
Hace unas semanas el Teatro de La Zarzuela programó El Potosí submarino (1870). Con música de Emilio Arrieta y libreto de Rafael García Santisteban, se trataba de una delirante zarzuela cómico-fantástica de gran espectáculo y en tres actos producida por la compañía Bufos Madrileños, fundada en 1866 por Francisco Arderíus (Évora,1835-Madrid,1886) a imagen y semejanza de la compañía de Jacques Offenbach Bouffes Parisiens que triunfaba en Francia y que toda Europa trataba de imitar. Arderíus, hoy injustamente olvidado, fue uno de los personajes más peculiares e influyentes en el teatro musical español de las décadas sesenta y setenta del siglo XIX y, en palabras de un cronista de la época, «el gran bufo; el maestro de la caricatura escénica, el más popular de todos los empresarios, un actor de talento, un gran conocedor de la sociedad madrileña«.

Y en esta ocasión, confirmando que Arderíus está de moda, sube a la escena del Teatro de La Comedia Los órganos de Móstoles (Teatro del Circo, 1867), de cuya música se encargó uno de los compositores que el promotor luso-español tenía en nómina para su compañía: el alicantino José Rogel (1829-1901) que, con El joven Telémaco (1866) y sus suripantas1, había catapultado la apuesta de los Bufos Madrileños, con su nuevo formato de “teatro de atracciones”, a un fulgurante éxito. Para esta ocasión, otro fijo a sueldo de Arderíus se encargó del libreto en verso: Luis Mariano de Larra2 (1830-1901), que se basa en el argumento de una opereta parisina de éxito: Six demoiselles a marier (Léo Delibes, 1857): un padre de familia ofrece en matrimonio a sus seis hijas con un cartel en la puerta de su casa.

La acción de la zarzuela bufa en tres actos de la factoría Arderíus se desarrolla en el barrio de Pozas, en Argüelles. En concreto, en casa de un viudo y trasnochado padre (Don Abdón) que decide convocar pretendientes para sus tres hijas casaderas (Pilar, Sebastiana y Úrsula), anunciándolo en el Diario Oficial de Avisos de Madrid. Tres candidatos (Homobono, Rugiero Rompelanzas y Arturo) acuden a la convocatoria, unos en busca de la dote mientras que a otros les mueven pasiones menos interesadas. En el resultado de los emparejamientos, como en toda comedia de enredo que se precie, no hay armonía. Y aquí entra en juego la expresión de la época, hoy en desuso, a que hace referencia el título de la zarzuela: «Ni los órganos de Móstoles están tan desafinados». Todo ello, como en casi todas las obras de los Bufos Arderíus, con referencias a los inventos y modas del momento (el telégrafo, el ferrocarril o el espiritismo), pero sin perder de vista la idiosincrasia española: se satirizan los dramas románticos en general (con citas expresas a Moratín, Calderón de la Barca, Tamayo y Baus o Hartzenbusch) y, en particular, se destripa en clave cómica al Don Juan Tenorio, presentándonos a un vecino de ese nombre que es el que al final se llevará la gata al agua.

Y se hace chanza de la aristocracia y clase política de la época; lo cual no fue del agrado del Gobernador de Madrid, que decretó el secuestro de la primera edición del libreto. La polémica no tarda en extenderse entre la conservadora intelectualidad académica, que arquea la ceja ante lo poco recomendable (se le etiqueta de «género bastardo» o de «apoteosis de la grosería, de lo innoble y lo plebeyo», entre todo tipo de burlas y desprecios hacia Francisco Arderíus, de quien se llega a decir que fue «corruptor del arte lírico nacional«) de estos espectáculos “progresistas”. Por ejemplo, el prestigioso musicólogo de la época Antonio Peña y Goñi ninguneó a los espectáculos de Arderíus como frutos de una moda pasajera que fue felizmente superada: «Los bufos han sido para la zarzuela una especie de sarampión que nuestra música nacional ha pasado sin grandes convulsiones». Y otro, Julio Nombela, se preguntaba «¿Qué quedará de las obras que se han estrenado en los Bufos y en otros teatros en los últimos años? ¡Si acaso, la vergüenza de haberlas visto o de haberlas hecho!». O un crítico del panfleto barcelonés La Flaca escribiría que la pieza de Rogel era una «necedad en tres actos escrita por Larra (hijo) sin otro resultado inmediato que desacreditar a Larra (padre)». De todas las dificultades que tuvo arrostrar, el propio emprendedor reflexionaría con distanciamiento y orgullo en sus memorias: «Y yo… yo… soy Arderíus, el que trasplantó el género bufo a España. De mi cosecha a pesar de las fuertes tempestades que sopló sobre mí el país de la envidia, he recogido algunos frutos y estoy contento«.

El espectáculo, producido por la Compañía Nacional de Teatro Clásico y dirigido por Rafa Castejón, se distribuye en dos partes: en la primera los actores de la compañía resumen de manera amena la semblanza de Francisco Arderíus y las peripecias de su troupe, con algunos ejemplos musicales; en la segunda asistimos a la zarzuela en sí, aunque abreviada a partir de sus tres actos originales, lo cual imprime a la obra un ritmo vertiginoso. Los textos del libreto, en los que se aprecia el talento para la escena y el verso afilado del hijo de Mariano José de Larra, han sido adaptados para la ocasión por el propio Castejón, con alguna que otra concesión a situaciones, actitudes, apartes y protagonistas de nuestro tiempo. El director de escena se rodea para su espectáculo de jefes de equipo de solvencia contrastada: Alessio Meloni para la escueta pero eficaz escenografía; Gabriela Salaverri en el apropiado vestuario de la época, pero sin recargarlo en exceso (y recurriendo a algunos de sus diseños para recientes producción del Teatro de La Zarzuela, como Luna de miel en El Cairo o El sobre verde, pero también tirando de iconografías reconocibles para el gran público, extraídas de películas como Gangs de Nueva York o Charlie y la fábrica de chocolate); Nuria Castejón firma las dinámicas coreografías de los actores y Juan Gómez-Cornejo resuelve con creces la iluminación de las escenas.

En lo musical, Los órganos de Móstoles está dirigida por Antonio Comas, que prescinde del coro original y que sustituye la orquestación de José Rogel por el acompañamiento de piano, que corre a cargo de Beatriz Miralles, que toca en escena e interactúa con los actores. Los números musicales de Los órganos de Móstoles, aunque da la sensación de que se han comprimido y se ha descartado demasiada música (incluso añadiendo canciones para actualizar el espectáculo), nos descubren a un compositor con oficio y recursos: Arderíus marcaba los pasos para exaltar a su fiel público y Rogel cumplía las expectativas de su jefe a base de los pegadizos ritmos del cuplé, la habanera, el galop o el cancán. El reparto está encabezado por Chema del Barco (perfecto en su papel del carpetovetónico Don Abdón), Clara Altarriba (Pilar, vocalmente la hija más destacada), Eva Diago (dotada de una contagiosa vis cómica para interpretar a Sebastiana), Cecilia Solaguren (una Úrsula con soltura y tablas), Rafa Castejón (un Don Juan Tenorio que es el factotum de la función), Antonio Comas (un pinturero Homobono), Paco Déniz (Rugiero Rompelanzas de presencia poderosa) y Alejandro Pau (muy divertido como Arturo y dominando el tempo escénico en todo momento).

Tras las reposiciones de El Potosí submarino y Los órganos de Móstoles, ojalá los teatros españoles sigan aprovechando el filón que se encuentra en la gran cantidad de joyas olvidadas de Arderíus (con un catálogo cercano al centenar de obras estrenadas3): un peculiar y visionario personaje que revolucionó la escena lírica española con una apuesta teatral que desembocaría en el teatro por horas, el género chico, el género sicalíptico, el género frívolo, la ola verde, la opereta, la revista musical y las variedades que jalonaron el teatro lírico español a lo largo de los siglos XIX y XX. Poca broma con los Bufos Madrileños de Francisco Arderíus.
Rafael Valentín-Pastrana
Notas a pie de página:
Bibliografía:
– Enrique Mejías: El encanto fácil de ritmos y bufonadas. Teatro de La Comedia. Madrid, 2025.
– Rafael Valentín-Pastrana: Perlina, Coralina, Caracolina y las suripantas submarinas de Arrieta y Arderíus. www.eltema8.com, 2025.
– Rafael Valentín-Pastrana: «El vizconde» y «Gato por liebre»: la deconstrucción de sexos en dos zarzuelas “in travestimento” de Barbieri. www.eltema8.com, 2025.
– Rafael Valentín-Pastrana: La censura sigue siendo un gran invento. www.eltema8.com, 2025.
– Rafael Valentín-Pastrana: «Marina», un islote en la ópera nacional española. www.eltema8.com, 2024.
– Rafael Valentín-Pastrana: “La verbena de la Paloma”: celos mal reprimidos durante un agosto madrileño… y entre Bretón y Chapí. www.eltema8.com, 2024.
– Rafael Valentín-Pastrana: Si el maestro Alonso levantara la cabeza… www.eltema8.com, 2023.
– Rafael Valentín-Pastrana: Lavapiés está que arde. www.eltema8.com, 2022.
– Rafael Valentín-Pastrana: Milagro en Madrid: “El sobre verde” de Jacinto Guerrero. www.eltema8.com, 2022.
– Rafael Valentín-Pastrana: Benamor: la deconstrucción de sexos en una zarzuela «queer» de Pablo Luna. www.eltema8.com, 2021.
– Serge Salaün: Los bufos en España. Fundación Juan March. Madrid, 2016.
– Sergio Barreiro: La escena madrileña en la segunda mitad del siglo XIX. Francisco Arderíus y los Bufos Madrileños. Universidad de Alcalá, 2009.
– Antonio Barrera: Crónicas del “Género Chico” y de un Madrid divertido. Editorial El Avapiés. Madrid, 1983.
– Antonio Peña y Goñi: La ópera española y la música dramática en España en el siglo XIX: apuntes históricos. Editorial Zozaya, 1881.
– https://zarzuelerias.blogspot.com/2023/12/zarzuela-los-organos-de-mostoles.html
Nota: Las imágenes incluidas en este post de los ensayos y/o funciones de Los Bufos Madrileños, a partir de la figura de Francisco Arderíus y la zarzuela bufa Los órganos de Móstoles son © Sergio Parra / Teatro de La Comedia. Madrid, 2025.



