El Departamento de Música de la Fundación Juan March organizó el día 6 de febrero dentro de su temporada 2018-19, un concierto que, bajo el epígrafe de Cantos de exilio y memoria, agrupaba obras corales de compositores españoles vinculados a la II República, la Guerra Civil, la Dictadura de Franco y el Exilio (Salvador Bacarisse, Rodolfo Halffter, Antonio José, Joaquín Rodrigo…), con especial dedicatoria a un músico injustamente olvidado de nuestro siglo XX: Fernando Remacha (Tudela, 1898 – Pamplona, 1984).
Fernando Remacha (Tudela, 1898 – Pamplona, 1984).
Remacha se adscribe al conocido para la musicología (a la manera de Les Six franceses, de la década de los años veinte) como Grupo de la República, Grupo de los Ocho o Grupo de Madrid, que estaba formado, aparte de por el tudelano, por Juan José Mantecón (1895-1964), Salvador Bacarisse (1898-1963), Julián Bautista (1901-1961), Rosa García Ascot (1902-2002), Rodolfo Halffter (1900-1987), Ernesto Halffter (1905-1989) y Gustavo Pittaluga (1906-1975). Como señala la musicóloga Eva Moreda, “Esta generación es la primera que emplea conscientemente la música del pasado como motor de renovación: los valores de arcaísmo, pureza y sobriedad que ven en la música popular, en los vihuelistas o en la música para teclado de Scarlatti o del Padre Soler los espolean en su rebelión contra los excesos del romanticismo y el nacionalismo”.
La diseminación de talento musical tras el conflicto fratricida del 39 fue lamentable y numeroso: Roberto Gerhard (a Gran Bretaña), Gustavo Pittaluga y Rodolfo Halffter (a México), Manuel de Falla y Julián Bautista (a Argentina) o Salvador Bacarisse (a Francia). Fernando Remacha, al igual que sus compañeros de generación Ernesto Halffter, Joaquín Turina o Joaquín Rodrigo, decidió quedarse en España tras la Guerra Civil, adoptando un discreto perfil bajo y recluyéndose en Tudela en una suerte de auto exilio. Así, María Nagore Ferrer, autora de las notas al programa del concierto, distribuye a los autores interpretados bajo epígrafes como «Exilios interiores» (Remacha), «Diáspora» (Bacarisse, Halffter), «Memoria» (Antonio José), «Connivencia» (Rodrigo)…
David Gálvez dirigiendo a la Coral de Cámara de Pamplona en un momento del concierto Cantos de exilio y memoria que tuvo lugar en el auditorio de la Fundación Juan March de Madrid el día 06.03.2019
A propósito de este encasillamiento, mucho se ha escrito por los estudiosos sobre la música española del siglo XX y casi todo en la misma y discutible línea. Y es que una cosa es dejarse guiar por los dogmas y modas fáciles del pensamiento único del momento y otra muy distinta meterse en la cabeza de las personas y pretender conocer exactamente sus ideas y sentimientos concretos. Sin duda no se puede negar que la experiencia de una guerra entre hermanos y vecinos vivida en primera persona con el consiguiente exilio de España resultarían traumáticos para todos estos autores. Pero no se debe meter a todos en el mismo saco: lo que estos artistas pasaron y padecieron personalmente desde entonces hasta el momento de sus respectivos fallecimientos (al margen de escritos, correspondencia o declaraciones a allegados y terceros), sólo lo saben ellos y lo que nos llega a posteriori son casi siempre elucubraciones de musicología-ficción.
Lo cierto es que entre los autores de esta generación los hubo más y menos adscritos a las causas políticas y con ideologías muy distintas y variadas. Por ejemplo Bacarisse o Gerhard fueron más activistas en su momento que Pittaluga o Remacha. En concreto Bacarisse se afilió al Partido Comunista de España y fue miembro durante la Guerra Civil de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, trasladándose en 1937 con el Gobierno de Largo Caballero, primero a Valencia y posteriormente a Barcelona, donde fue Delegado del Gobierno en Asuntos Musicales. Huyó a pie a Francia desde Cataluña en 1939 y tuvo que vender sus pertenencias para malvivir en el país vecino. Pero desde el exilio compuso su canción-himno para coro y orquesta ¡Siempre España!, Op.43 (1946), Villancicos populares españoles, Op.48 (1948), el ciclo de canciones Paseando por España (1952), los ballets La mujer, el toro y el torero, Op.73 (1952) y El retablo de las maravillas, Op.101 (1956), el Concertino para guitarra y orquesta en la menor, Op.72 (1953, una obra casi gemela al Concierto de Aranjuez… del «connivente» con el régimen franquista Joaquín Rodrigo), etc. “Por muy hijo de francés, emigrado a España, que fuera mi padre, nunca se sintió sino español” escribiría el hijo de Salvador Bacarisse.
De izquierda a derecha: Julián Bautista, Rodolfo Halffter, Gustavo Pittaluga, Fernando Remacha y Salvador Bacarisse, en una foto tomada en la emisora Unión Radio.
Algo parecido se puede decir de Roberto Gerhard (1896-1970): los años de su máximo activismo político fueron durante la República, siendo nombrado Asesor Musical del Ministerio de Cultura del Gobierno de Cataluña. Al final de la Guerra Civil, tras la entrada de las tropas de Franco en Barcelona, Gerhard se ve obligado a exiliarse en 1939. Tras un breve paso por Francia, se instala definitivamente en Reino Unido, donde residirá con todos los reconocimientos y honores de su país de adopción hasta su fallecimiento. Pero desde el exilio, Gerhard (que pisó suelo español en varias ocasiones durante los años sesenta para veranear en la Costa Brava y que siempre mantuvo su nombre de pila español: Roberto) compone los ballets Don Quijote (1941), Alegrías (1943, inicialmente titulado Flamenco) y su obra maestra absoluta: La Dueña (1945-7) hilarante y delirante ópera bufa ambientada en la Sevilla picaresca del Siglo de Oro, trufada de reminiscencias y ritmos españoles (en la partitura, dentro de un lenguaje musical de plena vanguardia, se sucede un apabullante despliegue de serenatas, seguidillas, habaneras, sevillanas, jotas, zapateados, soleares, pasodobles, saetas, pasacalles, polos murcianos, citas expresas de conocidas zarzuelas y canciones populares españolas…) desde la nostalgia de su exilio británico (“¡Ole, ole con ole!” repite el coro una y otra vez en el exultante y reconciliador concertante final de la ópera). Y es que la nostalgia y recuerdo positivo y sin rencores a su tierra siempre estuvieron presentes en Gerhard, desde 1940 hasta su muerte en 1970.
Y en lo que a Fernando Remacha respecta, no optó por el destierro de España como otros músicos y poetas de su generación, sino que se mantuvo vinculado a su Navarra natal. Y nada se le debe reprochar por su decisión personal. En ese supuesto «exilio interior» (en el que curiosamente no inciden de manera especial ni sus conocidos ni sus familiares, y en especial sus hijos, que en distintos testimonios sobre su padre destacan su generosidad y talante armonioso y sin que conste que la suya fuera una vida traumática dominada por el rencor) Remacha tuvo no obstante una incansable actividad creativa y docente; fundó el Coro Gaztambide de Tudela en 1955 y el Conservatorio Pablo Sarasate de Pamplona en 1957, promoviendo hasta el final de sus días la enseñanza musical. Y en esos años de pretendido aislamiento Remacha estrenó continuamente composiciones, obtuvo el Premio Nacional de Música de 1980 (ya lo había conquistado en 1932 y 1938) y fue recipendiario de importantes títulos como el de doctor Honoris Causa por la Universidad de Navarra en 1973 o el Premio Tomás Luis de Victoria en 1964. Lo que casa malamente con estar depurado.
Autor de un catálogo no muy numeroso pero muy bien condensado, Fernando Remacha abarcó casi todos los géneros: la música de cámara como el Cuarteto de cuerdas (1924) o el Cuarteto con piano (1933); la música orquestal en Sinfonía a tres tiempos (1925), Cartel de fiestas (1947), el Concierto para guitarra y orquesta (1955) o la Rapsodia de Estella para piano y orquesta (1958); ballets como La maja vestida (1919) o El baile de la era (1951); música sacra como las cantatas Vísperas de San Fermín (1951) o el oratorio Jesucristo en la Cruz (1963). Vinculado al cine, como tantos miembros de su generación, Remacha participó en los primeros proyectos de Luis Buñuel con su productora madrileña Filmófono, componiendo la banda sonora de largometrajes como Don Quintín el amargao (Luis Marquina, 1935), La hija de Juan Simón (José Luis Sáenz de Heredia, 1935), ¿Quién me quiere a mí? (José Luis Sáenz de Heredia, 1936) o ¡Centinela, alerta! (Jean Grémillon, 1937).
En lo que respecta a las obras que se pudieron escuchar en la Fundación March, dentro de su importantísima aportación a la música coral (varias de estas composiciones fueron estrenadas precisamente por la Coral de Cámara de Pamplona, fundada en 1946 por Luis Morondo) Remacha compuso deliciosos ciclos de canciones, apegadas a la tradición, a lo foral, a lo ancestral y a lo telúrico, a partir de textos populares castellanos (1949) y vascos (1958). Pero a la vez recurrió a autores del Siglo de Oro español, como Luis de Góngora, poeta muy admirado también por sus compañeros de grupo generacional. Y a la literatura de sus coetáneos de la Generación del 27, como en el ciclo de canciones Juegos (1949) a partir de cuatro poemas de Federico García Lorca.
Sea por tanto bienvenido este humilde y modesto compositor que merecería, a poco que se le hiciera justicia, ser rescatado del olvido. Ésa debería ser, en definitiva, la misión de musicólogos, estudiosos, programadores, solistas, directores, orquestas e instituciones: hacer llegar a la posteridad la música de Fernando Remacha y la de tantos otros titanes olvidados de la música española del siglo XX.
Rafael Valentín-Pastrana
Bibliografía
– María Nagore Ferrer: Cantos de exilio y memoria. © Fundación Juan March. Madrid, 2019.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición del siglo XX (23): Gustavo Pittaluga. http://www.eltema8.com, 2018.
– Eva Moreda: Bacarisse y el exilio. © Fundación Juan March. Madrid, 2017.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición del siglo XX (22): Salvador Bacarisse. http://www.eltema8.com, 2017.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición del siglo XX (13, 14 y 15): Los tres Halffter. http://www.eltema8.com, 2015.
– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes de la composición del siglo XX (3): Roberto Gerhard. http://www.eltema8.com, 2012.
– Javir Ecay: Fernando Remacha: entre el elogio y el desencanto. Fundación Ars Incognita, 2011.
Nota: Las imágenes del concierto incluidas en este post, que tuvo lugar en el auditorio de la Fundación Juan March de Madrid el 6 de Marzo de 2019, son © Dolores Iglesias/Fundación Juan March. 2019.
Este post está dedicado a la bloguera Messiana, desde la nostalgia por su ausencia y el recuerdo a Tudela, Zaragoza y Barrachina.