“«¡Mi primera zarzuela! Creía que no me gustaría porque las tengo asociadas al franquismo y siento un rechazo visceral… Pero, a la espera de tu opinión, anoche disfruté viéndola”». Es el WhatsApp de una amiga entusiasmada, el viernes, tras el estreno de ‘El barberillo de Lavapiés’ en el Palau de les Arts. El mensaje podría haber sido escrito por muchas otras personas, por miles y miles de españoles que también asocian el género lírico español a las décadas de represión, cutres y en blanco y negro, de censura y morcillas contenidas, en los que la dictadura franquista se apoderó de la zarzuela para convertirla en rancio símbolo de una España de pandereta, yugos, flechas y hasta aguilucho». Esto es lo que se puede leer hoy, en pleno 2021, a un reputado crítico musical que, con motivo de la reposición de una zarzuela compuesta por Francisco Barbieri en 1874, se hace eco de las inquietudes y temores que en particular le transmite una acongojada amiga por el teléfono móvil, extensible en general a miles y miles de melómanos concienciados, según él.
«Enrique Viana recupera ‘Benamor’ y transforma un pequeño bodrio en una función más que divertida (…). Admiro a quienes aún tienen fe en la zarzuela. A mí me cuesta cada vez más creer, pero espectáculos como ‘Benamor’ meten en la reserva mi ateísmo acerca de la cuestión y me vuelven al menos agnóstico respecto al género chico. Ese resquicio para el optimismo me lo proporcionaron en su día Calixto Bieito al darle un revolcón a ‘El barberillo de Lavapiés’ que provocó un soponcio en Esperanza Aguirre al ver aquello ambientado entre yonquis y delincuentes (…). También (…) Paco León cuando montó un pifostio adaptando ‘La Gran Vía’ al contexto Gurtel (…)». Esto otro es lo que escribe hoy, también en pleno 2021, otro respetado crítico musical (aunque pareciera que su especialidad es la crónica política y de tribunales) de un medio, otrora influyente y autoproclamado como «Diario independiente de la mañana» (renombrado hoy como «El periódico global»), y desde hace décadas venido a menos, con motivo de la reposición de una zarzuela compuesta en 1923. Bueno, de un bodrio de Pablo Luna.
“Benjamin Britten y Peter Pears se habían ido a Estados Unidos en 1939 huyendo del fascismo que iba creciendo cada vez más en Alemania (…). A Montagu Slater y a la mujer conjuntamente les dedicó Britten ‘La balada de los héroes’, que es una obra sinfónico-coral muy importante de la época. Esos héroes eran, claro, los brigadistas internacionales de Inglaterra que vinieron a España a jugarse la vida y a perderla, muchos de ellos para defender la legalidad y la legitimidad de la República. Por cierto que Montagu Slater sería luego el libretista de otra ópera años más tarde para Denis Apivor, 1956, que es una ‘Yerma’ sobre la obra homónima de Federico García Lorca asesinado por el franquismo, por cierto, más o menos poquitos años antes (…). En el caso concreto de ‘Lady Macbeth’, el papel metafórico de la famosa escena que se ha criticado mucho por cierta prensa, por cierta crítica conservadora que hablaba de música pornográfica porque hay un interludio que es realmente la representación musical del coito. Pero así como suena». Aparte de que lo que crecía en 1939 en Alemania (después de pactar con la Unión Soviética el reparto de Europa) era el nacional-socialismo, de que las Brigadas Internacionales vinieran a España reclutadas por la Comintern siguiendo órdenes del dictador Stalin para imponer el comunismo, de que García Lorca el 18 de agosto de 1936 no pudo ser «asesinado por el franquismo» entre otras cosas porque en esas tempranas fechas de nuestra contienda civil aún no existía ese movimiento como tal y que a quien le parecieron peor los acordes «pornofónicos» de la ópera de Shostakovich (y no de un interludio, sino de la culminación del dúo entre Katerina y Serguéi) fuera al propio Stalin a través del Pravda (entre otras cosas porque allí en la URSS y entonces, en medio de las purgas de 1936, prensa conservadora no había, ni la habría hasta la desintegración del régimen comunista en 1991), esto es lo que se puede escuchar hoy, en pleno 2021, en el vídeo que el principal teatro de ópera español le encarga a un prestigioso musicólogo, siempre bien documentado pero también obsesionado con ciertas causas que trata siempre de meter con calzador, con motivo de las representaciones de una obra compuesta por un músico inglés en 1945.
Sirvan estas perlas como muestras de que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, siempre hay un activista cultural para, sin que venga mucho a cuento, hacer méritos ante los medios que le pagan, y a los que se supone que no les importa que sus comentarios hagan sangrar los ojos y los oídos de otros «miles y miles de españoles» aficionados a la música y sólo a la música. Franco, franquismo, fascismo…esto es lo que, a propósito de los estrenos de «El barberillo de Lavapiés» en Valencia y de «Benamor» y «Peter Grimes» en Madrid, al parecer preocupa a determinados críticos musicales en la España que en 2021 se derrumba sanitaria, económica y culturalmente al mando de un gobierno heredero de aquel Frente Popular de 1936 de infausto recuerdo y que algunos parecen añorar. Cuánto daño ha hecho esa falsa soflama de que la cultura es de izquierdas y que ha dotado de una supuesta aureola de superioridad moral al que así se auto considera. La política y los políticos, que procuren no manchar con sus manos la cultura. Y los críticos y musicólogos que se dediquen a informar en vez de a formar.
Rafael Valentín-Pastrana
Nota: Las imágenes incluidas en este post de las representaciones y ensayos de El barberillo de Lavapiés, Benamor y Peter Grimes son © Teatro de La Zarzuela / Teatro Real / Javier del Real. Madrid, 2019 y2021.