El Departamento de Música de la Fundación March inició ayer un interesantísimo ciclo de cuatro conciertos que, bajo el título de Sinestesias, aborda este fenómeno neurofisiológico consistente en la transversalidad de percepciones sensitivas: ver colores (los conciertos dedicados a Scriabin y Messiaen) o evocar imágenes (los que ilustrarán obras de Debussy y Ligeti) al contemplar un cuadro. En la sinestesia se da una imbricación de los sentidos de manera que las fronteras entre vista, oído, olfato, gusto y tacto confluyen y se entremezclan. De este modo un sinestésico puede evocar sonidos al contemplar un cuadro o relacionar colores con números, letras o al escuchar una tonalidad musical.
Para el primer concierto de la sesión se contó con el magnífico pianista parisino Pascal Rogé (1951), que interpretó una selección de dieciocho piezas de Claude Debussy (1862-1918) escogidas de entre tres de sus trascendentales ciclos con los que el compositor de Saint Germain-en-Laye revolucionó la literatura pianística de comienzos del siglo XX: Estampes (1903), Images (1907) y Préludes (1909-12).
Para ilustrar la música, Juan Manuel Viana (autor del extenso, cuidado y documentado programa de mano del ciclo) hizo una selección personal de cuadros de distintos pintores simbolistas e impresionistas, uno por cada pieza interpretada. Así recurrió a lienzos de artistas coetáneos y paisanos de Debussy, encuadrados en el movimiento impresionista como Renoir y Monet, pero también a otros pintores de otras escuelas y latitudes menos habituales en estas correlaciones pero igualmente sugerentes como Edward Middleton Marigault (Canadá), Sorolla (España) o Theo van Rysselberghe (Bélgica), para así tratar de transmitir al espectador y oyente lo que el compositor podía estar plasmando y evocando con su música.
Las obras musicales escogidas, al ya incluir un título programático en cada una de ellas (cosa más complicada de relacionar en el concierto que estará dedicado al paralelismo entre la música abstracta de Ligeti con las ilusiones ópticas de Escher) permiten fantasear relacionando los acordes y armonías de Debussy con un equivalente pictórico preconcebido (algunos tan asentados en el imaginario popular como el Clair de lune/Claro de luna): la catedral de Rouen de Monet para evocar La cathédrale engloutie/La catedral sumergida (con sus acordes solemnes y mayestáticos en octavas del piano); la Alhambra y el Generalife granadinos de Sorolla y Rysselberghe para ilustrar La soirée dans Grenade/La noche en Granada y La Puerta del Vino (con sus apuntes y amagos de habanera y requiebros sincopados) respectivamente; o las costas de Belle-Île de Monet para recrear la furia del mar de Bretaña embravecido de Ce qu’a vu le vent d’Ouest/Así se ve el viento del oeste (con sus vertiginosas escalas y manos cruzadas).
De izquierda a derecha y de arriba abajo, 4 de los cuadros seleccionados por Juan Manuel Viana que ilustraron la música de Claude Debussy: Torre de las Infantas, la Alhambra (Joaquín Sorolla), Reflets de nuages sur le bassin aux nymphéas (Claude Monet), Baigneuses sous les pins, à Cavalière (Theo van Rysselberghe) y The Rocket (Edward Middleton Manigault).
Claro que, lo que cada uno recrea, compositor incluído, al idear o escuchar una pieza queda a la imaginación subjetiva de cada oyente. Y ahí radica la grandeza de la buena música, como es la del inmortal compositor francés. Y si no, lean lo que escribió en 1907 Louis Elson, el cronista del Daily Advertiser de Boston sobre esa prodigiosa obra sinfónica con programa que es La Mer de Debussy: «Quizá Debussy no quería llamarla así sino ‘Le Mal de mer’… Es una serie de imágenes sinfónicas del mareo y las náuseas. El primer movimiento es ‘Jaqueca’. El segundo es ‘Duda’… El tercer movimiento, con sus explosiones y su estruendo, tiene un propósito muy evidente: ¡el protagonista está vomitando hasta su primera bilis!». Y es que, aparte de que el tiempo lo cura casi todo, hay tantas interpretaciones posibles, por enrevesadas y enloquecidas que parezcan, como oyentes se acercan a escuchar las piezas y se entregan y dejan sugerir por sus sonoridades dejando volar su imaginación.
Para cerrar el concierto, Pascal Rogé interpretó como bis la deliciosa y parisina Je te veux de Erik Satie (1866-1925) compatriota y coetáneo de Debussy, que fue enfrentada por Viana con Henri de Toulouse-Lautrec y uno de sus emblemáticos cuadros de los canallas salones de baile del Moulin Rouge de la Francia de finales del siglo XIX.
Rafael Valentín-Pastrana
Bibliografía:
– Juan Manuel Viana: Sinestesias. © Juan Manuel Viana / Fundación Juan March. Madrid, 2016.
– Nicolas Slonimsky: Repertorio de vituperios musicales. Penguin Random House Grupo Editorial. Taurus. Madrid, 2016.
Nota: Las imágenes del concierto incluidas en este post, que tuvo lugar en el auditorio de la Fundación March de Madrid el 9 de noviembre de 2016, son © Fundación Juan March. 2016.
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