla, la Canción de Paloma, el Coro de las Costureras a ritmo de bolero, el Coro de los Parroquianos de la barbería a ritmo de marcha militar… Y es que ahí radica el éxito del Barbero de Barbieri: la superación de los formalismos de la ópera europea del momento en beneficio de un costumbrismo autóctono y auténtico mediante el empleo de folclore y ritmos esencialmente españoles que cristalizaría en las siguientes décadas con obras emblemáticas de la zarzuela firmadas por Tomás Bretón, Ruperto Chapí, Gerónimo Giménez, Manuel Fernández Caballero, Federico Chueca, etc.

Con ocasión de la reposición de la producción de 2019 en Valencia, esto escribía un crítico musical que se hacía eco de las inquietudes y temores que le transmitía una supuesta y acongojada amiga por el teléfono móvil después de asistir a una de las funciones de la zarzuela de Barbieri: “«¡Mi primera zarzuela! Creía que no me gustaría porque las tengo asociadas al franquismo y siento un rechazo visceral… Pero, a la espera de tu opinión, anoche disfruté viéndola”». Es el WhatsApp de una amiga entusiasmada, el viernes, tras el estreno de ‘El barberillo de Lavapiés’ en el Palau de les Arts. El mensaje podría haber sido escrito por muchas otras personas, por miles y miles de españoles que también asocian el género lírico español a las décadas de represión, cutres y en blanco y negro, de censura y morcillas contenidas, en los que la dictadura franquista se apoderó de la zarzuela para convertirla en rancio símbolo de una España de pandereta, yugos, flechas y hasta aguilucho». Sirva esta «perla» como muestra de que siempre hay un activista político disfrazado de experto cultural con un importante cacao mental en la cabeza dispuesto a novelar y a propagar prejuicios ideológicos. Afortunadamente, el entusiasmado público hace caso omiso a las consignas de estos comisarios políticos, llenando todas las funciones y disfrutando desde el primer compás hasta el último de esta obra inmortal del teatro lírico español de todos los tiempos.

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Bibliografía:

– Alberto González Lapuente. Un barberillo ante el filo de la navaja. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 2022.

– Eduardo de Lustonó. Anecdotario en torno a Asenjo Barbieri. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 2022.

– Rafael Valentín-Pastrana: ¡Arde Lavapiés! www.eltema8.com, 2019.

https://atodazarzuela.blogspot.com/2014/01/el-barberillo-de-lavapies-libreto.html

Nota: Las imágenes incluidas en este post de la representación y/o ensayos de El barberillo de Lavapiés son © Teatro de La Zarzuela / Javier Ortega, 2022.

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