El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

Un quinteto para sacar pecho

Hace justo dos años la Fundación March se apuntaba un tanto recuperando del olvido el Quinteto de Tomás Bretón, inédito desde que el compositor salmantino lo escribiera en 1904 para la Infanta Isabel Francisca de Borbón, hija primogénita de Isabel II de España y más conocida por su alías de La Chata, que era una reconocida melómana, mecenas y coleccionista de partituras. Pues de nuevo hay que poner una medalla al Departamento de Música de la institución madrileña al hacernos llegar en su ciclo Aula de Re(estrenos), a cargo del prestigioso Cuarteto Brodsky acompañado al piano por Martin Roscoe, otra magnífica pieza española compuesta para la misma disposición instrumental: el Quinteto para piano y cuerdas en mi mayor (1952) de Conrado del Campo (1878-1953), que desde su primera interpretación en tristes circunstancias (dos semanas después del fallecimiento de Del Campo) había quedado sepultado en el cajón del olvido.

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El copioso catálogo de Conrado del Campo toca todos los géneros musicales: cámara (14 cuartetos de cuerda), sacra, canciones, obras concertantes, poemas sinfónicos, ballets, bandas sonoras para el cine, zarzuelas, óperas (dos de ellas rescatadas recientemente también por la March: Fantochines y El pájaro de dos colores)…hasta un total de unas ciento noventa obras. Sin embargo hay un Caso Conrado en lo que a la aceptación de su música respecta. ¿Por qué? Conrado del Campo ha tenido que sufrir condescendientes o peyorativos juicios de valor (“sinfonista de raza”, “prolífico cuartetista”, “esforzado obrero de la música”, “estajanovista”…) que le encasillaban de una manera simplista como un autor con oficio, un maestro demasiado teórico y escolástico, colgado entre los patriarcas del nacionalismo de principios de siglo (Granados, Albéniz y Falla) y las dos principales vertientes musicales españolas del siglo XX, la Generación de la República y la Generación del 51. Tampoco hay que perder de vista, para explicar el ostracismo que la historia de la música le ha deparado desgraciadamente a Conrado del Campo, la situación política y cultural de la España de guerra y posguerra, con los amargos años que le tocaron vivir al autor madrileño, que no eran precisamente el contexto ideal para la dedicación, creación, experimentación y difusión de obras musicales. Todo lo cual pudo ir influyendo en el paulatino e injusto arrinconamiento de su inmensa producción. Aunque no hay que perder de vista, pese a lo desolador del periodo, que, como sostiene acertadamente el autor de las notas al programa Garazi Echeandía, en aquellos años «en España la dejadez del Gobierno hacia las actividades culturales era manifiesta. La música en sí no era vista como una amenaza, a diferencia de otras disciplinas en las que la ideología del artista quedaba fácilmente patente. Por ello, Conrado del Campo pudo componer libremente en su estilo»Hace poco el compositor y crítico Jorge Fernández Guerra nos recordó (con motivo de las representaciones en esta casa de la ópera El pájaro de dos colores) dos posibles explicaciones del injusto aislamiento en vida del músico madrileño: su inutilidad para la intriga y su condición de militante germanófilo declarado. Y sobre todo puede que a Conrado del Campo le faltara, a lo largo de su longeva vida creativa y entre tanto opus, precisamente un verdadero exitazo.

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De izquierda a derecha, Martin Roscoe (piano) y los integrantes del Cuarteto Brodsky: Gina McCormack (violín), Ian Belton (violín), Paul Cassidy (viola) y Jacqueline Thomas (violonchelo)

¿Y cómo es musicalmente este Quinteto de Conrado del Campo? Es, lo primero, una obra compuesta en plena madurez del autor, que la esboza durante los difíciles momentos que preceden a la Guerra Civil (la obra, aunque no tiene un programa subyacente, se subtitula «Episodio de una vida combatida y dolorosa»): 1938, concluyéndola en 1941. La pieza permanece inédita hasta que el compositor decide revisarla en profundidad (con motivo de la convocatoria del Premio Samuel Ros, al que se presenta y gana). Se interpreta póstumamente el 24 de mayo de 1953 (Del Campo había fallecido el 17 de marzo) y hasta hoy nunca más se supo de ella. Es por tanto su última composición, y esa plenitud artística y seguridad de escritura se percibe desde el primer compás de esta fascinante y extensa obra de casi cincuenta minutos, en la que Conrado del Campo muestra un prodigioso dominio del género y de la forma. Del Campo fue durante muchos años primer viola de la Orquesta del Teatro Real y fue miembro fundador y solista de ese instrumento del Quinteto de Madrid, cuyos otros intérpretes eran Joaquín Turina (piano), Luis Villa (violonchelo), Julio Francés y Odón González (violines). El conocimiento, por tanto, del repertorio para la combinación de piano y cuerdas sin duda le hizo tener acceso a las obras más señeras tanto del repertorio alemán (Schumann, Brahms…), como francés (Franck, Fauré…) y esto se detecta en el Quinteto en mi mayor. Su fama de wagneriano trasciende en este quinteto, con influencias que van mucho más allá del autor de La valquiria: la coda del primer tiempo parece que transita por los decadentes salones de Capriccio de Richard Strauss, flirteando incluso con el cromatismo exacerbado de Korngold, Reger o Schreker. Aires a Turina y a la música popular española están presentes en los ritmos del scherzo. La inevitable influencia francesa, que dominaba la Europa del momento, recorre el tercer movimiento, con texturas y tímbricas que recuerdan al impresionismo de Debussy. Y en el último tiempo, que arranca con una inspiradísima letanía a cargo del violonchelo, concluye con unos sorprendentes acordes a solo a cargo de la viola que parecen homenajear a Dvorak y al inolvidable tema con el que irrumpe el solista al inicio del Concierto para violonchelo y orquesta en si menor, Op. 104

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Foto del Quinteto de Madrid. Conrado del Campo se encuentra sentado a la derecha

En definitiva, una maravilla que nos ha descubierto el Cuarteto Brodsky, que ya había dado muestras de su conocimiento a fondo y dedicación al repertorio español cuando en el año 2000 llevó al disco para la Fundación Autor la integral de los 4 cuartetos de cuerda de Ruperto Chapí (1851-1909). El acercamiento ahora a la partitura de Conrado del Campo denota en los cinco solistas un estudio en profundidad y un devoto respeto a la música que están interpretando y que debería servir de ejemplo a los instrumentistas españoles. Quizá podamos sacar de este modélico concierto una de las explicaciones al Caso Conrado y al porqué de su procelosa travesía por el desierto: ojalá más agrupaciones de la calidad del Cuarteto Brodsky se hubieran dedicado con su mismo entusiasmo a desenterrar y promover los muchos tesoros ocultos de la música española del siglo XX.

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Bibliografía:

– Garazi Echeandía: Conrado del Campo y Shostakovich. Dos quintetos, dos guerras. Fundación Juan March. Madrid, 2020.

– Emilio Peral Vega: El pájaro de dos colores: síntesis de una voluntad renovadora. Fundación Juan March / Teatro de La Zarzuela. Madrid, 2019.

– Rafael Valentín-Pastrana: «El pájaro de dos colores» de Conrado del Campo. Otra ópera española del siglo XX felizmente recuperada del inexplicable olvido. www.eltema8.com, 2016.

– Rafael Valentín-Pastrana: ¡Pico y pala con Tomás Bretón!. www.eltema8.com, 2018.

– Rafael Valentín-Pastrana: La recuperación de una ópera española olvidada: “Fantochines” de Conrado del Campo. www.eltema8.com, 2015.

– Miguel Alonso: Catálogo de obras de Conrado del Campo. © Fundación Juan March. Madrid, 1986.

Nota: La imagen incluida en este post del concierto del día 26 de febrero de 2020 a cargo de Martin Roscoe y el Cuarteto Brodsky es © Fundación Juan March / Dolores Iglesias. Madrid, 2020.

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