El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

Los titanes de la composición en el siglo XX (23): Gustavo Pittaluga

Nueva y encomiable apuesta la llevada a cabo por el Departamento de Música de la Fundación March con la serie Teatro de Cámara, esta vez dedicada al compositor madrileño Gustavo Pittaluga (1906-1975) y a su ballet en un acto La romería de los cornudos, pieza que llega a nosotros en su versión escenográfica con acompañamiento de piano, guitarra y cantaora, tras prácticamente ochenta y cinco años desde su estreno en el Teatro Calderón de Madrid, el 9 de noviembre de 1933. La música de Pittaluga se combina, para esta ocasión, con textos y canciones escritas y armonizadas por Federico García Lorca, para así darle al espectáculo una duración aproximada de una hora manteniendo una coherencia temporal y una cohesión estética.

Pittaluga

Gustavo Pittaluga (Madrid, 1906 – Madrid, 1975)

Los años veinte y treinta fueron momentos de una inusitada eclosión de la danza en España. Como sostiene Fátima Bethencourt (autora de una magnífica tesis doctoral sobre la escena moderna española en la que se detiene a analizar el ballet de Pittaluga y otra destacada obra escénica de un autor del Grupo de Madrid: La tragedia de doña Ajada, Op.7 de Salvador Bacarisse), entre los diversos factores que explican este renacer del género en nuestro país, aparte de la proliferación de pujantes grupos teatrales por toda España (experimentales como Amigos del Arte Nuevo, El Caracol o El Mirlo Blanco, populares como La Barraca, El peón de música…) tras las visitas de los Ballets Suédois del coreógrafo sueco Jean Börlin (Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Santander, Valladolid…), los Ballets Rusos de Diaghilev (Madrid, Barcelona, Valencia, Granada…) y del clamoroso éxito de Falla con sus ballets El sombrero de tres picos y El amor brujo (que produce una fiebre de encargos por parte de las compañías teatrales punteras de la época de obras para la escena de temática típica española: Gitano de Enrique Granados, Los cíclopes de Ifach y Los contrabandistas de Óscar Esplá -maestro de estudios de Pittaluga-, Carmen y Sonatina de Ernesto Halffter, Carnavales de Jaume Pahissa, Don Lindo de Almería y La madrugada del panadero de Rodolfo Halffter…), existen otros de índole social, como la importancia de los valores físicos y el culto al cuerpo en el periodo de entreguerras, o la caída en desgracia del género operístico tras el traumático cierre del Teatro Real de Madrid por problemas estructurales el 6 de noviembre de 1925.

El argumento del ballet, a partir de un libreto de García Lorca y Cipriano Rivas Cherif (1891-1967, hombre de escena fundamental para conocer el teatro español del primer tercio del siglo pasado y casado con Dolores, la hermana de Manuel Azaña), se inspira en la romería de la localidad granadina del Santo Cristo del Paño de  Moclín, al que acuden en devota peregrinación las mujeres estériles de la zona junto a sus maridos, que las esperan, al calor de la hoguera y del vino, a que regresen del bosque que se encuentra monte arriba (en el que también se han adentrado los mozos bien dotados del pueblo…) coronadas de flores, para luego poder llevarlas como ofrenda a la ermita del Cristo para que le conceda la ansiada fertilidad. Como lo resumió atinadamente el sobresaliente guitarrista Regino Sainz de la Maza (1896-1981) en una crónica tras el estreno, en la obra convive una «extraña supervivencia en que lo pagano y lo religioso se funden con un sentido bárbaro y primitivo». En definitiva, el germen argumental de una de las piezas teatrales señeras de García Lorca: Yerma de un sólo año posterior a La romería de los cornudos. 

EscenografíaCornudos

Diseños de Alberto Sánchez con motivo de las primeras representaciones de La romería de los cornudos en 1933, conservados en el Museo Reina Sofía de Madrid y recreados por la Fundación March para su reestreno.

La escenografía y los figurines fueron diseñados por el destacado pintor y escultor de la época Alberto Sánchez (1895-1962, cuyos telones originales se encuentran conservados en el Museo Reina Sofía), con una clara influencia, cómo no, de Salvador Dalí pero también del primer Joan Miró. Federico, encantado con el resultado, también encomendó a Alberto (como se le conocía artísticamente) los diseños de Yerma, si bien finalmente corrieron a cargo de otro importante director artístico de la época, Manuel Fontanals (1893-1972). De la coreografía original en su versión de concierto se ocupó Antonia Mercé, la mítica Argentina (1890-1936) con sus Ballets Espagnols (1927-29), si bien el estreno del ballet completo estuvo encomendado a la Compañía de Bailes Españoles (1933-34) de Encarnación López Júlvez, la también célebre Argentinita (1898-1945). Desgraciadamente la trágica muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías (1891-1934), unido sentimentalmente a La Argentinita, provocó la disolución en ese mismo año de una compañía de baile que, con sus encargos, estaba ampliando de una manera impagable el repertorio de este género. Tras su estreno en Madrid, el ballet fue interpretado en París así como en distintas ciudades de Estados Unidos (Cleveland, Chicago, Nueva York, Milwaukee, Pittsburgh) y Canadá (Montreal) en reposición a cargo del Ballet Ruso de Montecarlo, cuya coreógrafa era la española Pilar López Júlvez (1907-2008), hermana de La Argentinita

En palabras del gran compositor gerundense Xavier Monsalvatge (1912-2002), a propósito del fallecimiento de Pittaluga, la Generación de la República fue la «escuela encargada de liquidar el nacionalismo por la vía que marcó Manuel de Falla con su Concierto para clave, su Retablo, sus Noches aunque estuvieran todavía impregnadas de espíritu popular». Se trataba, en palabras del musicólogo Adolfo Salazar recogidas por Bethencourt, de «universalizar lo español». Y sobre La romería de los cornudos, a cuyo estreno en Barcelona asiste, añadiría Monsalvatge: «Tengo muy presente esta música en la que los ecos y la trompeta en sordina de El amor brujo le daban un perfil demasiado afín al estilo de Falla, pero derivando hacia una ironía y un gusto por la soltura armónica y un descaro burlón ausentes en toda la obra del autor de El amor brujo«. Desgraciadamente el contexto de la época no ayudó a la implantación de este panteísta ballet a camino entre la tradición popular y la vanguardia experimental. No ya la Guerra Civil ni el exilio del compositor ni la posguerra: ni siquiera desde la vuelta de Pittaluga a España en los sesenta hasta nuestros días de consolidada democracia ninguna institución ni administración local, autónomica o estatal manifestó el más mínimo interés en hacer justicia con esta magnífica obra.

Gustavo Pittaluga había sido el encargado de leer ante el público asistente en la Residencia de Estudiantes de Madrid el día 29 de noviembre de 1930 el manifiesto fundacional del Grupo de la República (formado además por Ernesto y Rodolfo Halffter, Julián Bautista, Salvador Bacarisse, Fernando Remacha, Rosa García Ascot y Juan José Mantecón). La musicóloga María Palacios defiende la idea valiente y políticamente incorrecta de que los estudios que se llevaron a cabo tras la dictadura franquista en torno la música de los años veinte y treinta mitificaron a la Segunda República Española, lo cual acabó influyendo en la terminología con la que se denominó a esta pléyade de grandes compositores. Sin embargo obviaron por prejuicios ideológicos que la renovación musical y cultural de esos años en España se había producido más bien durante otro régimen dictatorial, el de Miguel Primo de Rivera precisamente (1923-1930 y 1931 con el apéndice de la Dictablanda del General Dámaso Berenguer), auténtica edad de oro de la cultura española. La Guerra Civil sorprendió a Pittaluga en París, donde se encontraba organizando conciertos de música española. Al poco tiempo de regresar a España se le encomiendan distintos servicios diplomáticos en el exterior, hasta que se establece en 1948 en México, donde permanece hasta su regreso en 1962 a Madrid, donde fallecería en el olvido en 1975.

Lo más conocido del músico madrileño es su magnífica producción previa a su exilio, que nos permite intuir y vislumbrar la envergadura de Pittaluga como compositor: su deliciosa Petite suite para conjunto de cámara (1933), el ballet que nos ocupa y que estos días se exhuma, del mismo año o las Seis danzas en suite, para piano de 1938. Pero menos conocida es su producción en el exilio mexicano, así como la realizada desde su vuelta a España a principios de los sesenta. Como ha puesto de manifiesto Miguel Ángel Marín, el director del Programa de Música de la Fundación Juan March, de Gustavo Pittaluga desgraciadamente (y al contrario que ocurre con Bacarisse, de cuyos manuscritos es legataria la entidad filantrópica) no se han conseguido aún agrupar con rigor disciplinar sus materiales y autógrafos originales, que podrían seguir sacando a la luz nuevas joyas del compositor. Nos consta que escribió obras de los más diversos géneros: ópera (El loro, de 1931), conciertos para solista y orquesta (Concerto militare, para violín de 1933 y Capriccio alla romantica para piano de 1936), música instrumental (Hommage pour le tombeau de Manuel de Falla, de 1953), música vocal (Llanto por Federico García Lorca, de 1944)…

El caso es que Gustavo Pittaluga regresó a España al principio de la década de los sesenta, sin que el compositor madrileño demostrara, hasta el momento de su fallecimiento en 1975, la misma pujanza creativa que había mantenido en la década de los treinta o durante su destierro en tierras aztecas. Las palabras de Monsalvatge en el obituario de Pittaluga, van en esta línea: «Relevante fue la aportación del compositor a una fase evolutiva en la música española que tiene una importancia si no decisiva, al menos determinante del inevitable trauma que debía producirse en el momento de archivar las tradiciones nacionalistas para sumarse a las nuevas corrientes europeas del arte sonoro en busca de su remodelación al amparo de la nueva escuela que empezaba a florecer con los atonalistas vieneses. (…) Quizá Gustavo Pittaluga no llegó a captar o no tuvo temperamento para sumarse a la realidad de la música de hoy, esencialmente internacionalista. Este puede ser el motivo de su último aislamiento».

Pittaluga Collage

Distintos momentos de la coreografía de Antonio Najarro para las nuevas representaciones de La romería de los cornudos en la Fundación March.

Una faceta de Gustavo Pittaluga que merece ser recordada especialmente es la de compositor de bandas sonoras con un especial tino al ser afortunado partícipe de algunas de las más importantes películas de la historia del cine español (o de otras cinematografías extranjeras pero dirigidas por cineastas españoles en el exilio). Y es que la pasión por el séptimo arte le venía al compositor desde 1935, año en que se vinculó al medio al ser nombrado director musical de los Estudios Cinematográficos de Chamartín (pasión que compartía con su estricto coetáneo Dmitri Shostakovich, curiosamente nacido y fallecido el mismo año que el autor madrileño, por cierto). 

Sus aportaciones al medio no son demasiadas, sólo cuatro largometrajes, pero nada más y nada menos que: Los olvidados (1950, Luis Buñuel, con partitura de Pittaluga en coautoría con otro colega del Grupo de los Ocho, también exiliado en México: Rodolfo Halffter), Subida al cielo (1951, Luis Buñuel), El baile (1959, Edgar Neville) y Viridiana (1961, Luis Buñuel). Trabajos probablemente alimenticios e incluso puede que aceptados a regañadientes por las precarias circunstancias que al compositor le tocó vivir durante su exilio. Pero en cualquier caso, y ahí están los resultados, perfectos complementos musicales a algunos de los más grandes largometrajes españoles de todos los tiempos.

Sea por tanto bienvenida esta nueva apuesta del Departamento de Música de la Fundación March de cara a rescatar para la posteridad una nueva joya del teatro musical español del primer tercio del siglo XX y así comprobar la calidad de este inexplicablemente olvidado compositor que merecería, a poco que se le hiciera justicia, ser considerado como uno de los titanes de nuestra música, Gustavo Pittaluga.

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Bibliografía:

– Fátima Bethencourt: Un ballet español para la escena moderna. Fundación Juan March. Madrid, 2018.

– Beatriz Martínez del Fresno: La Generación del 27 y el ballet. Fundación Juan March. Madrid, 2018.

– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes en la composición del siglo XX (22): Salvador Bacarisse. http://www.eltema8.com, 2017.

– Fátima Bethencourt: La escena moderna como crisol de la vanguardia. Su reflejo en el ballet «La romería de los cornudos» y el espectáculo teatral «La tragedia de doña Ajada». Universidad Complutense. Madrid, 2016.

– Rafael Valentín-Pastrana: Otra recuperación de una ópera del siglo XX olvidada; «El pelele» de Julio Gómez. http://www.eltema8.com, 2016.

– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes en la composición del siglo XX (13, 14 y 15): los tres Halffter. http://www.eltema8.com, 2015.

– Rafael Valentín-Pastrana: Los titanes en la composición del siglo XX (3): Roberto Gerhard. http://www.eltema8.com, 2012.

– María Palacios: La renovación musical en Madrid durante la Dictadura de Primo de Rivera: El Grupo de los Ocho (1923-1931). Sociedad Española de Musicología. Madrid, 2008.

– Xavier Montsalvatge: Ha muerto el compositor Gustavo Pittaluga. La Vanguardia Española. Barcelona, edición del 14 de octubre de 1975.

Nota: Las imágenes incluidas en este post de la representación de La romería de los cornudos son © Fundación Juan March. Madrid, 2018.

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