El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

La censura sigue siendo un gran invento

Vicente Lleó (1870-1922) había saltado a la fama con la revista cómico-lírica-financiera Los presupuestos de Villapierde (1899), andanada de gran repercusión contra el ministro de Hacienda Raimundo Fernández Villaverde. Luego vendrían éxitos como La copa encantada (1907), La carne flaca (1908), La corte de los casados (1908) o La República del Amor (1909), con las que «una nueva lectura sexual y nuevas clases de moral se van a imponer en la sociedad de principios del siglo XX», en palabras de Manuel Lagos en sus interesantísimas notas al programa. Por ejemplo, en La alegre trompetería (1907) la protagonista canta el vals de la regadera, que causó furor en su época: «Tengo un jardín en mi casa / que es la mar de rebonito. / No tengo quién me lo riegue / y lo tengo muy sequito».

Pero nada comparable con el estreno el 21 de enero de 1910, en el Teatro de Eslava en Madrid (donde Lleó desarrollaría gran parte de su carrera de empresario), de La corte de Faraón, opereta bíblica en un acto y cinco cuadros, con libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, que llegaron a ser conocidos como Los siameses del Género Chico. Con ella, según Lagos, Vicente Lleó transformó «el género chico en una nueva zarzuela grande, de aire cosmopolita, opereta hispánica, donde la música evolucionará al son de las inspiradas composiciones que surgían en derredor». Un cóctel de política, religión y, sobre todo, mucho sexo que obtuvo un éxito inmediato: se suceden de manera ininterrumpida setecientas setenta y dos representaciones de La corte de Faraón, que incluso tiene «el honor» de ser programada en 1911 en el mismísimo Teatro Real.

Antecedentes de La corte de Faraón podemos encontrar en las operetas cómicas francesas El buey Apis (1865) de Léo Delibes y Madame Putiphar (1897) de Edmond-Marie Diet. Aunque ninguna de las dos consiguió en Francia la trascendencia que la opereta de Lleó obtuvo en España, sustituyendo los valses y las mazurcas de aquellas latitudes por ritmos típicos españoles como los del cuplé o el garrotín (palo flamenco procedente del folclore asturiano, con estrofas de cuatro versos). La corte de Faraón se adscribe a dos de las muchas variantes que ha tenido la zarzuela española: el género paródico (el referente es claro –Aida de Verdi- y fue sufrido en sus carnes -y él, encantado- por el propio Lleó: sólo un año después, en 1911, se representaba El pueblo del Peleón, con música de José Padilla) y el género sicalíptico (también conocido como «opereta verde», por su atmósfera erótica y diálogos insinuantes y picantes, plagados de dobles sentidos). Lo pansexual y el poliamor irrumpen en el teatro lírico español con esta rompedora obra, a camino entre la zarzuela bufa y la revista. De hecho Lleó, con La corte de Faraón, dejaría expedito el camino para el «género frívolo», inaugurado con Las corsarias (Francisco Alonso,1920) y que dominó la España de los felices años veinte, con ejemplos como Benamor (Pablo Luna, 1923) y El sobre verde (Jacinto Guerrero, 1927).

De las versiones cinematográficas de La corte de Faraón destaca la mexicana de Julio Bracho (1944). Y es que, en las décadas de los diez y veinte, Vicente Lleó realizó numerosas giras por Hispanoamérica con su compañía teatral programando, siempre con gran éxito, La corte de Faraón, lo que contribuyó a viralizarla exponencialmente desde entonces en todos los territorios de habla española. No es de extrañar porque, en palabras del escenógrafo de óperas argentino Alfredo Arias, la obra resumía «el arte español, el genio español, con audacias, sin ceremonias, directo, frontal, bárbaro, esperpéntico». Pero la adaptación al celuloide más conocida se debe a José Luis García Sánchez, guionizada en 1985 por Rafael Azcona, con su personal e inconfundible desfile de mojigatas escandalizadas, comisarios serviles, curas trabucaires y censores cerriles tratando de impedir a toda costa la representación de una zarzuela titulada El casto José.

Precisamente la opereta de Vicente Lleó había sido prohibida durante el franquismo (y también por los censores en la época de Alfonso XIII; en cambio -lo que son las cosas- esta zarzuela fue relanzada en la época de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, gran aficionado al género), quizá por su cómica ridiculización de personajes bíblicos (La corte de Faraón fue conocida, por artistas y censores, como «La Bíblica», con evidente retranca) y de las tradiciones judeo-cristianas, si bien su influjo siguió estando presente, como señala Lagos, con «un incesante aparecer y desaparecer camuflada, homenajeada y recordada» a través de obras líricas como La estrella de Egipto (1947, Fernando Moraleda) o Los babilonios (1949, Ernesto Rosillo) y, sobre todo, con la grabación de La corte de Faraón en 1958 para los sellos discográficos Columbia y Alhambra, a cargo del prestigioso director de orquesta Ataúlfo Argenta. Sin olvidar adaptaciones del argumento y el texto de Perrín y Palacios (pero no de la música de Lleó, que se respetó por entero) como La bella de Texas, que Luis Escobar y Nati Mistral llevaron a cabo en 1965 con gran éxito para el Teatro de Eslava, sorteando con tesón e ingenio (el cuplé babilónico se transforma en «¡Ay, va…! ¡Ay, va…! ¡Ay, vámonos… a donde sea!») las reticencias y objeciones de la censura hacia la obra original. Y en 1966 José Tamayo incorpora el célebre cuplé de Lota a su Antología de la Zarzuela. En definitiva, y pese a Franco, un coladero: la opereta de Vicente Lleó siguió contando con el favor del gran público de generación en generación. Lo cual nos debería hacer reflexionar sobre si el machacón -e interesado- relato de la supuesta intransigencia de la censura de la administración franquista no debería matizarse y revisarse, habida cuenta de la inveterada tendencia de aquellos inquisidores a hacer la vista gorda y/o a fracasar una y otra vez en sus objetivos de intervenir contra autores y creadores, muchos de los cuales dieron durante esas décadas lo mejor de su inspiración.

La corte de Faraón llega de nuevo al Teatro de La Zarzuela (donde tuvo su primera representación en 1916) en versión libre de Emilio Sagi y Enrique Viana. Del reparto, en lo vocal prevalece más la interpretación que el canto. Si acaso destacar a Luis Cansino como Faraón (lejana queda aquella La del manojo de rosas que protagonizó en 2004), aunque los adaptadores le estén haciendo murmurar continuamente morcillas entre dientes y le presenten siempre bostezando (que es como proyectar al espectador las dudas de los realizadores: «excusatio non petita, accusatio manifesta»… ellos sabrán) y buscando un sitio para dormir. Se advierte que algunos de los cantantes no tienen el español como lengua materna: por ejemplo, Putifar no puede ocultar su acento italiano y Lota tiene también problemas de pronunciación, mientras que en otros momentos -en el garrotín- se exagera el acento andaluz de los cantantes, sin explicación alguna y sin estar indicado en el libreto. La orquesta dirigida por Carlos Aragón cumple dignamente, especialmente en la introducción “En el templo de Isis purificada”, en el vals del juicio en el que se disputan al esclavo José y en los intermedios instrumentales.

La producción, con mucho brillo y oropel y con un considerable despliegue de escenografía y figuración, arranca bien, salvo los ramalazos de rigor por esa obsesión en adaptarse como sea a la actualidad: las viudas pintando grafitis, ese inenarrable traje cruzado de Faraón debajo de la túnica…. Pronto se aprecia que Sagi y Viana han adaptado los hablables (comprensible) a los tiempos actuales. Pero que también los cantables (inadmisible), lo que resulta especialmente sangrante en el Terceto de las viudas (uno de esos momentos geniales de la zarzuela española, sin parangón en los géneros líricos de ningún país y un claro precedente -a la inversa- del número de las mozas casaderas de La rosa del azafrán, haciendo cola dispuestas a esposarse con un viudo de La Mancha) en el que tres expertas aleccionan (bueno, y Sagi y Viana también, empeñados en retocar la letra original -se supone que por nuestro bien- introduciendo anacrónicas referencias a los puros y el té, esta última especialmente cargante: qué mala es también la nueva censura desde postulados progres) a la recién casada Lota de cómo disfrutar de un matrimonio feliz. Luego que si los herederos de los libretistas alzan su grito al cielo.

La «zarcización» (conversión, para una audiencia más tradicional, del Proyecto Zarza, ideado originariamente por Daniel Bianco en 2015 para atraer al Teatro de La Zarzuela al público más joven, adaptando obras del repertorio lírico español a las modas actuales) de esta producción de La corte de Faraón llega a su culminación con el cuplé “Son las mujeres de Babilonia”, que el propio Enrique Viana, sobrado de tablas y desparpajo y travestido como lujuriosa babilónica, se reserva para su lucimiento. Tras su recitado del texto convencional de todos conocido empiezan, a ritmo de la inmortal música de Lleó, las improvisaciones, donde tienen cabida referencias a musculosos de gimnasio o a un accidentado recorrido por Madrid a bordo de un Uber. Como colofón, Viana se dirige al público para hacerle cantar (aunque no haga falta, un teleprompter recuerda la letra sobre el telón del fondo) y marcar el compás, como si estuviéramos en Viena, del célebre cuplé. Desde luego, con montajes como éste de La corte de Faraón, quizá haya llegado el momento de superar los tópicos de aquella feroz censura propagados hasta en la sopa y empezar a preocuparse por el ideario globalista que ahora se nos trata de imponer a machamartillo, llegando al lamentable extremo de que los nuevos fariseos censuren las obras del pasado (¿dónde han quedado los intocables e irrenunciables derechos morales de los autores?) que ellos deciden y obligan a los creadores del presente a auto censurarse y sin que abunden los rasgados de vestiduras por estas intolerables injerencias contra el arte que se están produciendo en pleno siglo XXI.

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Videobibliografía:

– Manuel Lagos: Sexo, política y religión. La opereta bíblica que transformó el teatro musical en España. Teatro de La Zarzuela, 2025.

– Rafael Valentín-Pastrana: Una faena de aliño de Jacinto Guerrero a base de azafrán manchegowww.eltema8.com, 2024.

– Rafael Valentín-Pastrana: Si el maestro Alonso levantara la cabeza… www.eltema8.com, 2023.

– Rafael Valentín-Pastrana: Milagro en Madrid: «El sobre verde» de Jacinto Guerrerowww.eltema8.com, 2022.

– Rafael Valentín-Pastrana: Sobre la musicología como correa de transmisión de determinadas ideologías políticashttp://www.eltema8.com, 2021.

– Rafael Valentín-Pastrana: Benamor: la deconstrucción de sexos en una zarzuela «queer» de Pablo Lunahttp://www.eltema8.com, 2021.

– José Seoane: Reescritura cinematográfica de una zarzuela en clave esperpéntica. «La corte de Faraón», de José Luis García Sánchez y Rafael Azcona. Revista de la Asociación Española de Semiótica, 2019.

– Rafael Valentín-Pastrana: Cuando Zemlinsky bailó el «Tango de la Menegilda». www.eltema8.com, 2015.

– Antonio Barrera: Crónicas del “Género Chico” y de un Madrid divertido. Editorial El Avapiés. Madrid, 1983.

https://atodazarzuela.blogspot.com/2013/10/la-corte-de-faraon-cantables.html

Nota 1: Este post, dedicado a Vicente Lleó, constituye el número 74 de la serie dedicada a Los titanes de la composición en el siglo XX.

Nota 2: Las imágenes incluidas en este post de la representación y/o ensayos de La corte de Faraón son © Javier del Real / Elena del Real / Teatro de La Zarzuela. Madrid, 2025.

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