I tre gobbi / Los tres jorobados, a partir de la obra escénica de Carlo Goldoni (1707-1793) La favola de’tre gobbi de 1749, es una ópera de salón en dos actos con música de Manuel García (Sevilla, 1775-París, 1832) que llega a nosotros transcurridos ciento noventa años desde su estreno durante una velada parisina, de la que no se disponen muchos datos pero que se sitúa en torno a 1831. Y la reposición de la obra por primera vez en España se lleva a cabo de nuevo (tras las recuperaciones en 2017 de Le cinesi y en 2019 de Il finto sordo) gracias a la impagable labor musicológica de localización, exhumación, reedición crítica y adaptación a cargo de la Fundación Juan March, que coproduce esta vez con el Teatro de la Zarzuela, dentro de la decimotercera edición de su programa de Teatro Musical de Cámara.
En el catálogo de Manuel (del Pópulo Vicente Rodríguez Aguilar) García encontramos, aparte de música instrumental, tonadillas y canciones con acompañamiento de guitarra, una copiosa producción para la escena: El majo y la maja, Los ripios del Maestro Adán, El criado fingido, Le Prince d’occasion, Il Fazzoletto, El gitano por amor, Florestán, Los maridos solteros, La figlia dell’aria, Le Grand Lama, Don Quijote, etc. Esta fecundidad fue, a la larga, aprovechada por la crítica francesa de la época para arremeter contra el compositor español: “El señor García tiene demasiado gusto, demasiado talento para componer mala música; pero temo que trabaja demasiado deprisa para hacerla buena”…“El señor García ha confiado demasiado en su facilidad, o en su memoria” compendia el musicólogo Olivier Bara extrayendo reseñas de la prensa parisina del momento.
¿Pero quién es este «señor García» de nombre tan vulgar y desgraciadamente apenas recordado hoy día? Pues fue una de las figuras más influyentes de la música europea (se estableció sucesivamente en París, Nápoles, Roma, Londres…) y americana (también dejó su impronta en Nueva York y México) del siglo XIX que tuvo a sus pies al mismísimo Gioachino Rossini (de quien interpretó el papel del Conde de Almaviva en el apoteósico estreno de El barbero de Sevilla…y cobrando por su actuación unos emolumentos del triple de cantidad que los del propio compositor), llegándose a afirmar que el propio García sugirió melodías españolas y ayudó al operista italiano a componer los recitativos de su más célebre e inmortal obra. Manuel García fue además un pionero en la defensa de los derechos de los actores, bailarines, cantantes y músicos, llegándose a granjear por ello el recelo de los principales teatros de la época. Y también fue reputado profesor (sus métodos y técnicas de canto se siguen estudiando hoy día), aclamado tenor, fecundo compositor de óperas y tonadillas escénicas, avispado empresario teatral y orgulloso progenitor de dos hijas que siguieron su carrera de cantante y que encandilaron a todo el público teatral de la época: María Malibrán (1808-1836), Pauline Viardot (1821-1910, que también hizo sus pinitos como compositora, con obras como la ópera de cámara Cendrillon (1904), recuperada hace unas temporadas por este mismo ciclo de la Fundación March) y también de un destacado hijo: Manuel Patricio García (1805-1906, barítono que implantó el uso del laringoscopio para la pedagogía musical).
Su más recordada composición es el polo “Yo que soy contrabandista” de la ópera El poeta calculista (1805), pieza citada en obras de autores del prestigio de Victor Hugo (Bug-Jargal, 1818), George Sand (Le Contrabandier, 1837) y Federico García Lorca (Mariana Pineda, 1925), que contribuyó poderosamente a propagar “lo español” a lo largo de la Europa de principios del siglo XIX por reunir esa canción todos los tópicos románticos habidos y por haber: folclorismo, exotismo, texto pasional, canto a la libertad individual, etc. Hasta tal punto que Franz Liszt, siempre raudo y dispuesto a empaparse de las músicas de moda que triunfaban en su época, compuso una de sus célebres y brillantes paráfrasis pianísticas, Rondeau fantastique sur un thême espagnol, ‘El Contrabandista‘ basándose en el tema de Manuel García. Cuentan que Héctor Berlioz la tarareaba a menudo. Y que las propias hijas de Manuel García, Malibrán y Viardot, incorporaron este aria cuando interpretaban la lección de canto de Rosina de El Barbero de Sevilla a modo de “morcilla”. Jacques Offenbach estrenó en 1869 Les brigands, una hilarante opereta que se desarrolla en Granada y cuya trama está trufada de bandoleros, carabineros y contrabandistas. Incluso, ya adentrados en el siglo XX, encontramos influencias del aria del contrabandista de Manuel García en El sombrero de tres picos (1919) de Manuel de Falla y en la ópera La Dueña (1947) del compositor tarraconense Roberto Gerhard.
La génesis de I tre gobbi se enmarca en la constitución por parte de Manuel García del Cerce Musical de la rue Richelieu de París (conocida también como L’Ecole García) en 1822, concebido como un centro para la formación musical de sus alumnos de canto para los que el propio García compuso entre 1830 y 1832 una serie de cinco óperas de cámara originales (en alguna de las partituras autógrafas aparecen subtituladas como «Opera per soscieta») como método de instrucción idóneo y eficaz para las prácticas de sus alumnos a la manera de entremés: Il finto sordo, Le cinesi, Un avvertimento ai gelosi (que también será representada en primicia en la presente temporada de la Fundación March), L’ isola disabitata (que va a permanecer de momento como la única pendiente de estreno) y la que nos ocupa y que posteriormente se daban a conocer en restringidas y elitistas sesiones que se celebraban en privilegiados y cotizados salones de París. En este caso Manuel García escribe tanto el texto en italiano como la música de esta ópera bufa para una disposición de cuatro voces (soprano, tenor y dos barítonos) con acompañamiento de piano (que solía interpretar la propia Pauline, hija del compositor y del que se encarga en estas representaciones Rubén Fernández Aguirre), con el añadido del personaje del sirviente, incorporado por el director escénico José Luis Arellano como actor y bailarín sin papel vocal. El argumento de I tre gobbi, ejemplo de comedia bufa al uso, gira en torno a tres pretendientes (el conde Bellavita, el barón Macacco y el marqués Parpagnacco, ricos pero poco agraciados (aparte de ser los tres jorobados…y uno además tartamudo), que se disputan el afecto de una dama de la nobleza veneciana de nombre Madama Vezzosa. Como afirma Arellano, la ópera «nos propone un juego de espejos, de engaños, de ocultación de lo que pensamos para conseguir un objetivo material…Hay muchas madamas Vezzosas y muchos jorobados en nuestro mundo. Mujeres destinadas a venderse a hombres por posición o por dinero«. Finalmente la deseada e indecisa pero materialista dama propone a los tres enamorados, que aceptan, una relación que hoy se definiría como abierta y poliamorosa: «Viva, viva l’allegria, / bell’amare in compagnia, / viva, viva l’allegria, sì, sì. / Che piacer al cor mi dà / questa cara libertà». Todos ganan y todos tan contentos.
Musicalmente I tre gobbi muestra el dominio absoluto por parte de Manuel García de las técnicas de canto y de los recursos de los géneros operísticos, como no podía ser de otra manera estando compuesta la obra en la madurez de los últimos años de la vida del sevillano. Inevitablemente en la ópera se detectan influencias de otros compositores; de hecho Manuel García se caracterizaba por absorber los lenguajes musicales de su época, como los de Paisiello, Cimarosa y Mozart, autores todos ellos de quienes Manuel García interpretó numerosas obras durante su carrera de tenor. Pero lo que impera claramente a lo largo de los ochenta minutos de duración de la ópera es la influencia del todopoderoso Gioachino Rossini (1792-1868), dominador absoluto del teatro musical europeo en la primera mitad del siglo XIX, evidente en los concertantes finales de los dos actos, especialmente en el primero que, con su caos, sus trabalenguas y sus golpes de cañón incluidos («Qui comincia una battaglia / e, alla dritta e alla sinistra, / fucilate, foco, pum. / Cannonate, foco, pum. / Colla polvere, col fumo / in orrore, in confusione») nos traslada a La italiana en Argel de apenas unos años antes (1813). El cuarteto final de I tre gobbi abandona el «canallismo» rossiniano (Stendhal: “Cuando veo La Cenerentola en el cartel, estoy por decir «esta noche me encanallo»”) y opta por un sorprendente fugato a capella entre los cuatro protagonistas de serenidad casi mozartiana (un poco del juego de intercambio de parejas de Così fan tutte hay en I tre gobbi).
Pero a pesar de la alargada sombra del maestro Rossini, hay que reconocer el talento de Manuel García: no conviene perder de vista que la ópera de García El califa de Bagdad se mantenía triunfalmente en cartel en Italia desde su estreno en Nápoles en 1813, tres años antes del cataclismo musical que supuso la irrupción de El Barbero de Sevilla en 1816. O que Rossini llegó a decir que si Manuel García hubiera mantenido en el resto de sus obras el nivel de La mort du Tasse, de 1821, habría llegado a ser el mejor operista de su época.
Sea en definitiva bienvenida la reposición, dos siglos después de su concepción, de esta deliciosa ópera de salón I tre gobbi. Se lo merece con justicia como continuación de la apuesta que inició la Fundación March con Le cinesi y Il finto sordo en temporadas pasadas y como consolidación de la necesaria labor de recuperación de otras muchas obras merecedoras de ser rescatadas del olvido del prolífico catálogo del sevillano Manuel García, apodado el fuego andaluz, una decisiva figura española de la interpretación musical y uno de los grandes demiurgos de la escena europea del siglo XIX que cualquier otro país aprovecharía con orgullo para reivindicar, promocionar y programar (y para reponer) no a cuentagotas, sino un día sí y otro también.
Rafael Valentín-Pastrana
Bibliografía:
– José Luis Arellano: Manuel García, el enredo y la revolución. © Fundación March / Teatro de La Zarzuela. Madrid, 2021.
– Olivier Bara: Manuel García en la vida musical parisina de los años 1820. © Fundación March / Teatro de La Zarzuela. Madrid, 2021.
– Víctor Pagán: Goldoni y García. Aproximación a un texto breve con larga historia. © Fundación March / Teatro de La Zarzuela. Madrid, 2021.
– Rafael Valentín-Pastrana: El arte de hacerse el sordo. http://www.eltema8.com, 2019.
– Rafael Valentín-Pastrana: Le cinesi, una cosa rara de Manuel García. http://www.eltema8.com, 2017.
Nota: Las imágenes incluidas en este post de la representación y ensayos de I tre gobbi / Los tres jorobados son © Fundación March / María Alperi. Madrid, 2021.