El Tema 8

El tema 8 es como el primer amor: no se olvida nunca.

Repertorio de vituperios anticholistas y catálogo de tropelías contra el Atleti durante la temporada 2022-23

Parecía que el inventario de ofensas y agravios contra el Atleti de Simeone que se dio a lo largo de la temporada 2021-22 y que supuso que el equipo rojiblanco no revalidase el undécimo título de Liga no podía superarse. Pero se ha comprobado durante la temporada 2022-23 que el material es inagotable y da para nuevas entregas anuales. Empecemos por el principio de esta nueva larga lista de vituperios y tropelías contra el club colchonero en la Liga recién concluida.

El vibrador selectivo

Tras haber presentado sus credenciales con un 0-3 en la cancha del Getafe, llegó el debut del Atleti en la Liga 2022-23 ante su afición frente al Villarreal. Sin embargo el Atlético no arrancó bien y el partido se puso cuesta arriba para los locales que, pese a lo cual, se volcaron en ataque en busca del empate. Que pudo conseguirse en una jugada en la que Carrasco remató de cabeza y el portero castellonense despejó el balón cuando parecía que había entrado y el gol del empate no se concedió. Las repeticiones parecían demostrar que el balón sí había sobrepasado totalmente la raya. Pero esta vez, como casi todas, la moneda salió cruz para el Atlético de Madrid y Burgos Bengoetxea, que no llevaba el mágico smartwatch en su muñeca (la explicación que se dio desde la LFP es que se había desestimado la implantación de la tecnología de gol porque… era «cara»), no concedió el gol. Y nadie rechistó ni las redacciones ardieron. Luego hasta «expertos» arbitrales han venido a reconocer que el chip prodigioso está fallando más que una escopeta de ferias y que se va a implementar una nueva tecnología que prometen que será, ahora sí, incontestable. El caso es que, como ya sacó a la luz Alfredo Relaño la pasada temporada, el Atleti quedaba atado en corto desde las primeras jornadas de una nueva Liga.

Y lo cierto es que, tirando de memoria, la jugada era tan clara o tan poco clara como aquella eliminatoria en Italia, cuando los realizadores de la retransmisión del partido de vuelta de cuartos de final de Champions League entre Juventus y Atleti de 2019 no le dedicaron apenas repeticiones al gol de Cristiano Ronaldo. Y entonces parece que los medios deportivos (la mayoría de los españoles, con poca profesionalidad y mucha indecencia, apoyaban descaradamente a los de Turín porque allí militaba el exjugador merengue) sí se creyeron a pies juntillas que, gracias a lo último de la tecnología punta, se había incrustado dentro del balón un infalible chip que hacía vibrar un reloj inteligente que lucía el árbitro, avisándole sin margen de error de que se había traspasado la línea. El caso es que, salvo en una animación 3D (como la que prácticamente al instante circuló para analizar una jugada irrelevante de una semifinal europea empleando una tecnología puntera desde Qatar para el canal BeIn Sports porque podía beneficiar al Real Madrid, igual que aparecería otra hacia final de temporada recreando digitalmente una jugada del Español-Atlético porque podía perjudicar a los rojiblancos y con la que el equipo de Cornellà intentó, infructuosamente, impugnar el partido), ni en vivo ni todas las repeticiones demostraban que el balón hubiera entrado. Vamos, como la de Carrasco. Pero como era el Bicho y además el Atleti caía eliminado, pues se decretó gol y la prensa apesebrada permaneció callada y feliz.

La mano que aprieta

A pesar de lo irregular que ha resultado la presente temporada, la trayectoria del Atlético de Madrid fuera de su feudo (incluso en la primera mitad de la Liga, en la que llegó a estar fuera de puestos de Champions y en la que apenas sumó unos discretos 34 puntos) ha sido meritoria, venciendo en campos complicados como Valencia, Sevilla, Bilbao, Betis, Osasuna, Celta, Gerona…). Otro de los partidos que los madrileños hubieran añadido a su casillero de victorias a domicilio fue contra la Real Sociedad. Aparte de otras jugadas mal arbitradas por Soto Grado y siempre en contra del Atleti, el mayor agravio llegó con la concesión del gol del empate al jugador donostiarra Sadiq con la mano y que a la postre le restó dos puntos a los rojiblancos. Hasta ese momento los exégetas del colectivo arbitral habían defendido con énfasis, recurriendo al tenor del reglamento, que la más leve mano de un jugador en ataque que participara en una jugada que acabara en gol, fuera más o menos clara, era siempre mano punible y el tanto sería anulado… hasta que llegó la jugada de la «zamorana» clamorosa del delantero nigeriano, que en principio remata mal con la cabeza, pero que con su antebrazo derecho cambia de manera flagrante la trayectoria del balón que iba fuera y lo impulsa hacia la portería.

O sea, una mano de manual… menos ese día en Anoeta donde, de nuevo, la excepción a la regla se comete contra los colchoneros, recurrentes conejillos de indias a la hora de que los árbitros cambien de criterio por arte de magia sin que nunca más se vuelva a aplicar esa norma. Excepción que, desgraciadamente, no sería la última… ni la penúltima.

Otro gol con la mano… bueno, de «rebote entre la cadera y el pene»

Aunque parezca un chiste, así lo describía un panenkita de las redes sociales tirando de histórico de goles con la parte pudenda y todo. El caso era no reconocer la evidencia de que el jugador del Cádiz Rubén Sobrino había embolsado el balón en su abdomen ayudándose de su brazo izquierdo. De nuevo, como en Turín y como contra el Villarreal, se pasó de puntillas sobre una jugada decisiva sin apenas dedicarle tomas. Una mano que le costó otro punto al Atlético de Madrid.

En lugar de clamar al cielo ante un nuevo error garrafal de un árbitro, la prensa futbolera, eufórica por el revés postrero que había sufrido el Atlético de Madrid, prefirió desviar la atención poniendo el foco en el enfado de João Félix (que había logrado los dos goles rojiblancos saliendo del banquillo en el que, según los mercenarios de los medios, le tenía injustamente recluido Simeone), que seguiría dando mucho juego a lo largo de la temporada y en que el ciclo del entrenador estaba llegando a su fin; otro clásico año tras año desde que el argentino aterrizó en el club madrileño, aunque esta temporada el ensañamiento alcanzó cotas superiores. ¿Por qué será? Seguro que porque los rivales y enemigos desean la prosperidad y los triunfos del equipo colchonero, no.

Mírala cara a cara, que es la tercera

…la tercera mano (tras las de Sadiq y Sobrino) clamorosa que no se le pitó a un jugador contrario y que le supuso al Atleti una nueva pérdida de puntos fue la del jugador barcelonista Busquets. Aunque más que mano fue hombro-antebrazo-codo-brazo-muñeca-mano porque ese fue el recorrido que se dio el balón a lo largo de la extremidad derecha del jugador culé, como si se deslizara por un tobogán, desde que salió de la cabeza de Giménez. Era el minuto 93 y el claro penalti podía haber significado, aparte de la primera pena máxima en favor del Atlético, el gol del empate que hubiera dado más emoción al tramo final de la Liga. Como es habitual en las jugadas que benefician a alguno de los dos equipos dominantes de España, los exárbitros extendieron sus dudas sobre la jugada tirando de los habituales “es que no son jugadas comparables”, “es que Busquets está de espaldas”, “es que tiene el brazo abajo” (??), «es que es imposible que el jugador culé sepa por dónde viene el balón», pero…

… el caso es que dos jornadas después el mismo árbitro, Sánchez Martínez, pitó penalti en Cornellà en contra del Getafe por una jugada idéntica. De nuevo experimentando con el Atleti como si fuera un ratón de laboratorio. A colación de la mano de Busquets, es obligado recordar dos manos rigurosas de Giménez y Saúl, de las que hasta entonces se consideraban involuntarias por estar los jugadores de espaldas a la hora de impactarles el balón en los brazos y que supusieron dos penaltis, cobrados por los árbitros Iglesias Villanueva y Mateu Lahoz, que acarrearon que el Atlético de Madrid perdiera en los minutos finales cuatro puntos contra Rayo Vallecano y Getafe. En la primera vuelta de la competición, y en sólo cinco partidos, se le habían birlado ocho puntos al Atleti por no aplicar el reglamento en igualdad de condiciones a todos los equipos. Puntos que, a la postre, resultaron determinantes para que los rojiblancos madrileños se descolgaran con la mitad de la Liga aún por disputarse y que supusieron que no pudieran competírsela hasta el final a sus dos grandes rivales.

Del Saque de Banda Considerado como una de las Bellas Artes

El utilizar al Atlético de Madrid como campo de experimentos arbitrales se lleva ya viendo desde que se inventó el fútbol: como con arrebatarle el balón de las manos al portero mientras lo está botando (que cuando lo sufrió el Atleti en una final de Copa no era falta, pero al poco tiempo sí); como con arrancarle el portero dos dientes a un atacante de un puñetazo en una salida criminal y no decretar penalti (lance que afectó a Godín y que ahora sí se sanciona con apenas rozar al contrario); como con amonestar a un jugador cuando celebra un gol con la grada (como hicieron exclusivamente con Diego Costa, porque luego se ha visto a cientos de jugadores festejar igual sus goles en la Liga e incluso quitándose la camiseta); como con la «zona DOGSO» (que sólo salió a la palestra para tratar de justificar que no se hubiera expulsado a un defensor que impidió una escapada en solitario hacia portería de Luis Suárez el año de la Undécima), etc., etc.

Como novedad, esta temporada descubrimos que se puede sacar de banda con un pie dentro del campo. Y la víctima fue, como de costumbre, el Atleti: el jugador del Elche Lautaro Blanco sacó de banda en una peculiar y forzada postura que no cumplía lo establecido en el reglamento (se puede pisar la línea con los dos pies, aunque sea de manera parcial, o estar fuera del terreno de juego… pero nada dice la norma de que, no ya los dos pies, sino ni siquiera uno de ellos pueda estar dentro del campo), se mirara como se mirara y que acabó (tras fallo grosero del guardameta rojiblanco Grbić y de una más que probable falta en ataque de Nteka sobre Koke de ésas que se pitan siempre… cuando el que ataca es el club madrileño), en gol de Fidel que a la postre supuso una inesperada y dura derrota para los de Simeone, que vieron truncada su racha de nueve victorias seguidas en la segunda vuelta.

Hasta el partido en el estadio Martínez Valero, un saque de banda así ejecutado era siempre falta de saque. Pero ahora resulta que sí se podía sacar de banda con un pie dentro del campo. Y que igual se puede incluso con los dos pies dentro y nosotros sin saberlo. Y entonces salió el comité de expertos-mercenarios para decir que la jugada era legal, cuando todos sabemos que si el lance hubiera afectado a otro equipo, hubieran sostenido justo lo contrario. Menos mal que ya nos vamos conociendo. Eso sí, nunca más volvió a intentarlo ningún jugador, no fueran a señalarle falta como siempre.

Peligrosamente preparadas, no: lo siguiente

La parroquia colchonera, a base de expolios desde tiempos inmemoriales, tiene interiorizado que los árbitros siempre perjudican a su equipo… y que benefician siempre a otro que además siempre es el mismo. Para el recuerdo, la frase de Simeone de que la Liga 2015-16 estaba «peligrosamente preparada» (en favor del Real Madrid, lo que era obvio ya que los blancos iban para tres temporadas sin ganarla, algo inusual en su palmarés) y que levantó ampollas entre la afición madridista. La novedad esta temporada fue que, a raíz de aflorar el caso Negreira, se comprobó que también había un segundo equipo favorecido, que ahora se entendían ciertos arbitrajes sufridos (esa zamorana de Jordi Alba a voleón de Griezmann…) y que la sombra de la duda se extendía sobre el supremacismo culé y su impoluto tiki-taka nada más y nada menos que desde 2003. De un plumazo, todos los títulos obtenidos durante veinte años triunfales quedaban cuestionados. De repente, cortocircuito culé.

Y entonces, para tapar el caso Negreira, había que poner en duda las Ligas ganadas por Simeone. De modo que salieron al rescate dos de los más emblemáticos jugadores de aquel prodigioso Barcelona al que el Atleti había osado competir y ganar títulos, para desviar la atención sobre las dudas que se cernían sobre la limpieza de los trofeos que habían obtenido. Y cumpliendo la máxima de que la mejor defensa es un buen ataque, Piqué, portavoz del nacionalbarcelonismo en las redes sociales, dio el banderazo de salida desempolvando aquella cantinela de que en el último partido de la Liga 2013-14 el árbitro Mateu Lahoz le había anulado un gol legal a Messi.

A continuación Cesc Fábregas, otro de los apóstoles de las esencias blaugranas, salió a la palestra a clonar el argumentario de su compañero de equipo. Poco importaba que precisamente hubiera sido Cesc el que había cometido falta a Juanfran en la jugada de marras de aquel partido decisivo en el Camp Nou.

El nacionalmadridismo, tras los titubeos iniciales (“a mí, que me registren», «perfil bajo, no se vayan a dar cuenta de que yo soy peor”) sobre el caso Negreira, se apuntó al bombardeo. De ponerse de perfil cuando afloró el escándalo (fue el único equipo de 1ª División que no firmó un comunicado de protesta emitido por la LFP), no fuera a ser que les recordaran que ellos llevaban ocho décadas de favores arbitrales (incluyendo colocar en su plantilla como delegado arbitral -quién sabe como premio de qué, quizá porque en su día arbitraba con la camiseta blanca debajo- al ex-trencilla Carlos Megía Dávila), se dieron cuenta que se presentaba una ocasión de oro para presentarse ellos como víctimas. Y empezó la contraofensiva por tierra, mar y aire. Ulises Sánchez Flor, uno de los muchos cruzados florentinistas, escribió (eso sí, con muy poca valentía y mencionando por dos veces de dónde provenía la acusación, no fueran a querellarse contra él) esta lindeza: «Se vuelve a señalar, a través del canal de televisión oficial, a Luis Medina Cantalejo y Carlos Clos Gómez como los responsables. Al presidente de los árbitros y el jefe del VAR se les califican como los hijos de Negreira. En Real Madrid TV, una vez que el club se ha personado como acusación particular en el caso Negreira, se insiste en las sospechas de una Liga que está adulterada y desprestigiada y que califican como la Negreira League”. Pero por mucho Negreirato que se reinventaron los creadores del Villarato, en los dos enfrentamientos entre los eternos rivales de Madrid, dos de los sospechosos habituales, Munuera Montero y Gil Manzano, hicieron gala de su habitual tendencia a adoptar sistemáticamente decisiones arbitrarias que perjudicaron siempre al Atlético de Madrid: expulsiones perdonadas (dos al Real Madrid), expulsiones rigurosas (dos de chiste al Atleti), penaltis escamoteados (al Atlético de Madrid) y favoreciendo siempre al mismo equipo que, qué cosas, ha aprovechado el caso Negreira para victimizarse como el equipo más perjudicado por el sistema arbitral en lo que va de siglo.

El Atleti le robó al Real Madrid… ¡¡la final de Champions de Milán!!

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, a la caterva nacionalmadridista, aquejado de negreiritis aguda, se le ocurrió que, a saber porqué, que tenía que extender la tinta del calamar también al vecino de la capital, así que se le ocurrió denunciar que al Atleti ¡¡¡le habían beneficiado en la final de la Champions League de 2016!!! Sí, aquella que, de haber dado el árbitro validez sólo a los goles legales, llevaría años expuesta en las vitrinas del estadio Metropolitano. Y se quedaron tan anchos. Lo que es tener mala conciencia. Con lo fácil que era echar mano del traductor: resulta que el árbitro inglés Mark Clattenburg desveló años después del partido que, ante las protestas del defensa Pepe por el penalti señalado por falta flagrante a Fernando Torres, le dijo al portugués «No te quejes, que el gol que os he dado ha sido en fuera de juego», tras lo que el portugués se alejó disimuladamente con el rabo entre las piernas. Y el árbitro de la final añadió: «Cuando el balón llegó al área supe que hubo un toque de Bale que ayudó a Sergio Ramos a marcar el gol. Le dije a mi asistente por el micrófono gritando que hubo un toque de Bale y él se quedó congelado mirando el videomarcador. Le dije que era fuera de juego y me dijo que no funcionaba el auricular. Yo le dije: ¿Funcionan ahora pero no funcionó antes?”.

Rápidamente salieron los siervos del nacionalmadridismo con un silogismo absurdo de que el árbitro había reconocido haber tomado una decisión incorrecta a sabiendas de que era injusta: Clattenburg prevaricador. Lo que ratifica que esta afición suele vivir en otro mundo y que tiende a entender las cosas al revés: el árbitro no había dicho nada de que señalara el penalti a Torres deliberadamente por compensar, más que nada porque (aparte de que esa pena máxima no le supuso al Real Madrid ningún perjuicio, al fallar Griezmann su lanzamiento) difícilmente un acierto (la falta clara de Pepe a Torres) puede compensar un error previo (un fuera de juego de Ramos); las reflexiones del británico sólo describían la actitud cínica de Pepe, el reproche severo a su juez de línea y la mala conciencia que le quedó a Clattenburg tras el partido por haber perjudicado claramente al Atlético de Madrid.

Aquellas finales que nunca se jugaron… porque se perdieron

Es de suponer que el ingeniero de los números de la cadena radiofónica COPE cuando habla del «Madrid» se está refiriendo al Real Madrid, porque no hay ningún equipo que se llame como la capital de España. Más cuidado tiene, eso sí, en no mencionar nunca al Athletic Club de Bilbao como «el Bilbao», no le vayan a regañar desde la Lehendakaritza. Y aparte de falsear a su antojo las denominaciones de los equipos y hasta de los jugadores (desde su llegada a España, Yannick Carrasco declaró que quería que se le llamara por el apellido de su madre -Carrasco- en vez de por el de su padre -Ferreira-; pues bien, el señor Pedro Martín insiste una y otra vez en mencionar al jugador belga como «Ferreira-Carrasco», además inventándose que es compuesto), este «especialista» también acostumbra a manipular a su conveniencia los datos estadísticos. Acababa de celebrarse la final de la Supercopa de España entre el Barcelona y el Real Madrid con victoria de los culés. Y el susodicho corrió a mentir en una estadística sesgada, porque una cosa es ponderar los éxitos de un equipo y otra cosa ocultar de manera sibilina los datos de los triunfos de otros equipos que también ganan trofeos.

Y, lógicamente, no tardaron en salir aficionados atléticos a refrescarle la memoria a Pedro Martín, que arbitrariamente había arrebatado al Atlético de Madrid dos títulos que los colchoneros habían ganado entre esa horquilla 2013-2023 precisamente al Real Madrid: una Supercopa de España que Simeone le ganó a Ancelotti en 2014 (la pirueta para obviar esa derrota del Real Madrid era que se había jugado a ida y vuelta y que por tanto no era una final…) y la Supercopa de Europa que Simeone conquistó contra el Real Madrid de Lopetegui en 2018 (esta vez trató de justificar el dato con la excusa de que la final sí se había jugado a partido único… pero sin que se hubieran jugado semifinales previas). Pero, claro, los fríos y duros datos mataban el bonito relato abonado hasta la náusea por los medios sobre la supuesta e impoluta eficacia blanca y no hubiera quedado bien acortar la horquilla. Igual que los niños pequeños cierran los ojos cuando no quieren ver algo que les disgusta, a los aficionados madridistas les sobreviene repentinamente una amnesia total sobre sus derrotas. O, al recordarlas, tiran de excusas desdiciendo la letra de su centenario himno (“Caballero del honor… Cuando pierde, da la mano”) con tal de no reconocer la superioridad del rival: «estábamos a otras cosas», «era un trofeo menor», «nos disteis pena y nos dejamos ganar». Luego pasa lo que pasa cuando pierden…

En el debe del Atleti también hay que apuntarle su buena porción de culpa: por lo que fuera, el club rojiblanco decidió no festejar ninguno de esos títulos en Neptuno. Porque el título nacional se conquistó en septiembre y el europeo en agosto -malos meses ambos para celebraciones por las vacaciones- o por no pecar de prepotencia o para no hacer sangre con el rival o a saber porqué. Garrafal error porque restó visibilidad a unos triunfos que habían venido tras duras derrotas contra el eterno rival de la capital y terminó pareciendo que aquellas finales nunca habían existido. Y es que los títulos hay que celebrarlos siempre, más aún si se consiguen contra el Real Madrid.

El equipo del Franquismo

Aquí no hay quien se aclare. Tan pronto el Atlético de Madrid es el equipo del pueblo, de los descamisados, de Sabina, de los Bardem y de las Grandes (ay, qué daño han hecho esos anuncios de la Señora Rushmore recreándose en la mística del perdedor con los grises desalojando y persiguiendo a los aficionados que veían los partidos de gorra desde las tapias del antiguo Metropolitano…) como que ahora resulta que los colchoneros han sido el equipo más favorecido por el régimen autoritario de Francisco Franco. El chiste empezó con Antonio Maestre, un activista de extrema izquierda que se autodefine como «experto en movimientos de extrema derecha» (quizá habría que aclararle que uno es experto de lo que sabe y es… pero nunca de lo que no sabe y no es) que, muy campanudo, pretendiéndose hacer pasar por un estudioso en el tema y presumiendo de conocimiento de causa por ser seguidor colchonero, afirmó que se estaba distanciando del Atlético por su «origen fascista, sus ultras neonazis (…) un club nada implicado con el tejido social de los barrios…». El testigo lo cogieron los aprendices (¡algunos hasta presumen de ser del Atleti!) a periodistas-mercenarios que en las redes sociales esparcen su sectarismo para posicionarse en el caso de que en las redacciones de Público, La Sexta, elDiario o infoLibre quede alguna silla libre.

A estas personas con estos insuperables problemas de conciencia habría que recordarles que cualquiera puede hacerse de un equipo, sea cual sea, en cualquier momento; que además siempre es gratis y que nunca se exigen pruebas psicotécnicas para entrar ni para salir. Por ejemplo, esta gente que manipula y deforma a su conveniencia el pasado del Atlético de Madrid podría aficionarse al mismo equipo en el que militan activamente Íñigo Errejón o Ramón Espinar, conocidos políticos especializados en denunciar todas las injusticias del sistema, los privilegios de la casta dominante, sus enjuagues y sus corruptelas pero que, súbitamente, olvidan de destapar cuando está por medio el equipo de sus amores; entonces actúan como hooligans de barra de bar. Personajes públicos a los que, en curiosa bipolaridad, no les supone ninguna incongruencia ideológica levantar el puño izquierdo mientras cantan La Internacional y a la vez simpatizar con un equipo cuyo presidente lidera una gran empresa del -denostado por ellos- IBEX35 y que copa desde hace décadas los contratos y concesiones públicas con el estado. El mismo equipo que tuvo de presidente a un señor (ahora presentado como represaliado franquista, qué cosas hay que escuchar…) que, ante la atónita mirada de la periodista deportiva Mari Carmen Izquierdo, a la que se dirigió de muy malos y despectivos modos, se refirió al jugador rojiblanco Luiz Pereira como «el negro ése».

Como toda esta gente parece que actúa a toque de silbato, como si siguieran una escaleta que les pasan todas las mañanas, rápidamente se extendió el bulo de que si hay un equipo español favorecido históricamente, ése ha sido el Atleti. De risa si no fuera porque con esta tergiversación de la historia colchonera lo que pretenden es desviar la atención y alejar el foco de los dos verdaderos sospechosos de haber sido beneficiados (con Negreiras y sin Negreiras) históricamente: F.C. Barcelona y Real Madrid C.F.

El viaje de João Félix a ninguna parte

Fue enternecedor contemplar cómo a los que se les llena la boca con que ningún jugador del Atlético de Madrid (ni siquiera uno de los cuatro campeones del mundo que militan en sus filas) sería titular en el Real Madrid, tuvieron durante unas semanas como su segundo equipo al Chelsea. Todo para desear con fuerza que un jugador propiedad del Atleti triunfara en tierras londinenses para así restregarle al entrenador argentino que se había equivocado y ensañado injustamente con João Félix: portadas, noticias, entrevistas (a cargo de plumillas tan sectarios y poco objetivos como ese declarado madridista -lo que le importará a este señor João Félix si no es para desestabilizar al club colchonero- que lloró en directo durante un programa del circo nocturno porque otro tertuliano osó insinuar que Cristiano Ronaldo no estaba comportándose como un profesional durante una de sus últimas temporadas de blanco, ya ves tú qué drama), seguimientos de los partidos en tiempo real, resúmenes con las jugadas más destacados del delantero portugués, etc. De repente ya no había otro equipo extranjero para los medios deportivos españoles. El caso es que aquello nos sonaba bastante familiar porque antes les había pasado lo mismo con el Schalke 04 (porque jugaba Raúl), el Liverpool (porque jugaba Morientes), el Bayern de Münich (porque jugaba Robben), el PSG (porque jugaba Di María), la Juventus (porque jugaba Cristiano), el Manchester United (porque juega Casemiro) o incluso el Al-Nassr de Arabia Saudí (no hace falta recordar quién juega allí…).

El caso es que, tras 21 partidos jugados por el de Viseu en tierras londinenses, su bagaje ha sido (para desgracia del club al que pertenece) tirando a discreto, pese a las expectativas (quizá artificiales y en exceso interesadas en perjudicar al Atleti y a Simeone), que se habían generado: 4 goles y 1 asistencia, aparte de más de una ida de olla, una expulsión que le supusieron 3 partidos de sanción e incluso no ir ni convocado. El analista de la Premier League Tom Coley reflexionaba tras los primeros tres meses de cesión, tirando de humor británico: «Sus giros son agradables, sus movimientos son geniales. Es imposible saber qué vendrá después cuando obtiene la posesión…». Efectivamente, es del todo imposible saber por dónde saldrá un jugador que, desde su desorbitado fichaje, nunca ha rendido con regularidad.

Lampard, recuperado como entrenador para tratar a la desesperada de enderezar al Chelsea, remató al portugués tras su enésimo partido anodino: «Tiene un gran talento y eso es muy visible en los entrenamientos, pero (…) no tiene claro dónde quiere jugar. Seguramente hay cosas que João necesita mostrar, aquí o en otro lado. Ese enorme talento es algo que tienes o no tienes, pero también necesitas tener una ética de trabajo. No digo que él no la tenga, pues trabajó con Simeone, pero en su camino aquí tiene que entender, a corto plazo, lo que quiero. Mostrando esa parte, luego puedes mostrar tu talento». Viendo que el hueso no desprendía sustancia, los sabuesos decidieron abandonarlo y se dejó de hablar de João y del Chelsea, que terminó quedando con 44 puntos en duodécima posición de una liga de veinte equipos que conquistó el Manchester City con más del doble de puntos que los londinenses: 89. Finalmente Lampard tuvo que hacer las maletas tras sus mediocres números y Pochettino, fichado para dirigir el Chelsea la temporada 2023-24, lo primero que hizo fue comunicar que no contaba con João Félix para su proyecto. Así que el jugador portugués, para su desgracia, tendrá que volverse ponerse a las órdenes del que manda en el Atlético de Madrid. «Él sabe muy bien cuál es mi perfil de entrenador y que me gusta jugar con mucha alegría. Yo soy compatible con todo el mundo», declaró Simeone al acabar la temporada.

El del Atleti era Gabi, aunque le atizan igual a Gavi

El Atleti-Barça de la primera vuelta se decantó por una discutible jugada en la que el árbitro podía perfectamente haber pitado falta en ataque del Barcelona por un bloqueo irregular del jugador Gavi a Reinildo, que habilitó a Dembelé para marcar, pero que dejó sin señalar y que a la postre significó el 0-1 definitivo. La prensa en su inmensa mayoría, como de costumbre, pasó de largo por la jugada porque sigue pesando más el odio al Atlético de Madrid (así lo han manifestado referentes históricos del madridismo, desde Di Stéfano a Florentino Pérez) que al Barcelona. Sin embargo, por un empujón irrelevante en el centro del campo del mismo Gavi al madridista Ceballos se orquestó una feroz campaña contra el barcelonista (como la que en su día se llevó a cabo contra el otro Gabi, ejemplar capitán rojiblanco, que logró su objetivo de que fuera considerado un jugador agresivo y al que se le negó una internacionalidad española que se merecía de sobra) al que se le llamó de todo y al que se le acusó de ir deliberadamente a por Ceballos: «La agresión de Gavi sin balón que enciende al madridismo por su bula arbitral», «La permisividad arbitral con Gavi indigna al vestuario del Real Madrid», «Gavi agrede a Ceballos por la espalda y sin el balón en juego: debió ver tarjeta roja», titularon algunos de los panfletos merengues. El entrenador culé lo clavó durante una rueda de prensa posterior al partido: “Supongo que el problema de Gavi es que es jugador del Barça. Si fuera de otro equipo, el problema sería una virtud”. Efectivamente: la tolerancia y comprensión con jugadores duros, cuando visten de blanco, viene de largo. Que si pillería, que si el otro fútbol, que si saben cuerpear, que si lo que pasa en el campo se queda en el campo, que si no se puede rearbitrar en caliente: Casemiro, Valverde, Rüdiger o Carvajal, por no remontarnos a Benito, Salgado, Hierro o Redondo, son un buen ejemplo de cómo acostumbra a blanquear a los suyos la prensa nacionalmadridista.

Si visten (o vistieron) de blanco, están limpios de todo pecado

Los medios afines salieron en tromba esta temporada a defender al uruguayo Fede Valverde… pero también al jugador del Betis Sergio Canales, mimado por la prensa por haber jugado en el Real Madrid (qué tiempos aquellos cuando era cuestión de estado que abandonase la disciplina del Rácing de Santander porque era claramente un-jugador-que-había-nacido-para-jugar-en-el-Real-Madrid) y con el que, según ellos, los árbitros la tenían tomada por haber cuestionado a Mateu Lahoz. Las comparaciones de los casos de Valverde y Canales, con los de, por ejemplo, Diego Costa y Ángel Correa, son sangrantes. Al brasileño se le etiquetó de jugador conflictivo por el simple hecho de ganarle una Copa del Rey y una Liga al Real Madrid y se le orquestó una campaña brutal que no paró hasta echarle de España (similar a la que sufrió Diego Pablo Simeone tras obtener en 1996 el Doblete como jugador) y de la selección española. Al regreso de Costa al Atleti, tres años después de ser clave en la obtención por el Chelsea de tres títulos durante sus tres temporadas, se le acribilló desde el primer partido a tarjetas (por ejemplo por celebrar con el público un gol, cosa que hacen continuamente los jugadores de otros equipos sin que merezcan sanción, pero que sí consideró Munuera Montero, en su minuto de gloria, que era acción merecedora de amonestación) como si se le quisiera dejar marcado, cosa que consiguieron. El colmo fue ganarle él sólo (dos goles y participando decisivamente en los otros dos) al Real Madrid aquella Supercopa de Europa 2018 de Tallinn que terminó 2-4 para los colchoneros; aquella que no se celebró y que algunos se empeñan en que no ha existido. A los pocos meses de aquella afrenta se le sancionó al brasileño con ¡ocho partidos! (que el club no recurrió, como suele ser su costumbre, sin saber muy bien qué ganaba a cambio de no hacer ruido y mantener el perfil bajo) por supuestamente decirle al árbitro (Gil Manzano) «Me cago en TU puta madre«, cuando Diego Costa siempre defendió que lo que dijo fue «Me cago en LA puta madre«, que no es lo mismo, sin dirigirse a nadie en concreto. Pero que el trencilla (otro sospechoso habitual del odio hacia el Atlético de Madrid) entendió y reflejó como quiso, sin posibilidad de contrastarlo aunque afirmaban que había audios, es de suponer que más confidenciales que los del Pentágono, porque nunca salieron a la luz, no fuera a ser que exculparan al delantero rojiblanco.

Algo parecido le pasó a Ángel Correa (un jugador noble y de buen corazón) por decir «La concha de tu madre» (se supone que al árbitro, de nuevo Munuera Montero, qué puntería), una expresión que en Argentina no equivale a un insulto sino más bien a mostrar desacuerdo con uno mismo. Adicionalmente fue sangrante la tarjeta roja directa que el árbitro (Gil Manzano, siempre los mismos…) mostró a Correa cuando simplemente trataba de quitarse con el brazo el marcaje pegajoso de Rüdiger, un jugador que le saca cabeza y media al argentino; entonces sí resultó que para todos los palmeros nacionalmadridistas, sin capacidad de autocrítica ni de reconocer la realidad cuando perjudica a su equipo, era tarjeta roja sí o sí. Y a otra cosa, mariposa.

Y qué decir de las cargas; ahí el defensor madridista Dani Carvajal tiene barra libre con su patentada carga-obstrucción con cadera-hombro-brazo-mano, también conocida como «carvajalinha». A él, no. Pero a los demás jugadores que la practican, sobre todo si no visten de blanco, como por ejemplo Juanfran, se las sancionan sistemáticamente como falta. Aplaudir al árbitro también se juzga de manera diferente si el que aplaude es de un equipo o de otro. A Cristian Álvarez, portero del Zaragoza, le expulsaron con una doble amarilla el día siguiente que el árbitro del Real Madrid-Almería no considerara que Vinicius le estaba faltando al respeto cuando reaccionó con palmas (y con el gesto de que el árbitro estaba loco; el mismo que le supuso la expulsión a Joâo Félix y la sanción de dos partidos la temporada pasada) a una tarjeta amarilla con que Cuadra Fernández castigó una de sus protestas.

Pero el asunto fue creciendo como una bola de nieve. Estadio que visitaba Vinicius, estadio en el que se armaba. Y llegó un Valencia-Real Madrid decisivo para que los chés se salvaran del descenso. En un ambiente extremamente caldeado, el jugador fue increpado por el público desde que bajó del autobús. Asunto lamentable el del racismo en los campos de fútbol, pero magnificado por los medios por jugar Vinicius en el equipo que juega. Y, tanto fue el cántaro a la fuente que finalmente un árbitro (de momento en activo, ya veremos si a partir de ahora De Burgos Bengoetxea queda defenestrado, ya que el juez de la sala VAR, Iglesias Villanueva, fue inmediatamente depurado tras el partido) le mostró la tarjeta roja al delantero brasileño (que, en una decisión sin precedentes, le fue condonada a las cuarenta y ocho horas, no fuera a ser tildado de xenófobo el Comité de Competición), que, en caliente, afirmó en su cuenta de instagram que “en Brasil, España se conoce como país de racistas”, dejando abierta la posibilidad de abandonar el Real Madrid. Y eso Florentino Pérez no se lo podía permitir. Y soltó a los sabuesos. Rubén Uría, uno de los pocos periodistas deportivos al que nadie le dicta sus columnas: «Periodismo de ordenador o periodismo de asador», lo resumió a la perfección. Como perros de presa también se comportaron los habituales fariseos oportunistas de la izquierda política y mediática española: los «todólogos». Y mención especial merecen los mensajes hipócritas de gente del fútbol que compareció con el gesto muy serio y el ceño fruncido para valorar la situación. Como el entrenador del Barça, para quien «Qatar no es una democracia, pero funciona mejor que España». O como el presidente de la Real Federación Española de Fútbol -que organiza la Supercopa de España en Arabia Saudí, una teocracia que no respeta los derechos humanos, donde se discrimina a la mujer y donde se aplica la pena de muerte a los homosexuales para, según él, promover “el acceso sin restricciones de las mujeres a los partidos, y la puesta en marcha de una competición de fútbol femenino en Arabia… como obligación moral… para no dar la espalda a la sociedad de este país”… aparte de repartirse con Gerard Piqué 40 millones de euros.

Todo esto le vino al pelo al Grupo de Puebla, siempre raudo a la hora de exhibir su hispanofobia. Y como la «leyenda negra» nunca descansa y tiene siempre sus tentáculos preparados para cuando huele la ocasión, representantes públicos del pueblo brasileño (a los que curiosamente no se les ocurre cuestionar a sus conquistadores portugueses) se sumaron al aquelarre: el presidente Lula da Silva intervino para defender a su compatriota y el alcalde de Río de Janeiro (que irrumpió para llamarle a Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Provisional, de todo menos bonito por haber intentado explicarle a Vinicius el protocolo de esa institución: «vete a la mierda hijo de… quieres culpar a la víctima imbécil?») decretó que se apagaran durante una hora las luces de la estatua del Cristo Redentor en el Cerro del Corcovado en apoyo al jugador. Incluso Pelé redivivo (parece que al fin funcionó la ouija del torero), regresó de la tumba para solidarizarse con Vinicius. Por momentos surrealistas pareció que España iba a se expulsada de la ONU, como cuando la gente se agolpaba ante los consulados de España en el extranjero mientras agonizaba el régimen de Franco.

Dentro de la paranoia generalizada (aprovechada por muchos que, cuando situaciones parecidas afectan a jugadores de otros clubes o incluso cuando son los aficionados de su equipo los que llaman de todo a los rivales callan y miran para otro lado, como el impulsor desde la Cadena SER del bulo de los terroristas suicidas con tres capas de calzoncillos el 11M o el ex comunista de Orihuela del Tremedal, enemigos acérrimos en lo ideológico pero que, en lo que de verdad importa, son íntimos y comparten copas y canapés cada dos domingos en el palco de Concha Espina), muy pocos se detuvieron a analizar la cuestión con cordura. Uno de ellos, Luis Ventoso, escribió «Casi a la misma hora de los repelentes insultos a Vinicius, resulta que en Vitoria unos radicales de la órbita que ustedes imaginan se dedicaban a agredir con violencia a simpatizantes de Vox por hacer campaña en la calle. ¿No existe ahí delito de odio? ¿Dónde están la Fiscalía de Sánchez y los lamentos de la izquierda cuando en España no se pueden defender libremente unas ideas en plena campaña electoral? ¿Cómo es que insultar a Vinicius es gravísimo –que lo es–, pero sin embargo insultar a Felipe VI, el jefe del Estado, o a la Iglesia y sus símbolos, o al ciudadano Tomás Ayuso con una lona gigante, es una anécdota, un chascarrillo? España no es un país perfecto. Pero desde luego no necesita lecciones morales de Lula da Silva –condenado en su día por corrupción probada–, Rubiales e Irene Montero». Santiago Aparicio lo clavó: «Florentino pone a toda España a sus pies». En cuanto se lo proponga, el presidente del Real Madrid consigue el Premio Nobel de la Paz para su delantero.

El Atlético de Madrid, sucursal del Ku Klux Klan

El tema venía de largo: en el estadio del Mallorca el delantero Vinicius se las había tenido de todos los colores con la afición, con medio equipo rival e incluso con su entrenador Javier Aguirre (al que las cámaras captaron diciéndole a uno de sus jugadores «Pégale, pégale») y el comodín del racismo (favorito de los movimientos woke de izquierdas junto al de fascismo, machismo, negacionismo, terraplanismo, etc.) salió a pasear, con el eficaz efecto paralizante que el término suele producir en los discrepantes. En los días previos a un encuentro Atlético de Madrid-Real Madrid con la habitual intoxicación periodística a raíz de una pregunta malintencionada que le hicieron a Koke (“¿Qué te parecería si Vini marca gol y lo celebra bailando en el Metropolitano?”), el siempre comedido centrocampista contestó «Si decide bailar, es lo que ha querido hacer. Si yo lo entendería o no, cada uno tiene su forma de ser y celebra los goles como quiere… Habría lío seguro, lo más normal». No había por ningún lado ni aviso, ni advertencia ni amenaza, pero las hienas saltaron a toque de silbato a crucificar al capitán rojiblanco. Habría que ver qué respuesta daría cualquier jugador de cualquier equipo, el que viste de blanco incluido, si se le hace la misma pregunta. Al rescate incluso salieron todos los jugadores brasileños que en el mundo han sido a jalear al delantero madridista: los barcelonistas Raphinha («Yo quiero ver danza, yo quiero ver alegría») y Neymar («Baila Vini. Regatea, baila y sé tú mismo. Feliz de como eres. Sube para la cima mi chico, el próximo gol bailamos») los primeros, provocando en sus redes sociales. Incluso algún compañero de Koke (traspasado inmediatamente: menudo es con esas cosas Simeone), acudió incomprensiblemente a defender el derecho de Vinicius a reírse de la afición colchonera. El tema quedó ahí, más que nada porque el Real Madrid, que había abonado eficazmente el terreno, ganó en el estadio Metropolitano y, si no Vinicius, otro compañero marcó y bailó. Y el asunto no pasó a mayores porque el entorno del Atleti, muy poco dado a defender lo suyo y a hacerse respetar, agachó la cabeza y calló.

Cuando el tema empezó a desbarrar, la retranca colchonera no tardó en aparecer cuando asomó por las redes sociales otra adalid de las esencias de la extrema izquierda (una tal Anita Botwin, por lo visto colchonera pero poquito, como aquel «experto en movimientos de extrema derecha» que vimos hace unos párrafos) para aportar, con su supuesto testimonio personal («Yo iba mucho al Vicente Calderón y escuchaba insultos racistas, machistas, homófobos. Era una vergüenza, todo ello con niños escuchando. Esos niños son ahora los que gritan negro de mierda a otros. Hay que erradicar el racismo allá donde esté»), su granito de arena a la cuestión y, de paso, satanizar al Atleti como quintaesencia de equipo racista, machista y homófobo. Sin comerlo ni beberlo, el club colchonero quedaba señalado por el asunto Vinicius más aún que el Valencia.

Fue bonito mientras escoció

Como el Atleti empezó a achuchar a la vuelta del Mundial y la diferencia con el segundo (Real Madrid) cada vez era más corta, los habituales palanganeros empezaron a quitarle valor a la remontada de los del Cholo. Que si iban a colocar ese título en las vitrinas después de ir a Neptuno, que si a buenas horas… Una falta de respeto a la competición y al equipo colchonero por luchar hasta el último momento por el subcampeonato. Ahora va a resultar que los equipos se tienen que dejar llevar y dejar de competir en cuanto no puedan alcanzar el liderato y que va a ser mejor acabar en progresión descendente que ascendente. Con lo que ello supone de alterar la competición cuando hay equipos solventes que, cuando ya no pueden alcanzar sus objetivos, tiran la toalla en los últimos partidos (¿De qué iba a haber ganado la Real Sociedad en el Camp Nou si los donostiarras llevaban veintisiete partidos consecutivos saliendo derrotados de allí, el Barcelona no había perdido ningún partido esta temporada en su campo y sólo había permitido dos goles en contra? ¿O cómo se explica que en la jornada siguiente un Valladolid que estuvo toda la temporada en el furgón de cola y terminara descendiendo le endosara tres goles a Ter Stegen? ¿O como el Celta, después de una segunda vuelta lamentable que casi le cuesta el descenso, se despidiera de su afición ganando al Barça?) y los pierden todos. ¿Entonces por qué los equipos celebran entrar en Champions, entrar en Europa League, entrar en Conference League, subir de categoría o no descender? Lo que hubieran dicho estos mismos si el Atleti se hubiera desinflado y quedado a mitad de tabla. Porque además eso llevaría aparejada la destitución de Simeone: su verdadero sueño húmedo desde que el Atlético de Madrid ganó la final de la Copa del Rey de 2013 al Real Madrid en el estadio Bernabéu. Por no entrar a fantasear de a quién le concederían el título de Liga si finalmente, que nunca se sabe, el primer clasificado fuera descalificado o sancionado con pérdida de puntos por haber disfrutado de favores arbitrales… Finalmente el sorpasso no se consumó y el Real Madrid alcanzó el denostado segundo puesto y pudo dormir tranquilo. Eso sí, fue reconfortante comprobar cómo sudaron tinta y lo que les escocía.

Datos que matan relatos y que entienden hasta los párvulos

Una estadística sangrante fue la de las injusticias que, afortunadamente, había solventado el VAR revisando jugadas que inicialmente el árbitro había decretado erróneamente en el campo. Y se comparaban los casos de Atlético de Madrid y Real Madrid en lo que se refería a los goles que el vídeo arbitraje había rectificado a los dos equipos durante las ultimas cinco Ligas. Pues con lo fácil que era entender los datos (el VAR había evitado que se concedieran goles ilegales y había impedido que se anularan goles ilegales) el nacionalmadridismo los interpretó justo al contrario: que les habían robado a ellos. Ver para creer.

El maestro del grafismo y las viñetas colchoneras Jorge Crespo -@jorgecrespocano- creó algunas viñetas que, como acostumbra con su talento, reflejaban el sentido del humor con que la afición colchonera se toma estas cosas y daban en la diana compendiando los agravios arbitrales sufridos por el Atlético de Madrid durante toda la temporada.

Escamoteo de penaltis (35 jornadas encadenó el Atleti, desde el 8 de mayo de 2022 hasta el 3 de mayo de 2023, prácticamente un año, sin que se le señalara un penalti a favor), machaque a tarjetas (cuando los colchoneros visitaron el Camp Nou el árbitro Sánchez Martínez masacró a los rojiblancos para cortarles el ritmo, no fuera que empataran y que el tercero superara al segundo y se aproximara al primero, en otro récord nunca visto en nuestra Liga: 8 tarjetas amarillas en apenas 20 minutos) y a expulsiones, similares manos que se pitan o se dejan de pitar según el color de la camiseta…

¿Qué fue de aquella dimensión?

La mayoría de aficionados y neo aficionados madridistas se ha terminado creyendo, con tanta intoxicación y propaganda mediática imperante, el relato de que el Atlético de Madrid no le ha ganado nunca ninguna final al Real Madrid. Aunque los datos sean tozudos y están ahí en los anales de la Historia: los rojiblancos, de diez disputadas, han vencido en seis y los vecinos en cuatro… y algunas, de aquella manera. Y desde el 27 de mayo de 2023 tienen otra final más que ocultar gracias a la remontada (2-2 y triunfo por penaltis) de las chicas del Atlético de Madrid Femenino: la Copa de la Reina (aunque la que ahora ejerce como tal, no se dignó a comparecer al estadio donde se disputaba) 2022-23. Parecía que era el día indicado: todo estaba preparado para que por fin el primer título del Real Madrid femenino (esa sección que Florentino Pérez se sacó de la manga a toda prisa viendo que Barcelona, Atlético de Madrid, Levante o Real Sociedad copaban los elogios por cuidar y potenciar el fútbol de mujeres) llegara a sus vitrinas cuatro años después. Y como todo lo que dice el presidente blanco cuela entre sus huestes de forofos, pues tenía que presentarse (aparte de como el más anti racista), como adalid del feminismo. Aunque recordando la poca consideración que en general tiene hacia sus jugadores masculinos («Yo tengo un concepto horrible de los jugadores, macho, horrible, horrible. Mira que he visto colectivos, pero nunca he visto uno como el de los futbolistas») no sería de extrañar que pensara parecido sobre las integrantes de una sección que sigue sin haberle dado (ni antes como Club Deportivo Tacón ni como Madrid C.F.F. ni ahora como Real Madrid C.F.) ningún triste trofeo que colocar en sus vitrinas. Atendiendo al lenguaje corporal del todopoderoso presidente del Grupo ACS mientras las chicas del Atleti celebraban su Segunda, a saber lo que habrá salido por esa boquita.

Acompañando a Florentino Pérez estaba, en calidad de presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales («Rubi» para los amigos), de clara filiación política y también futbolística. Un señor que, pese a faltar al respeto a toda una afición y a uno de los clubes que jugaba la final («Y el patético, ¿dónde?») aún no consta que se haya disculpado ante el Atlético de Madrid. Y no consta que ninguno (ni al tercero de la foto, el socialista José Manuel Franco, presidente del Consejo Superior de Deportes) escuchara ni denunciara los gritos racistas que se profirieron durante el partido contra la jugadora colchonera Ajibade (nigeriana… y negra) y que provenían de una zona en la que se ubicaban aficionados madridistas. Qué raro, con lo anti racistas que se acababan de presentar los tres, Franco, Pérez y Rubiales, cuando el tema de Vinicius. Será que con el aguacero que caía en Butarque, no llegaron a escuchar los insultos, porque si no, hubieran activado la alerta anti racista. En el palco sólo faltaba Alberto Núñez Feijóo, que también había hecho, con motivo del cierre de la campaña electoral de autonómicas y municipales, una broma de mal gusto dirigida al candidato a la alcaldía de Madrid por su condición de colchonero declarado («Quiero que Almeida sea el alcalde de esta ciudad porque, a pesar de que es del Atleti, ha demostrado que sabe ganar»). El caso es siempre faltarle al respeto al mismo equipo, con lo fácil que tenía el presidente del Partido Popular, él que es gallego, ironizar a costa del Celta, del Compostela o del Deportivo de La Coruña…

En definitiva, todos estaban preparados (incluida Yolanda Parga -viendo cómo se desarrolló el partido, con dos goles discutibles de las blancas-, máxima responsable del Comité Técnico de Árbitros femenino y… mujer de Megía Dávila; sí, el que está a sueldo del Real Madrid masculino como delegado para asuntos arbitrales) para que la sección femenina del Real Madrid levantara por fin una copa. Pues fue que no. Lo que trae a la memoria aquella puya soltada por Simeone a raíz de una eliminatoria de vuelta de Copa del Rey para la que el Real Madrid le tenía preparada al Atleti una encerrona, finalmente frustrada: «La coreografía era muy bonita». La supuesta y falsa infalibilidad blanca en las finales, de nuevo quedaba mancillada por el vecino de la capital: Atlético de Madrid 7 – Real Madrid 4. Aquella nueva dimensión, casi galáctica, que se anunciaba a toda página en junio de 2019 por uno de los periódicos deportivos generalistas de más solera que magnificaba la nueva genialidad estratégica de Florentino Pérez, recogiendo una supuesta «bienvenida unánime» tras la «histórica decisión» de la «compra» de la plaza del C.D. Tacón, súbitamente se había jibarizado (por si no la encuentran, lo noticia está arriba a la izquierda recluida a un diminuto círculo negro) en mayo de 2023.

Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo

… y si la mano no está apoyada pero está «en camino de apoyarse», también. La obscenidad de los árbitros y el VAR con las manos del Atleti durante toda la temporada llegó hasta el último partido en Villarreal y porque ya no quedaban más. A todos los perjuicios sufridos con las manos pitadas en contra que no eran y las no pitadas a favor que eran, se sumó la decisión arbitral de, en el último partido de Liga en el que el club colchonero se jugaba quedar subcampeón, escamotearle el penalti de los penaltis. Una mano clamorosa (como aquella de Jordi Alba ya comentada) de un jugador castellonense parando un voleón de Griezmann hacia portería.

Reajustando reglas arbitrales a su antojo, esta vez los expertos (los foutos, los juanfes, los páveles…) balbucearon la peregrina excusa de que la mano del jugador del Villarreal se encaminaba a ir hacia el suelo para apoyarse. De traca. A la hora de publicar este post no consta que a Figueroa Vázquez, árbitro de VAR del Villarreal-Atleti, le hayan destituido fulminantemente, como a aquel Iglesias Villanueva del Valencia-Real Madrid. A ver si mañana…

¿Fracaso y fin de ciclo? Este año va a ser que tampoco: once de once

Una vez realizado el resumen de las ignominias de la temporada, hay que analizarla desde el punto de vista deportivo. Una temporada en la que, a la presión habitual que sufre el Atlético de Madrid desde que le entrena Diego Simeone, de nuevo las lesiones se cebaron con el equipo colchonero, afectando a jugadores de todas las demarcaciones: portería (Oblak), defensa (Giménez, Reinildo, Savić), centro del campo (Llorente, Lemar), delantera (Memphis, Morata), que estuvieron en el dique seco en largos y decisivos momentos de la competición. Un asunto mal gestionado fue el de Griezmann, una vez que fue traspasado del Barcelona al Atleti de Madrid. Aunque finalmente la operación saliera bien económicamente para el Atlético, fue a costa de automutilarse de manera suicida: durante 7 partidos de Liga y 3 de Copa de Europa el jugador francés, en un gran estado de forma desde su regreso (concluyó la temporada con sus mejores estadísticas desde que es profesional: 16 goles y 18 asistencias entre todas las competiciones), sólo era alineado en cada partido durante treinta minutos para evitar que se aplicara una cláusula del contrato de traspaso que le hubiera supuesto al club del Metropolitano el pago a la entidad catalana de 40 millones de euros adicionales. Otra piedra en los zapatos rojiblancos fue la confrontación que se extendió en el estadio Metropolitano entre distintos sectores de la grada durante prácticamente toda la primera vuelta de la Liga, con el mal ambiente, perjudicial al equipo, que ello generó.

Una temporada, además, en la que se han perdido absurdamente puntos contra rivales que han acabado en la zona baja de la clasificación o incluso descendiendo (Elche, Español, Getafe, Cádiz, Almería, Mallorca…). Tras la eliminación de la Copa del Rey (ya tristemente habitual: diez años sin alcanzar la final), una primera mitad de temporada muy mala (quedar último clasificado en su grupo de Champions League en el que sus rivales eran de los considerados asequibles es un desastre) provocó el habitual debate espurio de si había llegado el fin de la era Simeone en el Atleti. Pero el equipo a la vuelta de la Copa del Mundo de Qatar empezó a carburar en el mes de enero y en Liga hizo una segunda vuelta encomiable con números parciales de campeón: nueve partidos consecutivos con victoria en su estadio Metropolitano hasta alcanzar 77 (34+43) puntos (6 más que la Liga anterior y mejor diferencia de goles: 70/33 contra 65/43), que en su día hubieran ganado Ligas y que le dieron al Atlético de Madrid su undécima clasificación seguida para la Champions League desde 2013. Cosa que muchos infravaloran (habría que ver el almíbar con el que le estarían embadurnando a cualquier otro equipo español con esa estadística) aunque actualmente sólo puedan presumir de esa racha siete equipos en toda Europa. Como señaló el cronista Alberto Barbero, otro de los pocos periodistas que no se achantan, “son 11 seguidas. Todas con el mismo tipo en el banquillo, por cierto. El del ciclo acabado. El del traje negro”. Lo entiendan o no.

Ojalá la temporada 2023-24, incluso con una nueva entrega de tropelías contra el Atlético de Madrid, sea la duodécima en la que el argentino cumple los objetivos… si es que se juega en buena lid, lo cual no está del todo claro comprobando cómo el wokismo y el nacionalmadridismo transversal (en una nueva unidad de destino en lo universal), atenazan e imperan en España.

Rafael Valentín-Pastrana

@rvpastrana

Nota 1: Para documentar este post se ha recurrido a tuits de tuiteros colchoneros como @imanoleg_, @cdelrui, @cibermithrandir, @Docaparicio, @David_Gmez99, @Kuns0_, @jorgecrespocano y @MarioOjeda724. Mi agradecimiento a todos ellos por haberme dado, con sus tuits y su talento, ideas para ilustrar el catálogo de tropelías cometidas contra el Atleti durante la temporada 2022-23.

Nota 2: El título de este post es un homenaje a un conocido libro para melómanos que recoge los exabruptos musicales que compositores hoy intocables y consagrados (desde Beethoven a Stravinsky pasando por Debussy o Mahler) recibieron injustamente de periodistas y críticos de su momento y a los que el tiempo ha puesto en su lugar: Repertorio de vituperios musicales (Nicolas Slonimsky, 1953).

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Esta entrada fue publicada en junio 4, 2023 por en Atlético de Madrid y etiquetada con , , .

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